Hoy, diez años después de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, es difícil pensar una Argentina que debate quién y cómo casarse. Es impensado hoy, 2020, obstaculizar el acceso a una unión legal por una cuestión de orientación sexual.
El camino se hizo largo. Por primera vez se puso el foco en el deseo y la necesidad de una comunidad entera: la LGBTIQ+. El Estado reconoció la lucha colectiva, aquella que debió enfrentar un sinfín de obstáculos. Reconoció y brindó un derecho que desmarcó la idea de la pareja heterosexual y lo puso sobre la mesa.
Miremos hacia atrás, ¿qué vemos? Un país, el primero en América Latina, que aprueba la Ley de Matrimonio Igualitario (26.618). Fue un 15 de julio de 2010, exactamente diez años atrás. Pero, ¿qué decían los que se oponían? ¿Cómo se logró que una necesidad se vuelva un derecho?
El debate fue feroz. Incluso, se consideraba polémica a la iniciativa. Monseñor Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata, tenía su estrategia:«los tratados de derechos humanos que tienen jerarquía constitucional reconocen el matrimonio como la unión del hombre y la mujer». Además de otra curiosa frase: «No hay un rechazo a las personas homosexuales, a quienes la Iglesia siempre recibe, pero el matrimonio es una institución proyectada al bien común y no destinada a los sentimientos individuales«.
Curiosamente, es un argumento propicio para las relaciones forzadas donde el amor no era un condimento. De hecho, los matrimonios por amor son sucesos muy recientes que se establecieron en el mientras tanto, cuando el divorcio empezó a ser una posibilidad y el casamiento una decisión.
El camino a la Ley de Matrimonio Igualitario (26.618)
El matrimonio igualitario empezó a debatirse en la década del ’90. Organizaciones LGBT presentaron proyectos de ley que no tuvieron éxito. En 2002, la presión comenzó a crecer y la Legislatura de Buenos Aires promulgó una ley (1004) que establecía uniones civiles entre parejas del mismo sexo, siendo la primera ciudad de la región en hacerlo. La ley garantizaba algunos derechos: incorporarse a la obra social y visitas médicas, pero desestimaba la adopción y la herencia. De cara al 2010, varias ciudades aprobaron leyes parecidas. En 2005, se presentó una Ley de Unión Civil Nacional ante el Congreso que incorpora todos los derechos, incluso el de adopción. Sin embargo, perdió estado parlamentario en 2006 por no ser tratada.
En 2009, la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y la Federación Argentina LGBT (FALGBT), con el apoyo de organizaciones en todo el país, lanzaron una campaña nacional en pos del matrimonio igualitario. La CHA fue una de las organizaciones más persistentes e incluso, la impulsora de varias leyes previas a la reconocida ley 26.618.
En noviembre, una jueza de la Ciudad de Buenos Aires falló en contra de una pareja homosexual que quería acceder al matrimonio igualitario. «Conseguir un matrimonio igualitario era inconstitucional», hasta ese momento. Posteriormente, una jueza declaró nulo el fallo y la pareja fue la primera en contraer matrimonio a finales de diciembre en Ushuaia.
Para mayo de 2010, la Cámara de Diputados aprobó una combinación de leyes que proponían modificar el Código Civil con el objetivo de que las personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio. Dos meses después, el 15 de julio de 2010, el Senado aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario.
Tras entrar en vigencia el 1 de agosto de 2015, el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación establece: «Ninguna norma puede ser interpretada ni aplicada en el sentido de limitar, restringir, excluir o suprimir la igualdad de derechos y obligaciones de los integrantes del matrimonio, y los efectos que éste produce, sea constituido por dos personas de distinto o igual sexo».
En ese instante, bajo esa norma, la necesidad se volvió un derecho. Y ese derecho hoy cumple 10 años.