Cada 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico. Aquello que, muchas veces, minimizamos. La construcción del ama de casa, una mamá que permanentemente cuida de sus hijos e hijas, cocina, limpia, plancha. Una mujer que mantiene el hogar impecable y que, si tiene suerte, tiene «la ayuda de su pareja». Mientras algunos sectores sostienen que es una tarea de mujeres que puede hacer cualquiera, el tiempo, la energía y el valor de las labores debe significar más que amor. La idea abstracta, feminiza la tarea y la precariza. Este contexto de pandemia, expuso la doble jornada laboral, la informalidad y los despidos.
En 2011 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aprobó el Convenio 189 que establece que una empleada o empleado doméstico es «toda persona, de género femenino o masculino, que realiza un trabajo doméstico en el marco de una relación de trabajo». En marzo de 2013, en Argentina se sancionó la Ley 26.844 sobre el “Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el personal de Casas Particulares”.
La ley argentina respalda todo trabajo realizado en casas particulares, prestación de servicios o tareas de limpieza, mantenimiento, asistencia personal, acompañamiento y otras actividades relacionadas. Ello incluye, además, el cuidado no terapéutico de personas enfermas o con discapacidad que requieran asistencia personalizada.
El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) puso luz en aquellos lugares que nos negamos a ver. El impacto de la informalidad y las irregularidades propias del mercado laboral dejan entrever la situación. A ello, se suma los bajos salarios dentro del mercado, y la absoluta diferencia entre los trabajadores y trabajadoras. El trabajo doméstico cuenta con un 95% de mujeres, lo que significa un alta disparidad.
Las mismas afectadas de siempre
La pandemia complejizó la situación de las mujeres en general y el trabajo doméstico, en particular. La doble jornada laboral, el empleo remunerado y el que no, aquel que implica crianza y las tareas del hogar. El rol de las mujer se construyó sobre los propios cimientos de la feminización de las tareas. A ello se lo determina por la baja productividad en relación a los hombres que, curiosamente, aumentaron la productividad laboral en más del 20% de los casos.
En la Provincia de Buenos Aires, en 2019, se percibió que el 97% del personal de casas particulares son mujeres. De ese porcentaje, el 71% trabaja desde la informalidad. Mientras que el 46% no cuenta con cobertura médica, obra social, mutual, prepaga ni servicio de emergencia. Asimismo, el 23% del personal tiene ingresos inferiores al Salario Mínimo, Vital y Movil.
De hecho, el 55,7% de las personas beneficiadas por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) son mujeres. Del sector con menores ingresos, siete de cada diez son mujeres. Entre los datos oficiales, 272 mil trabajadores de casas particulares fueron beneficiarias del IFE.
La situación es distinta frente a las personas que deban asistir a personas con discapacidad, respetando restricciones generales y con el permiso de circulación.
Sin embargo, el alto porcentaje de informalidad impide a muchas empleadas de casas particulares acceder a los derechos laborales básicos. De hecho, gran parte de asistencia estatal sirve para disminuir la desigualdad.