La grave recesión y devaluación que se manifestó con fuerza promediando el 2018 habían logrado hacer tambalear al, gobierno, que acuso el golpe con unos cuantos movimientos de gabinete.
Sin embargo, es la figura presidencial la que absorbe todo el costo de los desmanejos a los cuales sometió a la sociedad: no hay generación de empleo, no hay inversiones, no hay previsibilidad ni estabilidad de precios, ni siquiera puede lograr que la gente tenga algo de dinero en el bolsillo para nutrir un deteriorado mercado interno.
En el exterior, la imagen no es mucho mejor: los tenedores de bonos de deuda argentinos -según fuentes periodísticas afines al gobierno- buscan deshacerse de dichos bonos ante la cercanía de un “abismo” que acecha la economía argentina, tal como lo público el periódico británico Financial Times
Ante este panorama, el crecimiento -por lo menos, en la imagen pública- de la senadora Cristina Fernández de Kirchner pone en jaque el armado político oficial que parecía mantenerse a salvo de los desbalanceos de la política.
Por las encuestas que maneja el gobierno, el malestar que reciben los funcionarios cada vez que se exponen ante un público real -y no actores-, y el peso especifico de la imagen de los candidatos, podría decirse que la candidatura de Macri solo se sostiene porque Vidal no tiene un recambio de peso en la Provincia de Buenos Aires.
Sin alguien en quien delegar la campaña en Buenos Aires, Cambiemos no puede descartar la candidatura del actual presidente sin exponerse a un desequilibrio que pueda ser aprovechado por la creciente unidad opositora bonaerense, que marque el principio del fin para la experiencia del PRO fuera de la Ciudad de Buenos Aires.