Por Lic. Cintia Bujan. Egresada de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Especialista en Psicoanálisis. M.P 74447. M.N 64032.
Cuando hablamos de lo traumático en el área psicológica nos referimos a un hecho inesperado, que irrumpe y conmociona nuestra vida cotidiana. El trauma es un evento frente al cual no tuvimos el tiempo de anticiparnos. Hoy en día nos encontramos en un contexto donde todo lo que nos da un orden, un equilibro a nosotros y a nuestra vida, quedó puesto en suspenso a partir del virus COVID-19.
Nuestra rutina ya no es y no puede ser la misma, nuestros afectos están lejos y nuestra vida social dejó de ser en las calles para ahora ser vía Zoom. Todos estos cambios nos producen angustia y nos dejan parados cara a cara con ella.
¿Qué hacer con esta angustia?
A raíz de esto, lo que se observa en la modernidad, a nivel colectivo, es la aparición de otro reparador. Es decir la figura de un otro que viene a prestarnos un discurso reparador para poder elaborar algo de lo que pasó. ¿Y en qué nos ayuda esto? Nos ayuda a que la angustia que nos desborda no se rellene con exceso de trabajo, fármacos, exigencias de actividades, estudios, cursos y demás.
Por otro lado, el discurso capitalista nos propone sacar provecho del tiempo libre de la pandemia, que seamos productivos, que hagamos como si nada pasara. Es entonces donde aparece desde afuera una presión y una exigencia a ser productivos y hasta más productivos que antes. Hacer mil vivos de clases de yoga, todas las recetas de cocina, consumir material de manera constante para mantenernos activos y en movimiento. Pero ¿realmente podemos llamar tiempo libre a este tiempo que se generó por la pausa de proyectos a largo y corto plazo? ¿Qué costos tiene sobre nuestra subjetividad sostener ese ritmo de productividad?
Parar, sentir y pensar
Quizás sea necesario frenar, parar, quedarnos quietos para sentir y pensar. Quizá lo productivo no sea darle lugar a todas esas actividades que nos propone la virtualidad y lo productivo se relacione con dar lugar al sentir y al encontrarnos a uno/a/e en su singularidad. Quizá lo productivo sea cuestionar este empuje constante de llenarnos de cosas, tanto material o actividades que hacen que nos alejemos de nosotros mismos.
No hay una salida correcta o incorrecta, este momento puede ser una invitación a encontrarnos en la singularidad de cada uno/a/e, con nuestros tiempos, nuestras pausas. Y ahí realmente decir, “che que bueno sería aprender astrología por internet” o “¡Uy que ganas de hacer una clase de yoga!”. Descubrir un interés no desde una presión social sino desde un lugar que nos permita sobrellevar, sin negar, taponar ni rellenar de cosas efímeras, esta cuarentena.
Ismael Serrano dice en una canción “si se callara el ruido podríamos oír la lluvia caer”. Si lográramos callar estas exigencias del afuera, podríamos oírnos un poco más a nosotros/as/es.