La espera duró tres años y medio hasta que el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Lomas de Zamora confirmara la sentencia para el jugador. Sin embargo, la pena no será de cumplimiento efectivo hasta que la sentencia quede firme ya que no posee antecedentes penales.
¿Qué fue lo que pasó aquel 16 de Marzo del año 2014?
El 16 de marzo de 2014, Giuliana Peralta y su novio, Martín Benítez, se quedaron a dormir en el departamento de uno de sus amigos, Nicolás Pérez. Ambos, junto a Alexis Zárate, jugaban en el Club Atlético Independiente. Ese día, Giuliana se despertó con Zárate encima suyo: el jugador de fútbol la aprisionó para que no se moviera y la violó. Ella gritó, pero ni Benítez ni Pérez reaccionaron. Cuando logró salir de la casa, la trataron de persuadir para que no contara lo ocurrido: “Por favor no hagas la denuncia, hablé con él, golpealo todo lo que quieras pero no hagas la denuncia que nos cagás la carrera”, le dijo Benítez en un mensaje de texto.
A pesar de los intentos de los futbolistas de encubrir la violación, Giuliana, que en ese momento tenía 19 años, realizó la denuncia. Desde ese momento, tuvo que enfrentar la estigmatización a la que la sociedad y los medios de comunicación la expusieron, como suele suceder con las mujeres que deciden no callar los abusos y gritar contra el machismo que las revictimiza y ponen en duda su palabra. La señalaron con el dedo, la acusaron de “buscar fama”, y de inventarlo todo. Para el juez de garantías, Luis Carzoglio – cuyo hijo era vocal de Independiente – no fueron suficientes ni las palabras de Giuliana ni las pericias que las respaldaron. Es más, consideró que se trató de una relación sexual consentida y que no había pruebas para detener a Zárate.
El fallo de Carzoglio, no sólo desestimó las palabras de Giuliana, sino que la culpabilizó a ella y a su familia. En su resolución habló expresó: “el contexto en el que sucedieron los hechos, trasuntado a través de una juventud carente de formación y contención, rodeada muchas veces de promiscuidad, con la más ausencia total de necesarios controles por parte de los responsables de esa juventud” (familia, entidades deportivas, instituciones del estado).
El camino que transcurrió desde la denuncia hasta la acusación y sentencia reforzó la idea de que la justicia no sólo es arcaica, sino también machista. Las mujeres no sólo son responsabilizadas por el accionar de su abusador, sino también revictimizadas y condenadas por los prejuicios.
De acuerdo con lo declarado por la abogada de Giuliana, Raquel Hermida, quien tomó el caso en agosto de 2015, un año y medio después de ocurrida la violación, : “Tuve que desparalizar el expediente porque estaba muerto. ¿Qué es lo que trataban de ocultar? ¿Qué es lo que trata de hacer cada uno de los grupos económicos o políticos importantes sobre nuestra justicia? Esto viene encubriéndose desde antes, viene tapándose desde otros tantos jugadores de fútbol que fueron encubiertos en la liga. No es un juicio contra el fútbol sino contra quienes pretenden ejercer poder sobre la justicia”, declaró.
Claramente este caso logró sobrepasar todas las barreras impuestas por los distintos medios que encubrían el caso y por la estigmatización sufrida por Giuliana, que con mucho coraje llevó el juicio hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, no es la primera vez que se da un caso como este en el ambiente del fútbol, donde los jugadores se sienten omnipotentes y se desenvuelven como si nada los pudiera afectar y conseguir todo lo que quieren.
Algunos caso en la historia del fútbol con grandes figuras comprueban lo dicho donde a pesar de las denuncias nunca avanzaron a nivel judicial.
Un caso emblemático sucedido a principio de este año es el del ex jugador de Boca Juniors, Ricardo Centurión. Su ex pareja, Melisa Tozzi, denunció al delantero por violencia de género en la Comisaría de la Mujer de Quilmes debido a presuntas agresiones y amenazas que recibió del jugador. La denuncia está estancada y el futbolista se encuentra fuera del país jugando en el Genoa de Italia, sin ningún tipo de inconveniente.
Otro caso que resonó y, mucho, fue el del ex jugador de Boca y River, Jonathan Fabbro donde el testimonio de la ahijada fue dictaminado como altamente verosímil por especialistas. Según los dichos de la niña de sólo 11 años, Fabbro habría abusado de ella. Más aún, los abusos no habrían sido en una sola ocasión, sino sostenidos en el tiempo; habrían ocurrido durante al menos cinco años. Pero el show continúa. Mientras la causa avanza, Fabbro sigue como si nada jugando en el Lobos BUAP de Puebla, un equipo mexicano.
Entre silencios, concepciones arcaicas, complicidades, prejuicios y obligaciones, el fútbol continúa en su mundo. Si hasta Héctor “Bambino” Veira, quien fue encontrado culpable por el delito de intento de violación, estuvo once meses en prisión, y hoy su prontuario se convirtió en una simple anécdota jocosa.
Los códigos los protegen. Un manto de silencio se cierne sobre todos los partícipes del fútbol. Mientras la pelota ruede en el campo de juego y el espectáculo siga moviendo millones, ¿quienes preguntarán por aquellas víctimas que quedan en el camino?