En Argentina, más del 33% de los habitantes se encuentra debajo de la línea de pobreza. El hambre existe, nos atraviesa y recorre. Aumentó la gente sin techo ni pan y no hay más que desidia estatal.
El hombre que mataron dos custodios no es ajeno a esta realidad. Se llevaba sin pagar un chocolate, un aceite y un paquete de queso. Ese fue su delito y sentencia. Dos trabajadores del hipermercado resolvieron golpearlo sin cesar tras recuperar la mercadería. Empezaron dentro del local, continuaron en la calle. Lo mataron. Lo dejaron morir. Una vez sin fuerza y desvanecido, lo arrastraron a una vereda vecina. Tuvo un infarto que correspondió a la violenta paliza.
Luego del hecho, se supo que su nombre era Vicente y que padecía demencia senil. Nadie intentó salvarlo, sólo una persona que pasaba e intentó reanimarlo. La policía se limitó a mirar. Los vecinos también. Luego de golpearlo, ninguno de los custodios llamó una ambulancia, lo dejaron ahí.
Los custodios están arrestados bajo el delito de «homicidio». La investigación de la causa se encuentra en el juzgado Criminal y Correccional 33.
En las calles, la violencia crece junto a la impunidad. Hace pocos días, un policía golpeó en el pecho a un hombre de cuarenta años y lo mató tras causarle un traumatismo de cráneo. Lo respaldó Bullrich, la Ministra de Justicia. Ayer quedó libre.
La empatía parece no existir y las muertes banales abundan frente a la violencia institucional, estructural y sistemática. Ninguna vida vale. Ninguna muerte preocupa. Hay ladrones de traje que fugan capitales y ladrones con zapatillas y joggin que sólo quieren comer. Pero al primer grupo se lo justifica y al segundo se lo condena.
¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto más?
Los vecinos de San Telmo organizan una protesta para esta noche.