Ningún deseo nace paki. Te tatúan el binarismo en una sala de parto o quizás mucho antes de eso. Nombres, colores, el tipo de ropa que usas, el largo de tu pelo y vos absorbes cada una de esas limitaciones del género que te condiciona a cumplir con determinados patrones.
La heteronorma nos hace outsiders cuando no cuadras en los marcos que te pide la sociedad, que te pide tu familia, cuando sentís que te quedas afuera por no haber adquirido ciertos comportamientos que hacen «los chicos» o «las chicas». Esa ropa podés usar, esa ropa no, ese corte sí, ese corte no, si rancheas mucho con varones sos machona, si sos varón y rancheas con mujeres sos un maricón. El check list del género lastima, mata, discrimina, persigue y reprime.
La heteronorma hegemoniza la forma de sociabilizarnos, te prohíbe, te culpa, te incita a que te arregles porque vos sos el problema. Escribo, pongo palabras, desde el lugar que me convoca y me pregunto: ¿alguien me prohibió ser lesbiana? No, nadie lo hizo directamente, pero las normas me abrazaron tanto como hoy me siento abrazada por la bandera multicolor, me arrastraron a la insistente y desesperada necesidad de ser lo que otres pretendían que sea, corrí una carrera con mis deseos que perdí, me frustré más de una vez cuando la película que me contaron en Disney tenía otro final.
¿Qué es salir del clóset? ¿Qué es el orgullo? La reivindicación desde la identidad sexual que a cada une nos convoque porque lo que no se nombra, no existe, y quienes desertamos de la norma, quienes bailamos entre toda esa caravana de personas a puro glitter, a pura revuelta y quienes pedimos por la ampliación de derechos, existimos. Todos, todas y todes vivimos, transitamos, transcurrimos de distintas maneras ese momento de dejar la heteronorma y sumergirnos en la hermosa sensación de vivir nuestras identidades libremente.
Somos conscientes que para muchos, muchas, muches, ese proceso no es fácil, no es sin violencias, no es sin el odio, no es sin la represión de la sociedad, no es tampoco sin nuestra propia repulsión a lo que sentimos. La heteronorma mata, lastima, daña y nos condena a vivir bajo la premisa de un orden establecido e inalterable, y para quienes el camino es más fácil, es porque atrás estuvieron otros, otras, otres que abrieron paso. Por ellos, ellas y elles, seguimos luchando para ponerle fin a la transfobia, a los travesticidios y a la violencia por razones de género.
En este día y cada día nos reivindicamos disidentes, celebramos sabernos deseoses de un placer que ya no reprimimos y por rompe sus cadenas.
En este día y cada día: el orgullo es la revuelta de sabernos desertores de la norma.