Pasó la noche en el Tribunal Oral Criminal n° 25. Se quejaba del maltrato de sus compañeros de celda, del sistema en sí. Hoy, se paró frente a todos y todas con un cartel que aseguraba «sin defensa, no hay justicia.»
Las siete denunciantes, que alzaron las voz dieron el presente.
Sus abogados expusieron sus alegatos y pidieron su inmediata liberación. También, en caso de que eso no suceda, se burlaron de las víctimas pidiendo, casi con un por favor, que en caso de sentenciarlo, sea la pena mínima. ¿Por qué alegaron su inocencia y exigieron su inmediata libertad si siquiera consideran que eso sea posible? Quizás porque Cristian ya tiene una sentencia de 48 años.
Frente a jueces, abogados, periodistas y víctimas, comenzaron las últimas palabras del acusado.
Entre sus palabras aseguró:
«Estoy convencido de que antes de que comenzara el juicio yo ya estaba condenado. Soy un condenado mediático.»
«No soy violador, no soy un abusador y no soy un violento. Ellas no pueden sostener sus miradas conmigo. Yo quiero el careo, que me miren a los ojos y me digan si las violenté.»
Tras la lectura de un pasaje de la Biblia, concluyó: «yo defiendo mi verdad, si no fuera así ya estaría ahorcado.»
En la lectura del veredicto, Cristian pidió no estar. Sus defensores, Robbio y Durand, escucharon la sentencia de 22 años de prisión por abuso sexual. La condena deriva de cuatro casos comprobados. Tras 14 meses, se gritó justicia.