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Sector 134: una fosa común de la dictadura en el Cementerio de Avellaneda

Documento del Espacio Municipal de la Memoria sobre el sector 134:

En los primeros meses  de 1976 y por orden del intendente de facto  de entonces, el coronel Marcelo D´elía, se construyó un muro de tres metros de alto y unos 30 de largo entre el paredón de la calle Oyuela y el cementerio con el objetivo de aislar al sector donde funcionaba la morgue y que no quedara al descubierto las cosas que allí sucederían. El sector se denominó con el número 134. Se colocó un portón que permitía evitar la entrada principal y tener una entrada independiente sobre la misma calle Oyuela. Este sector del cementerio lindaba con los monoblock de Villa Corina, un complejo de viviendas sociales construido en 1974, que albergaba a familias de trabajadores.

El director del cementerio era Alberto Benegas. Ocupó el cargo desde el 5 de mayo de 1976 hasta el 31 de julio de 1978 cuando fue reemplazado por Alfredo Yavico. Las llaves del sector 134-Morgue fueron entregadas al personal de la comisaría 4° de Sarandí y de la Unidad Regional II Brigada de Investigaciones de Lanús con sede en la calle 12 de Octubre 234 de Avellaneda, donde ya funcionaba el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio “El Infierno”.

Con el área, de unos 300 metros cuadrados,  aislada y lindera a la morgue, se comenzó la tarea de ocultamiento de las víctimas durante los primeros meses de 1976. Los empleados del cementerio recibían la orden de cavar fosas de 2 metros  de ancho, 4 de largo y dos de profundidad que se denominan vaqueras. Las vaqueras eran fosas comunes. Las vaqueras eran cavadas durante el día. Según declaraciones de personal del cementerio de Avellaneda, entre 1976 y 1978, las vaqueras se realizaban cada 20 o 25 días.  Por la madrugada, camiones policiales y del ejército traían los cuerpos que iban a parar a las vaqueras. Los vehículos entraban de culata por la calle Oyuela.

Para realizar este proceso, tanto el Cementerio como la zona de Villa Corina fueron militarizadas. De noche, cuando se hacían los traslados, los vecinos debían apagar las luces, de lo contrario los militares disparaban contra los edificios. “Había desplazamientos del ejército, de la policía por el barrio controlando las calles Agüero, Centenario Uruguayo, y calles internas de los monoblock. Veíamos operativos, escuchábamos tiros y comenzaban, a los pocos meses del golpe, a entrar camiones dentro del sector de la morgue del Cementerio. Nosotros un par de veces lo pudimos ver”, afirmó en una entrevista Francisco Peralta, vecino de la zona y ex director del cementerio ya en democracia.

En los libros del cementerio quedaron registrados los ingresos de los cuerpos NN, casi todos ellos fusilados en simulacros de enfrentamientos. El procedimiento consistía en sacar de los centros clandestinos de detención del circuito Camps a grupos de detenidos desaparecidos con la excusa de trasladarlos. Ya en la calle, se buscaban lugares más o menos alejados de grandes concentraciones urbanas, se los bajaba de los vehículos en los que eran trasladados y se los asesinaba a balazos. Luego eran ingresados como NN al cementerio y el primer cuerpo del ejército emitía un comunicado donde se daba cuenta del enfrentamiento y la cantidad de “subversivos abatidos” y era publicado sin modificaciones por los medios de comunicación de la época.

Un trabajador municipal que solicitó  que no se publicara su nombre contó que muchas veces se escuchaban los quejidos de los fusilados que luego se desangraban en la morgue. “De alguna manera me siento cómplice por no haber hecho nada, pero que podía hacer yo con lo que estaban haciendo, incluso mucho tiempo sentí que me seguían, no sé si lo hacían realmente o era la culpa”, afirmó en una entrevista para este informe.

En 1984, nació el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para investigar los restos humanos que comenzaron a descubrirse en los diferentes cementerios del país y que se suponía pertenecían a los ciudadanos detenidos desaparecidos. El EAAF es una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro que desde entonces se dedica a la búsqueda e identificación de los cuerpos sin nombre encontrados como resultado del terrorismo de Estado. Se formó como consecuencia de que la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y la organización de las Abuelas de Plaza de Mayo solicitaron la asistencia de Eric Stover, director del Programa de Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.

La investigación del EAAF determinó tras el trabajo de exhumación que los destinos de las víctimas del terrorismo de Estado fueron esencialmente tres: enterramientos clandestinos como NN en cementerios municipales; enterramientos clandestinos en Centros Clandestinos de Detención o áreas militares y el arrojarlos al Río de la Plata.

El EAAF comenzó en octubre de 1986 a trabajar en el sector 134 del Cementerio de Avellaneda por orden de la justicia para buscar los restos de Rafael Perrota, director del Diario El Cronista Comercial, quien fue secuestrado en la Ciudad de Buenos Aires en julio de 1977. Se trabajo en un área de 2 metros cuadrados. Allí no se encontró el cuerpo de Perrota, pero sí los de otras 11 personas. Lo que se creía era una fosa individual resultó ser una fosa colectiva. Los esqueletos no tenían ropa, no se hallaron restos de cajones, los cadáveres estaban a pocos centímetros de distancia, además, se encontraron 13 proyectiles.

Entre los 11 cadáveres encontrados inicialmente  se logró identificar a María Mercedes Hourquebie de Francese, quien tenía 77 años al momento de su secuestro realizado  en La Plata el 3 de noviembre de 1977. Fue vista por una detenida desaparecida en el CCD denominado La Cacha y ubicado en ciudad de La Plata.

El EAAF retoma su trabajo en el sector 134 del cementerio Municipal de Avellaneda en junio de 1987. Esta vez por orden judicial, se busca el cuerpo de María Teresa Cerviño. La búsqueda comprende la totalidad del sector 134, alrededor de 300 metros cuadrados. Los trabajos de excavación duran hasta 1992. Los resultados fueron el hallazgo de la fosa común más grande de las halladas hasta el momento.

Se encontraron en total restos de 336 personas (59 mujeres). La mayoría menores de 35 años y con disparos en la cabeza. Los cuerpos estaban distribuidos en 19 vaqueras y 18 fosas individuales del sector 134.

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