Argentina: el país de las polarizaciones absurdas

El resultado de las PASO dejó un sabor amargo y las acusaciones cruzadas volvieron a reflotar. También el machismo, la homofobia y la ignorancia. El análisis de un contexto que sorprende, preocupa y abre muchos interrogantes.

Cuando estamos enojados podemos decir cualquier cosa, pero hay que tener cuidado. Cuando algo lástima o duele, la excusa no puede ser «perdón, no supe manejar el enojo». El caso de Argentina no es una excepción, los enojados son muchos y lo absurdo se nos escapa de las manos.

Las PASO nos dejaron una sensación encontrada, incluso para las personas que el batacazo les significó un guiño. Sensaciones encontradas porque un partido que propone arrancarle a los trabajadores la indemnización, superó por más de 10 puntos al Gobierno. También sucedió eso que nos preocupa: Javier Milei salió airoso y superando el 13% en la Ciudad de Buenos Aires, histórica antiperonista, pero ¿para tanto?

También durante este tiempo, mientras nos manteníamos distraídas o distraídos con otras cosas, la avanzada libertaria empezó a encerrarnos. Fue por la juventud, una juventud disconforme que le respondió depositando su voto y favoreciendo a sectores particularmente violentos. ¿Cuál es la propuesta de Milei? Discutir las nuevas oportunidades, la ampliación de derechos y escupir, sin ningún tipo de vergüenza, aquello que nos pertenece.

Van por las mujeres, el aborto, por el lenguaje inclusivo y el DNI no binario. Siguen apuntando al feminismo, al parecer responsable de todos sus males. Pero, paremos la pelota y vamos por partes.

Con el diario del lunes, ¿Quién no tiene respuestas?

Pasaron las PASO y se abrieron un sinfín de respuestas a preguntas que todavía nadie hizo. El lunes todos sabíamos qué había que hacer, a quién había que renunciar y cómo se tenía que manejar el Gobierno. Con el diario del lunes, es sencillo encontrar culpables, pero no lo es hacernos cargo.

El movimiento feminista avanzó en los últimos años. Avanzó y creció, puso en agenda cuestiones que históricamente se banalizaron. Llevó la discusión del aborto legal a la Cámara alta primero y a la baja después. En medio de una pandemia, elegir parir o maternar se volvió un hecho.

Avanzar en ciertos derechos no implica retroceder en otros. Al contrario, es abrir una puerta a aquello que se mantuvo clandestino, en las sombras del olvido. Allí donde un aborto seguro era posible, había un respaldo económico y contención de un círculo íntimo.

Y volviendo, ¿Qué culpa tiene el feminismo de un resultado que advierte un conjunto de errores que nos llevan a reconocer un voto castigo? ¿Castigo de qué? ¿De ampliar derechos? ¿O de una serie de acciones que llevaron a muchas personas a la desidia, a los márgenes y a la ausencia?

Y el voto castigo, ¿A quién premió? ¿A un grupo de personas que antes de 12 de septiembre definió presentar un proyecto para eliminar las indemnizaciones?

¿Por qué no encontramos un término medio y necesitamos irnos a los extremos?

Mientras el Gobierno propuso una doble indemnización durante de la pandemia, casi al final del túnel de la propuesta es eliminarla. Es curioso, sí, pero por alguna razón el mensaje fue una advertencia.

De cara a noviembre muchos cambios no se pueden hacer. No se puede bajar la inflación de un golpazo, tampoco aumentar los sueldos y asegurar una vida digna. Es muy difícil poder representar los intereses en un contexto sumamente ajustado, pero alguna vuelta se pueden encontrar.

La comunidad LGBTIQ+ no es responsable de que los altos porcentajes de pobreza, tampoco del desempleo y la pobreza. El feminismo no es culpable de las dificultades de la juventud frente al trabajo, la precarización y el propio acceso a un alquiler.

Una Ley que llegó para aliviar a los inquilinos, le puso la soga al cuello. La garantía sigue siendo una obligación y el seguro de caución no parece aliviar nada. El aumento por inflación nos ata a una realidad: los salarios son bajos, la inflación alta y vivir parece un lujo.

El peronismo históricamente construyó un colchón de derechos, le dio la mano a los trabajadores. En esta oportunidad, por algún motivo los trabajadores sintieron la desolación. Sí, es cierto, se hicieron malabares para solventar una pandemia que nos sorprendió, pero el asistencialismo en más de una oportunidad no alcanza.

Cambiemos la comunicación, hay cosas que simbólicamente son significativas. Sí, es cierto que el descaro y la doble moral reflota. Pero hay situaciones que no pueden pasar. Una imagen o un video no valen más que mil palabras, pero las mil palabras en torno a ello, ¿Quién las va a cambiar?

Nunca seas como Azzaro

A diferencia del macrismo, de la avanzada de la derecha y del periodismo opositor, los propios del gobierno pueden enredarse y mostrar la hilacha. El periodista no tardó ni tres días para decir que la culpa es «del falso progresismo», del «lenguaje inclusivo» y lo comparó con la pobreza.

¿Usar lenguaje inclusivo hunde en la pobreza? ¿O las políticas públicas deficientes, atadas a una deuda de 100 años, son las verdaderas responsables? O al menos en parte.

Podemos enojarnos, exigir respuestas. Podemos rogar que cada funcionario que no funciona, se vaya. Pero nada, ni el enojo, ni el miedo, ni el propio desconcierto, nos empuja a ser misóginos, machistas, mucho menos homofóbicos.

El derecho a un DNI que intente representar una identidad es un gol a favor, no es en contra. Una política no pisa a otra. Las minorías no hay que invisibilizarlas, hay que escucharlas. Y los senderos parecen distintos, pero el fin es el mismo: justicia social.

En noviembre se celebran las Legislativas, ¿Cómo llegamos? Llegamos como podemos, pero exigiendo autocrítica. Una autocrítica sincera, porque ahí se hace la diferencia. El macrismo exigirá cabezas, olvidando que parte del desastre fue su responsabilidad. Pero hoy, hoy no culpemos a Macri. Hoy miremos al interior y modifiquemos, cambiemos la bronca en gestión.

Y dejemos de jugar el partido Boca-River, que la política que no construye, destruye. Y hay mucho por andar.

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