La Educación Sexual integral es insuficiente si sólo apuntamos al cuerpo gestante y olvidamos al co-gestante. En múltiples situaciones no se trata simplemente de un par, de una pareja con la que se tiene relaciones consentidas. La violencia intrafamiliar, la sistematización de los abusos y explotación, vulneran derechos y las obligan a convivir con situaciones que no pueden elegir.
Las relaciones forzadas con un integrante de la familia mayor a la víctima se dan en un contexto de asimetría de responsabilidad y de poder. La coerción física -los golpes, la agresión sexual- y psicológica -amenazas permanentes- son algunas de las formas que se utilizan para concretar una violación.
Según una investigación realizada por el –ya viejo- Ministerio de Salud en conjunto con UNICEF Argentina, OPS/OMS y UNFPA Argentina, podemos hablar de un “embarazo infantil forzado” cuando “una niña (menor de 14 años) queda embarazada sin haberlo buscado o deseado y se le niega, dificulta, demora u obstaculiza la interrupción del embarazo”. En este sentido, también podemos referirnos a relaciones sexuales consesuadas, pero con desconocimiento de las consecuencias o prevenciones.
La realidad socioeconómica del país esgrima que los riesgos físicos y psicológicos durante el embarazo y el parto es mayor en niñas y adolescentes, entre ellos, muerte materna, infecciones, eclampsia (convulsiones), fistula obstétrica, parto prematuro y mortalidad neonatal. A ello, sumamos que el riesgo de muerte es mayor en países de medios o bajos ingresos. Argentina no sería una excepción.
En cuanto a la salud mental, el Comité de los Derechos del niño asegura que hay mayor riesgo de depresión y pensamientos suicidas en el transcurso del embarazo y el post parto en niñas y adolescentes.
Organizaciones que analizan el embarazo juvenil -UNFPA es una de ellas- aseguran que “un embarazo antes de la maduración física, mental y social tiene consecuencias de corto y largo plazo que afectan el derecho a una niñez y adolescencia sana comprometiendo las etapas posteriores del ciclo vital”.
En Argentina, hay regiones como el NOA que triplican la tasa de fecundidad temprana (entre los 10 y 14 años) de la media a nivel nacional. En Chaco, por ejemplo, se relevó la cifra más alta: cinco partos cada mil corresponden a una menor de 15 años.
En el Código Penal se considera que los niños, niñas y adolescentes menores de trece años no están, en general, en condiciones de prestar consentimiento sexual válido. “Constituye una protección frente al abuso de posiciones de poder y autoridad, a la falta de experiencia, y a la posible manipulación de la voluntad para acceder a conductas que no son realmente deseadas o apropiadas”.
Entre las razones por las que se conoce generalmente un embarazo adolescente, la más recurrente se debe a que agentes de la salud pública y de otras áreas, intentan (y muchas veces logran) obligar a gestar y parir bajo el marco del “heroísmo” de ser madre. No se piensa en un contexto de abuso, tortura y violencia, sino en coartar el derecho a decidir de una menor de edad.
En noviembre de 2018, una niña wichi (13 años) con desnutrición crónica fue sometida a una cesárea tras 28 semanas de gestación. Se encontraba en terapia intensiva porque tenía un cuadro de neumonía y anemia. Le negaron el acceso a una intervención legal del embarazo, ella y el bebé murieron.
Otro parto forzado y reconocido fue en la provincia de Jujuy. Una niña de 12 años fue abusada por un vecino de 60 años. Organizaciones en contra del aborto -incluso en situaciones que no son punibles- intentaron obstaculizarlo una interrupción segura y dentro de los marcos de la ley. Sin embargo, el tiempo siguió pasando y decidieron, lejos de respetar su decisión y la de su familia, realizar una cesárea para “salvar las dos vidas” poniendo en riesgo y sometiendo a una nena.
La cesárea se realizó y las mismas organizaciones decidieron bautizar al bebé como “Esperanza”. Entre sus planes, regalarla o saltar la burocracia de adopciones era más viable y respetar el cuerpo y la vida de una pequeña que fue utilizada como envase. La beba murió.