Parece que fue ayer cuando la industria florecía posicionando a Brasil como octava potencia del mundo y el país se predisponía, desde su poder económico y su pertenencia al selecto grupo de los BRICS, a ser la locomotora que diera impulso al MERCOSUR. Parece que fue ayer nomás cuando 40 millones de brasileños salían de la pobreza.
El largo camino que puso al gigante de Sudamérica a la deriva comenzó con
Dilma fue destituida en 2016 acusada de “maquillar” las cuentas fiscales para esconder el déficit real, una práctica común en todos los presidentes, gobernadores y alcaldes del país vecino. La salida de Rousseff permitió la llegada a la presidencia de Michel Temer quien en poco tiempo puso patas para arriba el programa económico, político y social que el PT venía llevando adelante. A esto, el nuevo mandatario le sumo recientemente la militarización de las principales ciudades del país.
Este largo y sinuoso camino continuó con una fuerte campaña, primero mediática y luego judicial, con el objeto de minar la imagen y la reputación de Lula da Silva, el candidato con mejor intención de voto de cara a las elecciones de octubre próximo.
Tras los intentos infructuosos de involucrar a Lula en la causa del «Mensalao» – un mecanismo de sobornos a legisladores a cambio de apoyo político – la fiscalía logro involucrarlo en una causa por recibir sobornos de la constructora OAS para favorecer a éstas en sus negocios con Petrobras.
El soborno recibido, según el Juez Sergio Moro, habría sido un departamento triplex en Guarujá, con un valor cercano a 1,1 millón de dólares, que serían parte de los casi 26 millones de la misma moneda que el PT recibió por el negociado OAS-Petrobras. Sin embargo, nunca quedo fehacientemente probado que el triplex perteneciera al líder petista ni a su mujer, recientemente fallecida, Marisa Leticia.
En la causa no hay documentos que prueben la titularidad de la propiedad, ni que él hubiera estado en el lugar. Toda la evidencia se basa en la declaración del ex presidente de OAS, José Pinheiro Filho, quien se acogió al régimen de delación premiada, no sin antes estar más de seis meses en prisión sin que la causa se moviera, ni comenzará el juicio.
El diario New York Times, insospechado de populista, sostiene sobre la causa en una columna del 23 de enero de este año que: “la evidencia en contra de Lula da Silva está muy por debajo de los estándares que se tomarían como serios, por ejemplo, en el sistema judicial estadounidense”.
Así, y luego de ser condenado en dos instancias, el Supremo Tribunal Federal (STF) en una votación cerrada, 6 votos en contra y 5 a favor, decidió rechazar un recurso de habeas corpus abriendo la puerta para que el juez Moro solicitará la prisión de Lula, cosa que aconteció de manera casi inmediata al fallo. En medio de este escenario la imagen de Michel Temer no deja de caer hasta niveles paupérrimos y se espera que el recién renunciado Henrique Meirelles sea el candidato del PMDB.
Mientras tanto,emerge la figura de Jair Bolsonaro, un ex militar, racista y homofóbico que reivindica el golpe de 1964 quien se ubica segundo en intención de voto. Por su parte el PT se debate entre mantener o no, más allá de su condena a prisión, a Lula da Silva como candidato a la presidencia.
La opción de que Lula continúe siendo el candidato del PT hasta agotar las instancias judiciales parece la elegida. Pelear hasta último momento la posibilidad de la candidatura implica tener que esperar que el Tribunal Superior Electoral (TSE) la apruebe, cuestión difícil que se basa en la ley denominada de “ficha limpia” que contempla que nadie con una condena en segunda instancia podrá ser candidato.
El TSE tiene plazo hasta el 17 de septiembre para emitir un fallo. A tan solo tres semanas de la elección presidencial el PT debería impulsar otro candidato, suenan los nombres de Celso Amorin (ex canciller durante el gobierno de Lula) y Fernando Haddad (ex alcalde de San Pablo), con la esperanza de retener el 35 % de intención de voto que Lula posee y ubicarlo como favorito para la segunda vuelta.
Tal vez, el gran interrogante a esta altura sea ¿qué pasará si el candidato del PT, sea o no Lula da Silva, logra triunfar en las elecciones presidenciales?
Por Daniel Benavidez