Se cumplen 24 años del asesinato de José Luis Cabezas. El reportero gráfico de Revista Noticias fue asesinado por policías y ex militares por orden de Alfredo Yabrán, un «testaferro de gente poderosa», según su hermana. Lo secuestraron, golpearon y ejecutaron de dos tiros en la nuca. Cada año se recuerda una consigna: No se olviden de Cabezas.
Cabezas fue asesinado por hacer su trabajo. En una playa de Pinamar tomó una foto de Yabrán quien, un año después de su detención, se suicidó. El empresario había dicho previamente: «Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”. Y para que ese acto de valentía no ocurriera, le cuidaban la espalda, y cuánto. La seguridad estaba a cargo del oficial de la policía bonaerense Gustavo Prellezo, junto a los agentes Sergio Camaratta y Aníbal Luna.
La orden de secuestro la dio Prellezo a Sergio González, Horacio Braga, José Auge y Héctor Retana, integrantes de «Los Horneros». A ello se sumó el comisario de Pinamar, Alberto Gómez, quien se encargó de un solo detalle, uno muy importante: liberar la zona.
Aquella famosa foto de Yabrán había sido en 1996, un año antes del asesinato de Cabezas. En las playas de Pinamar, el reportero logró tomar la foto que nadie podía conseguir, pero que todos querían. Con un trabajo de investigación y seguimiento, el lente de la cámara dio con el hombre más buscado.
Al año siguiente volvieron a enviar a Cabezas a la Costa Atlántica. Según su hermana «no quería ir». Y agregó: «José Luis no era un héroe. Era un laburador. Lo mandaron a hacer un trabajo, hizo lo mejor que pudo y lo mataron”.
En la madrugada del 25 de enero de 1997 lo secuestraron, golpearon y lo arrodillaron con las manos esposadas detrás de su espalda. Le dispararon dos veces en la nuca y lo prendieron fuego en su auto en una cava cerca de Pinamar.
A Yabrán lo acusaron como autor intelectual, pero se suicidó antes de cumplir condena. Tres años después condenaron a perpetua a los integrantes de «Los Horneros», a Gregorio Ríos, Camaratta, Luna y Prellezo. Hoy, están todos en libertad.
El crimen de Cabezas dejó al descubierto la impunidad y la violencia. Una foto, la connivencia política y el disparo por el disparo, pero sin flashes, ni cámaras.