Con la fortaleza y el empoderamiento, llegaron los caminos allanados, los miedos de los sectores más conservadores y hegemónicos. Palo, grito, violencia. Palos en el aire, en el Senado y en el Congreso. Palo en el Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Trans y Travestis. Palo en las marchas y concentraciones. Palo y más palo. Silencio y aprobación de quienes quieren devolvernos a la oscuridad de los hogares, la crianza y el cuidado. Las palabras más fuertes nos hicieron abrazarnos a la certeza de que el camino es el correcto, el indicado, pero también el más difícil.
Las palabras y el miedo, las decenas de muertes en manos del patriarcado en sentido estricto: ex parejas, parejas y familiares. Hombre nacidos, criados y crecidos bajo el mandato que sistematiza la violencia, la normaliza y la hace carne. Hombres que a las piñas, violando, acuchillando y asesinando consideran que su virilidad se fortalece y los hace más grande. Hombres con miedo a la mujer sin miedo.
A los femicidios, tanto directos como colaterales de hijos e hijas, se le suma la palabra de las miles de mujeres que afrontaron el dolor de años de silencio y culpabilización. Miles de mujeres abrieron la puerta para terminar con la invisibilización del abuso infantil intrafamiliar, el abuso sexual, físico, verbal y psicológico. La violencia patrimonial y simbólica volvieron a hablarse, pero no sólo en la academia, también en las redes sociales y los medios de comunicación.
A los abusadores, a los violentos, a los que se arrepienten de no haber sido lo suficientemente machos de habernos matado antes de que manchemos su reputación les decimos, con la frente en alto, que nada va a pararnos. Ni el dolor que vivimos durante años, ni las amenazas, ni las mentiras que nos quieren revictimizar, culpabilizar y hacernos sentir todo aquello que realmente no somos.
A los que se agarran fuerte al status quo y se oponen a la legalización del aborto les deseo la fortaleza suficiente para vivir y sentir lo que una sobreviviente de un aborto clandestino tiene para decir. Les deseo que aprendan a escuchar y entender la importancia del deseo a la hora de maternar.
Han sido días difíciles. Un año complejo para todas las personas que día a día trabajamos para arrancarnos la mierda que nos depositaron toda la vida. Un año que necesita terminar, para darnos otro con la misma fuerza y esperanza. Para que la justicia no sea una fantasía y la perspectiva de género sea una realidad. Para que se acabe el respeto por los machos violentos, asesinos de memoria. Para que el feminismo avance, crezca, se fortalezca y siga siendo algo que despierte más cuestionamientos y críticas.
Que se acabe la doble moral. Que los ídolos de otrxs sean tan cuestionados como lxs propios. Que los varones salgan de la palabra y comience la acción en las tareas del hogar, en la crianza, en los círculos familiares y de amigos. Que la complicidad se acabe y que la responsabilidad se asuma de una buena vez.
Si tu amigo pega y no decís nada; si tu amigo tiene una enfermedad venérea y es consciente pero tiene sexo sin protección igual; si tu amigo maltrata, grita, humilla y amenaza; si tu amigo le saca libertad a la persona que tiene al lado; si tu amigo vive tratando de locas a sus ex parejas para limpiar su moral; vos al callarte, acompañarlo y aprobar su actitud, sos igual de responsable.
Por un 2019 donde el «no es no» se entienda, que la educación sexual integral se fortalezca y se haga presente en la formación de niños, niñas y adolescentes. Que se hable de consentimiento, de anticoncepción y de abusos. Y que el aborto sea legal.
Que al patriarcado lo tiremos a la mierda. Despacito y a los empujones. Que se estrole contra el piso.
Que nos abracemos todas las que seguimos militando el feminismo. Y también aquellas que se empezaron a sumar. Es doloroso, pero no estamos nunca más solas.
Por un 2019 feminista.