Otra vez la agenda de los medios vuelve a focalizar en el consumo de cannabis. En esta ocasión, por los dichos de la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires y actual precandidata de la Ciudad de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, sobre la marihuana y las diferencias entre sus consumidores.
Recaemos, cada dos por tres, en el juego de los consumos legales y los ilegales. Y al final la discusión termina siendo lo que el imaginario social construyó vinculando al cannabis con el desempleo, al desánimo y el desinterés. Otra vez la imagen del drogadicto bueno versus el drogadicto malo.
A su vez, el imaginario abre dos caminos: el que fuma porro y tiene recursos es más vivo; y el que fuma porro y vive en un barrio vulnerable, sale a robar. Como diría Pablo Lescano «Si un negro corre dicen: ¿Qué se robó? vamos a llevar preso que algo se afanó. Y si un cheto lo hace, no, no. Ese pibe no robo».
Hoy el periodista y relator de fútbol -¿relator de fútbol?- Pablo Vilouta volvió a caer en la desinformación y en el desinterés, línea dura como Eduardo Feinmann. Su planteo fue, ese de antaño, que sostiene que «la marihuana es la puerta de entrada a otras drogas». ¿Hay causalidad en el consumo problemático? Y además, ¿No hay olor a doble vara y moralina barata?
La diferencia entre Palermo y la 1-11-14 no es la cercanía a los narcos. Los narcos no viven en una casillita, no tienen siempre a dos hombres armados en la puerta de su casa, no son productores y vendedores. Casi nunca son personas con pantalón deportivo o zapatillas Nike. Del estigma nace la diferenciación. Y de la ignorancia la desinformación.
La diferencia tampoco es que la marihuana de Palermo es producto de autocultivo y la de la 1-11-14 es de narcos, como sostenían en A24. Tampoco lo es que en Palermo se da un consumo responsable mientras que en la 1-11-14 siempre es para salir a robar. Ni una, ni otra.
La diferencia es socioeconómica y también lo es al momento de cuestionar y analizar. El análisis punzante, violento y absurdo siempre focaliza ahí, en eso que queremos diferenciar. La otredad. No hablamos de violencia estructural, de pobreza estructural. No abrimos el juego, al contrario, lo cerramos.
También en A24, durante la tarde de este miércoles, señalaron que se pierde la noción y que el consumidor de cannabis va como volando, en otra. Y me sorprende: ¿Problematizamos el consumo de alcohol de la misma manera? ¿Pensamos en la construcción que se dio detrás de las drogas legales, pese a ser dañinas? ¿Cuánta gente más murió por alcohol que por marihuana?
Entonces, ¿Podemos afirmar como verdad absoluta que la marihuana es la entrada a otras drogas?