La papa es un alimento noble, aunque muchos quieran demonizarlo. Es versátil, fácil de cocinar y apta para todo tipo de alimentación: ¿vegano, vegetariano, ovolactovegetariano? Todo(e)s comemos papas. Y hoy, es el día de la más especial: las papas fritas.
Desde hace un tiempo, cada 20 de agosto se celebra el Día Mundial de las Papas Fritas. Alimento que se come en los cinco continentes y que puede ser acompañante o plato principal. ¿Quién juzga un plato de papas fritas?
Al parecer, la disputa de las papas cortadas como bastones se da entre Francia y Bélgica. Como el mate entre uruguayos y argentinos, todavía no se pudo definir quién es el pionero. En nuestro caso, sabemos que Argentina, pero esa es otra discusión.
Por el lado de Francia, sostienen que a fines del siglo XVIII se impuso el alimento gracias a los vendedores que se instalaban en las calles con sartenes y braseros. Según dicen, sobre el Pont Neuf.
En cambio, en Bélgica pregonan que en realidad nacieron en Namun, un invierno de 1680. Según dicen, el río Mosa se congeló lo que impidió la pesca y obligó a los lugareños cambiar la estrategia. En lugar de pescado frito, definieron freir papas.
En este caso, la forma de cocinarlas es única y distinta al resto de los países. Los y las belgas cocinan las papas en dos etapas: por aceite y grasa.
Sin embargo, mucho no nos importa cómo surgió, pero sí lo que vino después. En nuestro país, el consumo de papas fritas en bastones, y en formas indeterminadas, se sumaron al boom de las cervecerías como acompañante principal. Papas a la provenzal, con cheddar, cheddar y panceta, quesos varios, jamón, cebolla de verdeo, salsa blanca y un sinfín de alimentos. También se renovaron y comenzaron a sufrir una tercera etapa de cocción: las marcan, las fríen y las mandan al horno. Dorado perfecto, crocante y sin una gota de aceite.