Todos los testimonios son reales, vividos en carne propia, pero no todos los nombres son reales. Para cuidar a quienes accedieron a contar su historia y para darles el lugar a compartir eso que vivieron y guardaron por mucho tiempo en sus entrañas, decidimos resguardar su identidad.
Compartimos la tercera parte.
Testimonio 13: Un pañuelo verde para estar tranquila
Yo aborté con Misoprostol el año pasado, en Rosario. Creo que era el de producción local que no tiene diclofenac porque fue oral, no me durmió la boca. Tres tomas espaciadas de 4 pastillas cada ciertas horas.
En Rosario hay protocolo, fui al hospital público de mi área. La mujer de la guardia me atendió con la mejor, el nivel de estrés que tenía me bajó bastante cuando vi en su puerta un pañuelo verde. Me hicieron estudios antes y después, gratis (análisis de sangre y eco) me dieron todas la guía y el misoprostol. No me juzgaron ni preguntaron nada, o no lo noté, pero estaba aterrada. Además, tengo quistes y escuché que era peligroso.
Casi me hago muy mal con los analgésicos (al borde del desmayo y mucha fiebre). Me acompañó mi ex, que contextualmente me violentaba de una manera que terminó en el embarazo en sí. Mucho dolor en la segunda toma (el peor que sentí en mi vida), sentí miedo de llamar a emergencias o que se complique. Por suerte no pasó. Después fui a que me revisen y me dejen tranquila, confirmando que estaba todo bien.
Quiero eso para todxs, que pueda ir al hospital y les cubran los estudios, los medios y puedan salir de eso bien, acompañadxs, lo mejor posible, y si se complica que no sea un estigma. Quiero que todxs tengan la misma suerte que yo si les llega a pasar.
Testimonio 14: Nunca sola
En diciembre de 2016 estaba en la ciudad de Azul porque pasaba navidad en lo de mi papá. Unos meses atrás había dejado las pastillas anticonceptivas porque me hacían mal. Mi novio en ese momento no quería usar preservativo, ya venía mal esa relación, era violento conmigo y lo seguía siendo.
Después de navidad como no me venía, decidí hacerme un test. Estaba con mi hermano del medio y su novia en la casa de mi papá. Yo presentía que podía ser positivo, era raro en mí el desequilibrio y sabía que no me cuidaba, claramente dio positivo. Lloré mucho.
Hablé con una amiga que militaba en ese momento en Socorristas en red, me dijo que me haga una eco para saber de cuánto estaba y así saber cuándo podía tomar Misoprostol. Me brindó mucho amor y acompañamiento. Esa misma noche le conté a mi papá, me dijo «y bueno seré abuelo de nuevo» (mi hermano mayor tenía dos hijxs ya), le dije que no quería seguir adelante con el embarazo y me abrazó. También me preguntó qué teníamos que hacer.
Al otro día fuimos a una clínica para hacerme la ecografía. Mi amiga me dijo que podía pedir no ver ni escuchar. Mi papá miró y me tuvo la mano en la camilla. Estaba de 4 semanas, me faltaban 8 para poder tomar las pastillas, un sufrimiento. A los días me fui a mi ciudad de origen (Esquel, Chubut) donde estaba mi mamá. No sabía cómo contarle, pero llegué y a los 5 minutos le conté, lloramos y me acompañó.
Mi novio en ese momento estaba en la ciudad e intentaba «acompañarme», hacía todo peor e incómodo, unos meses después pude separarme.
Tuve que esperar para comprar y tomar las pastillas, en el medio me fui al norte con mi papá y hermano. Solo tenía náuseas y quería que pase rápido el tiempo. Cuando llegó el momento, conseguí las pastillas en una sola farmacia en otra ciudad, en La Plata no vendían. Estaba Macri y la persecución por la compra de misoprostol era más fuerte que en otros tiempos y mucho más caro. En ese año, 2017, estaba alrededor de $2.000.
Lo intenté con pastillas 2 veces y no funcionó, nunca supe por qué. Fui a un médico ginecológico que realizaba abortos de manera segura, con perspectiva de género y mucha contención. Primero me hicieron una entrevista para saber los motivos y me explicaron que los motivos que tenía eran contemplados por la ILE. No era nada ilegal. Me dijeron que no tenga miedo y me dieron turno para la práctica. Fue con sistema ameu, de aspiración. Ese día fui con mi mejor amiga, mis dos hermanos, mi ex. Nos dejaron estar a todxs en la sala de espera. Incluso, nos dieron una pieza aparte porque éramos muchxs, también llegó mi cuñada con mis sobrinxs.
La intervención fue rapidísima, sin dolor. El médico me explicaba todo. Duró 10 minutos, fue más la espera y el reposo después de la intervención que la práctica en sí misma. Salimos y nos fuimos a lo de mi hermano mayor a cenar. Por suerte no me juzgó nadie de mi familia.
Por último, me hicieron estudios y me ofrecieron un método anticonceptivo de manera gratuita.
Testimonio 15: Miedo de que algo salga mal
Aborté en 2017. En ese momento estaba en pareja y me acompañó a lo largo del proceso. De hecho, fue quien me contactó con una integrante de la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir que me explicó, contuvo y ayudó a abortar.
Conseguir las recetas fue fácil, no así el Misoprostol. En las farmacias nos miraban re mal. Finalmente lo compramos en la Mutual Sentimiento.
Tuve que hacer el procedimiento dos veces porque la primera, por vía oral, no funcionó. La segunda fue por vía vaginal y sí dio resultado. Sinceramente, si bien estaba decidida a interrumpir mi embarazo, tuve mucho miedo de que me pase algo malo (desangrarme, ir a una guardia y que me denuncien, terminar presa), por lo que lo viví con un alto grado de angustia. Cuando el contexto es tan hostil y las amenazas sobrevuelan, no podés estar del todo tranquila.
En lo personal, creo que la Ley de IVE con las modificaciones que plantearon ayer, no va a facilitar el acceso a TODAS las personas. En ciudades grandes donde hay más opciones para elegir, vaya y pase, pero en las provincias va a ser muy complicado. Espero de todo corazón que esta Ley inicie una mejora real y efectiva en las condiciones de acceso al aborto para todxs.
Testimonio 16: Acompañar a la distancia
Fue septiembre del año pasado. Una tarde me llama muy agitada mi abuela para preguntarme si podía hablar con mi prima (32), con quien no tenía mucho contacto. Me pidió que la ayude con un problema porque «yo sabía de eso». La llamo y me cuenta que estaba embarazada. No sabía exactamente de cuánto, pero que lo iba a abortar. Maternar nunca fue una opción para ella, por lo que la decisión estaba tomada de antemano. La verdad es que yo con 20 años y algunos de militancia tenía una noción, pero no sabía en detalle qué hacer ni a dónde indicarle que fuera.
Me intenté comunicar con socorristas de distintas zonas, comunicadoras sociales y amigas trabajadoras sociales. Logramos conseguir un hospital en zona Oeste del GBA, donde la atendieran e indicaran el Misoprostol. Fue con el novio, en el horario que le indicaron porque había «un médico que la iba a atender bien». A pesar de eso, conseguir los comprimidos fue complicadísimo y significó dinero con el que no contaba. Incluso después, cuando inició el proceso, decidió hacerlo sola en su casa, ya que la pareja tiene chicxs y no había un lugar donde estar tranquila. Como en tantos otros se complicó, porque no logró completar el proceso y los días seguían pasando y el riesgo, aumentando.
Constantemente estábamos hablando, haciendo de oído con ella y con la familia, a pesar de no poder ayudarla en persona. Después de 3 o 4 días, volvió al mismo hospital, donde le hicieron una ecografía y se pudo ver que el procedimiento estaba incompleto, por lo que le hicieron un raspado. Esa misma noche volvió a la casa y nadie volvió a hablar del tema, como si nunca hubiera pasado.
Testimonio 17: Decidida y sin remordimientos
Tenía 19 años, de novia hacía 5 y en 1er año de la facultad. Cuando me enteré, vivía con mis viejos. Nunca barajé, ni mínimamente, la posibilidad de continuar el embarazo. Mi ginecóloga me derivó a una doctora que hacía la intervención quirúrgica en su casa. Tuve una consulta previa, me mandó a comprar medicamentos (antibióticos) y me dio una pastilla para tomar unas horas antes del procedimiento. Me cobró $1000 (año 2001) que tuve que, literalmente, robarle a mis viejos. No sé si nunca se dieron cuenta o nunca dijeron nada.
Hoy miro para atrás y me recuerdo entrando sola a esa casa oscura sin que nadie sepa más que mi novio y me parece una locura. Pero estaba superada por la ansiedad y no medí ninguna consecuencia. Ahí me puse una bata y me acostaron en una camilla. Era la ginecóloga y una anestesista. Ambas con miradas dulces pero casi sin hablarme. Me dormí. Me desperté sola en una habitación oscura de la que salí medio a los tumbos. Todo había terminado y yo estaba bien. El alivio era enorme. Me esperaba afuera mi novio. Nos fuimos a merendar y volví a mi casa como si no hubiera pasado nada
Los meses siguientes fueron horribles. Tenía pesadillas, mucha ansiedad social. Bajé 15 kg. Nunca me arrepentí, pero una parte de mi me señalaba eso como si fuera algo malo ¿Cómo no podía estar arrepentida e estar incluso feliz por haberlo hecho? ¿Cómo lo había vivido sin miedo, tan decidida y seguía adelante sin remordimiento? Me sentía monstruo. Eso me torturó un tiempo largo después.
Y solo el tiempo me curó (y el feminismo, obvio). Pude vivir la vida que quería, recibirme, trabajar, tener un hijo deseado. Me di cuenta que no tenía q pedir disculpas por la vida que quería vivir. Ni remorderme la conciencia por decidir vivirla como quería.
16 años después, con dos hijos en la primaria, trabajando perfectamente bien, ganando plata y estando súper satisfecha contigo misma… quedo embarazada de nuevo. Y me saltó el mismo sentimiento que la primera vez: no barajé ni siquiera la posibilidad de tenerlo. Tampoco estaba dispuesta a pasarla como la primera vez, en esa casa oscura y a solas.
Esta vez lo hice con mi ginecóloga y con Misoprostol en mi casa, con mi marido (que es el mismo novio de los 19, nunca nos separamos). Nada que ver, por supuesto, porque estuve consciente y atenta a mi cuerpo. No estaba escondida a oscuras. Tenía a mi médica para avisar ante cualquier cosa. Todo salió bien y no tuve ningún problema.
No me arrepiento de ninguna de mis decisiones. Lo que me pesó fue la representación social que yo tenía de lo que era una mujer que abortaba y la culpa de no sentir culpa.