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Hablemos de género: Desafíos en una sociedad patriarcal y violencia de género

Por Cynthia Martín

Las columnas de formación en género y diversidad son una herramienta que tiene como objetivo informar sobre el acceso universal a los derechos humanos desde una perspectiva de género, teniendo en cuenta el contexto social del cual somos parte, donde el sistema patriarcal sigue estando presente en nuestra vida cotidiana.
Se trata de un debate y una reflexión situada, que hace foco en la realidad local y motoriza las acciones en cada comunidad para difundir y exigir el cumplimiento de los derechos, como así también acompañar procesos de cambios culturales, de actitudes y prácticas en sintonía con una sociedad más justa e igualitaria.

Esta presentación cuenta con ocho temáticas y cada una de ellas representa un eje o problemática que brinda información acerca de los marcos legales y políticas vigentes, aporta a debates conceptuales e invita a problematizar las construcciones sociales que generan desigualdad. Al mismo tiempo propone aportar desde lo metodológico actividades y propuestas de acción para trabajar cada eje temático.
A partir de diferentes dinámicas se intenta transmitir conceptos fundamentales que permiten entender el porqué de la desigualdad de género y la larga lucha que encabezan las mujeres contra el patriarcado y la violencia.
Algunos de los módulos que se dictarán son “Derecho integral a la salud”, “Identidad de género y diversidad sexual”, “Trata de personas”, “Nuevas masculinidades”, “Lenguaje no sexista e igualitario” y “Vamos por la paridad en todos los ámbitos”.

Por Marina de Los Ríos

El patriarcado es un sistema que legitima la desigualdad entre los géneros, que se reproduce y manifiesta en todos los ámbitos de la vida social. A la vez se transmite de generación en generación formando a los sujetos.
La construcción del género masculino y femenino asigna roles, rasgos, actitudes a cada unx, en los cuales históricamente se asignó a las mujeres los roles ligados al ámbito privado, es decir, las tareas de reproducción, cuidado de niños/as y del hogar, y a los varones los roles ligados al ámbito público, principalmente el de proveedor del hogar, el trabajo remunerado y la participación política. Esto es también llamado división sexual del trabajo. De esta forma la construcción social que atribuye por medio del género características diferentes a varones y mujeres, implica una distribución desigual de roles y de poder social. Si bien en lo formal tenemos los mismos derechos, en la práctica se hace más difícil hacerlos ver.

Aunque hoy en día las mujeres fuimos aumentando sostenidamente la participación en el ámbito laboral; las responsabilidades domésticas y sobre el cuidado familiar hicieron históricamente que esa inserción no sea equitativa.
Las mujeres vemos disminuida nuestras oportunidades de ingreso al mercado laboral, o ingresamos en desigualdad de condiciones. La brecha de la tasa de actividad entre varones y mujeres rondo la última década el 34%, mientras que en promedio las mujeres que trabajan perciben una remuneración un 33% menos que los varones por tareas iguales en puestos iguales.

En cuanto a las responsabilidades en el hogar, los estudios señalan que las mujeres, aunque tengan trabajo remunerado igual que sus parejas, destinan en promedio 3 horas más por día al cuidado del hogar (Y la cantidad aumenta en hogares con niños/as menores de 6 años).
Este trabajo es conocido como “Trabajo invisible”, es trabajo porque requieren tiempo y esfuerzo, pero no son mercantiles porque no son remunerados, estamos hablando específicamente del trabajo que realizamos en los hogares cuando cocinamos, cuando hacemos las compras, cuando llevamos a nuestros hijxs a la escuela, o cuando acompañamos a nuestros padres/madres mayores al médico.

El trabajo doméstico y el cuidado no remunerado tiene algunas características particulares además de la falta de remuneración, en principio se realiza en los hogares para los hogares, pero del lado de los costos es el problema, porque del lado de los costos este trabajo tiene profundas marcas de género y de clase. Todas las encuestas del uso del tiempo muestran que son las mujeres las que más hacen este trabajo, y tiene profundas marcas de clase porque se hace más en los hogares pobres, las mujeres que viven en hogares pobres realizan en promedio 6 horas diarias de este trabajo, es más de 1/3 del día dedicado a estas actividades, si restamos las horas de sueño. Esto en algún punto no debería sorprendernos, si lo que caracteriza a los hogares pobres es la falta de dinero, y dinero y tiempo de trabajo son sustitutos, entonces en estos hogares se va a realizar más de estos trabajos domésticos no remunerados, se va a tomar colectivos y no remises, se va a tardar más haciendo las compras porque hay que buscar precios y sin duda no hay en estos hogares servicio doméstico remunerado.

Otra causa es la composición de los hogares pobres con elevada presencia de niños, niñas, adolescentes y otros dependientes que hacen que los requerimientos de cuidado en estos hogares sean más elevados.
Y por último, la injusta distribución de las tareas domésticas y de cuidado al interior de los hogares, hablamos de las mujeres malabaristas que en un platillo tienen a la escuela, en el otro a los chicxs, en el otro cocinar y en el otro su propio trabajo remunerado. Situación que se agrava cuando son jefas de hogar.

¿Qué hacer con la distribución al interior de los hogares? Algunas podrían decir que ese es un “asunto privado”, que finalmente ocurre en los hogares y son varones y mujeres los que toman sus decisiones libres, eso es verdad que son varones y mujeres los que toman sus decisiones pero NO son independientes estas decisiones de lo que ocurre en el mercado de trabajo, porque si en el mercado de trabajo varones y mujeres ganamos distinto por la misma tarea, o si hay ocupaciones de mujeres y ocupaciones de hombres: “la maestra”, “la enfermera”, “la empleada doméstica” y estas ocupaciones generan menos ingresos, o si en el mercado de trabajo formal hay licencias por maternidad mucho más amplia que licencia para los padres, o si está permitido informalmente que una madre llegue tarde porque su hijx tiene fiebre pero un padre no, ni se les ocurre ni se les permiten, todas esas situaciones hacen que en los hogares se refuercen la idea de que son las mujeres las que cuidan y los hombres los proveen .

Como sociedad nuestra ineludible tarea es promover un cambio cultural que forme ciudadanos y ciudadanas con valores que fomenten equidad entre los géneros, la valoración de las tareas tradicionalmente consideradas femeninas y la apropiación por parte de las mujeres de todos los derechos conquistados.

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