6 años gritando Ni Una Menos

El movimiento feminista lleva años de trabajo territorial, pero el surgimiento del primer Ni Una Menos nos empujó a muchas mujeres, lesbianas, travesti, trans y no binarixs a las calles. ¿Cuánto camino queda por caminar?

Gritamos. Muchas veces aprendimos a pedir permiso, otras tantas preferimos pedir perdón. Hace seis años el Ni Una Menos es bandera.

Sin embargo, muchas veces nos sentimos menos que una pared manchada con tinta, mientras decenas de compañeras, amigas y desconocidas perdían su vida. Y no, nunca fue cuestión de destino, siempre fue machismo y un sistema estructural que nos sigue poniendo detrás de cualquier otra cosa.

El 3 de junio es un día clave para los colectivos feministas. En 2015 sentó un precedente histórico, un impulso frente a tanta pasividad y silencio. Nos empezamos a cuestionar el sentido común, las políticas públicas excluyentes y las violencias simbólicas. Siempre entendimos que la violencia sexual y física estaba mal, pero hace poco se entendió -y de a poco se instaló- que la violencia económica y simbólica nos atraviesan y calan hondo, muy hondo.

Golpeamos puertas, cantamos, nos reunimos, movilizamos. Acompañamos e impulsamos políticas públicas que reconocen nuestros derechos y las de todas las diversidades.

Nos hicimos fuertes, pese a los vaivenes propios de un modelo neoliberal que buscó históricamente arrasar con nosotras y con nosotres.

Dejamos de ser extensión de un varón, dejó de ser algo dado. Dejamos de ser consideradas un envase que gesta sin importar el contexto. Dejaron de ser crímenes pasionales los femicidios. Y si alguien se da el tupé de llamarlos así, lo advertimos, lo cuestionamos y reivindicamos.

En el camino sentimos como daga la violencia machista que sigue atravesándonos y que, en ocasiones, reproducimos. Sentimos que fallamos cuando no tenemos las herramientas para acompañar bien a alguien que lo necesita. Nos sentimos responsables, también. El feminismo también es eso, mirar para afuera y para adentro. Mirarnos, entendernos y abrirle la puerta a cuestiones que en otros momentos no quisimos mirar.

Es indispensable trabajar con nuestros pares, acompañar a quienes podamos, preocuparnos por nosotrxs mismxs. También lo es la implementación de políticas integrales y transversales que piensen con perspectiva de género, inclusión y respeto a la diversidad.

Tenemos Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad; tenemos Consejo Federal de Prevención de Femicidios, travesticidios y transfemicidios; Plan Nacional de Acción contra las Violencias de Género; y programas provinciales que siguen la misma línea. Tenemos aborto legal y protocolo para su implementación.

Y tenemos hermanas, un montón.

Este Ni Una Menos es el segundo que nos atraviesa en pandemia y aisladxs. En casa, lugar que para muchas es un martirio. En casa, para quienes al menos tenemos un techo. Y lo que para muchas parece un privilegio debería ser un derecho. Ese es el objetivo de cara al futuro para trabajarlo al interior de los movimientos y con políticas a corta, media y larga distancia.

Y gritar, gritar hasta el último día. No hay Ni Una Menos si nos falta alguien. Y gritamos, sin olvidarnos, ¿Qué pasó y dónde está Tehuel?

actualidadArgentinaderechosFemicidiosNi Una MenosopiniónViolencia de género