Luego de la victoria de la fórmula del MAS, Arce-Choquehuanca, El Numeral conversó con el sociólogo egresado de la UBA, Álvaro Espejo. Analizamos los resultados de las últimas elecciones y la diversidad cultural, regional y social de Bolivia.
¿Qué análisis se puede hacer de la situación política actual en Bolivia?
La única forma de hacer análisis políticos es remitirse a hechos históricos que nos condujeron a este momento. Hay que tener en cuenta, por lo tanto, que Bolivia es un país muy heterogéneo; que cuenta, por un lado, con un gran sector productivo minero, sindicalizado en la gran mayoría de sus trabajadores; por otro, un campesinado rural, que tiene sus principales centros de organización en Cochabamba -el lugar de donde es Evo-; y también, muy distinto, los sectores urbanos de la capital Santa Cruz (siendo esta, una de las ciudades más ricas del país), comerciantes. La demografía del país está distribuida de diferentes maneras, y los escenarios políticos cambian en función de que sectores de la población tienen más protagonismo en la balanza de las fuerzas sociales.
Por lo tanto, la victoria de Arce no solo refleja la consagración de un modelo social que piensa las identidades indígenas como sujetos de derecho por parte del Estado Plurinacional boliviano, sino también la lucha contra las nociones coloniales que se han manifestado y profundizado como respuesta ante esta emergencia. Nos muestra, por un lado, la victoria de la democracia por sobre el gobierno de facto, de las multitud de voces -en su mayoría, campesinas, Aymaras y Quechuas- sintetizadas en un proyecto de gobierno, antes que a la violencia encarnizada en las calles e instituciones. Hay consensos y mayorías que encuentran a la democracia como la única herramienta para la convivencia política y social en ese país.
Hay consensos y mayorías que encuentran a la democracia como la única herramienta para la convivencia política y social en ese país.
Lo que fue conocido como “la revolución de las pipitas”, es decir, el derrocamiento al gobierno del MAS en 2019, profundizó cierto odio racial desde los sectores más conservadores de Santa Cruz para con los paceños y “coyas” campesinos.
El polo minoritario, muchas veces, parece mayoría más por su intensidad y virulencia con la que discursiva y físicamente excluye y violentan a ciertos grupos sociales, más que por su vocación de construir consensos. Pareciera que la carta utilizada por la presidenta de facto Añez sobre la deslegitimación de Evo Morales no fue suficiente para traducir votos democráticos de la derecha conservadora, ni proyectos políticos acordes a las demandas. Un factor clave, por lo tanto, es que la “derecha” boliviana tuvo una mala lectura, pensando que echando al líder más popular del país -Evo-, podía gobernar y ganar elecciones. Y por otro lado, el polo mayoritario, que ha ganado por más de 20 puntos, ha sabido reconstruirse desde otras fuerzas sociales, proponiendo proyectos para pensar a Bolivia desde otros desarrollos posibles, y ampliando la barrera de un Estado plurinacional, que reconoce la multiplicidad de identidades que lo conforman.
¿A qué factores se le puede atribuir el triunfo de la fórmula Arce-Choquehuanca?
Principalmente, hay que tener en cuenta dos procesos que se dieron en simultáneos. Por un lado, la reconfiguración de liderazgos políticos dentro del MAS fue una pieza clave. Arce-Choquemehuanca son liderazgos nuevos. Arce, que había tenido un perfil más técnico como ministro de Economía durante 10 años en el gobierno del MAS, pero que ahora había sabido adentrarse en la arena del gran arco político, recibiendo apoyos intersectoriales. Y Choquemehuanca, que fue ministro de relaciones exteriores durante el primer gobierno de Evo Morales, tiene trayectorias políticas también en el campesinado boliviano. Sin embargo, aparecieron también nuevos dirigentes sociales que representaban sectores grandes de la sociedad boliviana. Uno de esos casos, por ejemplo, es el de Andronico Rodriguez, sucesor de Evo Morales en el sindicato de cocaleros.
La victoria del MAS no solo se explica por la gran campaña que se hizo desde el propio partido, sino también por el deterioro de imagen que tenía el gobierno de Jeanine Añez. El contexto mundial, por supuesto, contribuyó a que caigan las exportaciones de minerales -una de las fuentes más grandes de riquezas del país- y las políticas de salud que se tomaron desde el gobierno interino, comprobaron el déficit institucional que manejaban en el Palacio Quemado. Ni hablar de la nula capacidad para gestionar una estructura estatal del país por parte del gobierno de facto. Y un año puede ser demasiado corto para generar cierta legitimidad social si llegas al poder sin un proyecto de gobierno.
¿Qué escenario abre la derrota de Añez y de los demás opositores del MAS?
Principalmente, creo yo, abre la construcción del consenso en un país que hasta no hace tan poco había sufrido violencia en las calles, levantamientos, golpes a dirigentes del MAS.
Las nuevas derechas -si es que podemos caracterizarlas así- necesitan del caos y las crisis de representación para que la democracia sea puesta en jaque. La conflictividad social, siempre, es su zona de confort, para que, en otras palabras, haya consensos a la hora de sacar gobiernos mediante medidas antidemocráticas. Son escenarios frecuentes que han suscitado en países latinoamericanos, y que su discurso se nutre de la cultura del odio al Estado. Sin embargo, la victoria del pasado domingo por parte del MAS, muestra que la oposición subestimó al pueblo boliviano -o su gran mayoría-. Lo más importante, me parece, es que la oposición comience a jugar los juegos de la democracia, reconocer sus límites, errores y aceptaciones.
Las nuevas derechas -si es que podemos caracterizarlas así- necesitan del caos y las crisis de representación para que la democracia sea puesta en jaque.
El futuro político
¿Cómo se reconstruye la democracia después de meses de un gobierno dictatorial?
En el libro biográfico sobre Evo Morales, Martin Sivak, detalla no solo sus grandes aspectos personales, su trayectoria política desde Cochabamba en el movimiento cocalero y los inicios del MAS, sino que también describe la dura marcha que ha tenido el pueblo Boliviano en toda su historia, para consagrar democracia de y para el pueblo.
La palabra democracia nos recapitula a comprenderla según territorios específicos y culturas particulares. La democracia, en este sentido, no puede ser tal sin un “Estado Plebeyo” -concepto acuñado por Álvaro García Linera-; es decir, no es solo un símbolo y responsabilidades cívicas y políticas para las elecciones de dirigentes por parte de ciudadanos; sino también, la democracia necesita de la articulación entre instituciones del Estado junto con amplios sectores de la sociedad civil. Territorializar la democracia es la tarea más difícil, y eso tiene que cristalizarse en políticas que fomenten – en el caso de Bolivia- la igualdad de condiciones, reconocimiento de pueblos originarios como sujetos de derechos, desconcentración de tierras, de riquezas, etc.
Lo que hay que garantizar es que la idea de democracia
El gobierno de Jeanine Añez, evidentemente, tuvo las intenciones de desintegrar ese orden democrático, demonizando, proscribiendo, echando a dirigentes del partido del MAS. Sin embargo, la trayectoria de una estructura social consciente de sus derechos, limitó a la derecha boliviana a través de las urnas.
Para democratizar una sociedad, no alcanza únicamente con direccionar verticalmente políticas desde las instituciones. Sino también -algo que el MAS lo ha sabido hacer muy bien en años anteriores- construir dirigentes intermedios, trabajar desde diferentes ámbitos con sectores productivos de la sociedad; crear comunas, atender demandas heterogéneas, generar consensos para el fortalecimiento del país. El problema más grande que tiene el gobierno del MAS para reconstruir la democracia son las fuerzas de seguridad. Por lo pronto, al ser ellas las mismas garantes del orden, son más proclives a los cambios. Y, como sabemos, el gobierno de facto ha impulsado políticas de represión masiva a la sociedad civil, acrecentando también su poder dentro del submundo estatal al que pertenecen.
El problema más grande que tiene el gobierno del MAS para reconstruir la democracia son las fuerzas de seguridad. El gobierno de facto ha impulsado políticas de represión masiva a la sociedad civil, acrecentando también su poder dentro del submundo estatal al que pertenecen.
Es necesario pensar formas de intervención progresistas en esas fuerzas como un desafío para este gobierno. Se deben garantizar órdenes democráticos aceptados por toda la población. Y, sobre todo, institucionalizar la democracia como único y viable régimen para que no ocurran ni más destituciones ni más gobiernos de facto.
Un punto clave que va a tener el nuevo gobierno es revertir los conflictos internos que ha tenido durante años anteriores. Por ejemplo, las trabas de negociaciones colectivas con la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. Las mismas fueron una de las causas también para la pérdida de apoyo popular de Evo en su último mandato. Quizás, no solo haya que rever las formas en las que se gobierna, sino también como poder encauzar esas demandas desde diferentes sindicatos, asociaciones, movimientos sociales, partidos, etc. Se necesitan proyectos concretos que los una y motive para trabajar en conjunto desde esas intersecciones.
¿Qué panorama abre este triunfo a nivel regional?
Casi todos los dirigentes progresistas latinoamericanos han felicitado a Evo Morales, al MÁS, y a la fórmula Arce-Choquehuanca. Eso también hace pensar si se mueve la balanza en este “década en disputa” de nuestra región, algo que ha caracterizado coherentemente Alfredo Serrano Mansilla.
Próximamente será el plebiscito en Chile para la creación de nueva constitución en el país; elecciones legislativas en Perú y Venezuela, elecciones presidenciales en República Dominicana. Ya hay muchos, como Atilio Borón, que intuyeron un efecto dominó por parte de este triunfo electoral en Bolivia. Sin embargo, son aproximaciones muy difíciles predecir con tanta anterioridad. Quizás sea necesario decir que esta contundente victoria en Bolivia por parte del MAS, modifica el amperímetro político de otros países. Hay que ver si, efectivamente, pueden restablecerse lazos comerciales, políticos e institucionales, creando comercios regionales propios, reforzando la convivencia democrática y proponiendo modelos de desarrollo acordes a las nuevas demandas del continente.
El “empate hegemónico” va a seguir siendo empate mientras sigan gobernando Bolsonaro, Piñera, Lacalle Pou, Duque Márquez. Pero, al menos, para quienes somos más soñadores, la victoria del MAS en Bolivia nos da una bocanada de aire fresco.