El 6 de abril de 1994, Ruanda comenzó a escribir la página más oscura y sangrienta de su historia. Los autores del hecho no pudieron ser determinados, pero aquel día comenzó la masacre.
Cuando el avión que trasladaba al presidente ruandés Juvénal Habyarimana se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Kigali, capital del país, fue derribado por dos misiles causando la muerte de todos los tripulantes.
A principios de los años 90, Ruanda contaba con una población de 8 millones de habitantes. El 89,9% pertenecían a la etnia hutus y el 10,1 % restante, a la etnia tutsis. Ambos grupos llevaban siglos de conflicto y la tensión era cada vez mayor.
Ruanda es un país ubicado en el centro del continente africano, que fue colonizado en primera instancia por Alemania y luego por Bélgica. Esto fue la primera etapa del enfrentamiento entre ambas etnias que se agravó luego de que, en 1962, se declarara la independencia del país. En 1990 se llevó a cabo la guerra civil encabezada por el Frente Patriótico Ruandés contra el régimen hutu encabezado por Juvénal Habyarimana, que fue la antesala del genocidio.
En agosto de 1993, Habyarimana y Agathe Uwilingiyimana, quien era primer ministra, comenzaron las negociaciones con el Frente Patriótico Ruandés, una guerrilla liderada por integrantes de la etnia tutsi.
Esto llevó a la firma de los Acuerdos de Arusha poniendo fin temporalmente a la guerra civil. Sin embargo, todo cambiaría apenas un año después con el asesinado de Habyarimana. Ante su muerte asumió la presidencia Agathe Uwilingiyimana, quien era la primer ministra hasta ese momento. Lo que nadie esperaba era que su mandato duraría un solo día. En la madrugada del 7 de abril, Uwilingiyimana fue asesinada a manos del Interahamwe, un grupo paramilitar integrado por supremacistas hutu, por órdenes del coronel Théoneste Bagosora.
Bagosora desplegó una gran cantidad de tropas del ejército por toda la capital y bloqueó los accesos. Nadie podía entrar ni salir. Así comenzó la masacre. Paramilitares, soldados y civiles armados recorrían las calles de Kigali asesinando a todos los integrantes de la etnia tutsi.
El Frente Patriótico Ruandés comenzó a realizar una estrategia con el objetivo de poner fin a esta masacre. Capturó una serie de ciudades de camino a Kigali y sumó cada vez más reclutas entre los sobrevivientes tutsi. Durante ese período, grupos de tutsis produjeron matanzas indiscriminadas contra hutus. El 4 de julio de 1994, se consumó la caída de Kigali y el fin del genocidio y la guerra civil. Por ese motivo, se instauró esa fecha como el Día de la Liberación.
Para finales de aquel año, todo el territorio nacional se encontraba en manos del FPR. El 8 de noviembre de 1994, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas creó el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) con el objetivo de procesar a los responsables del genocidio.
Además del procesamiento de los implicados en el genocidio, el gobierno ruandés tomó una serie de medidas tales como implementar programas educativos que enseñan la historia del genocidio y prohibir el uso público de los términos hutu y tutsi. Sin embargo, aquellas categorizaciones siguen existiendo y junto con ellas, importantes tensiones étnicas.
A pesar de que pasaron 25 años de uno de los mayores genocidios de la historia, poco se habla acerca de esa oscura época. Ruanda es para muchos, sólo un pequeño país africano con una gran desigualdad social y mucha pobreza. Por eso, es deber del mundo entero que todo lo ocurrido se cuente en las escuelas, en los libros, en los medios de comunicación y de persona a persona, porque es la mejor forma de un hecho como este, no vuelva a ocurrir.