La ola de calor que golpe a nuestro país puso en agenda nuevamente la relación de nuestra cotidianidad con el cambio climático. Además de las altas temperaturas de los últimos días, también fueron protagonistas los cortes masivos de agua y de luz, el faltante de agua, la deforestación en distintos puntos de país y los incendios.
¿Por qué hablamos de «ola de calor»? Porque se trata de un período excesivamente cálido en el cual las temperaturas máximas y mínimas superan ciertos valores por lo menos durante 3 días consecutivos y de manera simultánea.
Actualmente son nueve las provincias en alerta roja por las temperaturas extremas. Estas son Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, La Pampa, el este de Neuquén, noroeste de Río Negro y oeste de San Luis y Córdoba.
¿De dónde surge tanto calor?
Si bien estamos en la estación más calurosa, las altas temperatura se originan, en primera instancia, por responsabilidad de la sociedad y, por otro lado, por circunstancias externas.
Es decir, existen fenómenos propios de la variabilidad climática natural como el de La Niña, un fenómeno que produce un enfriamiento a gran escala de la temperatura de la superficie del océano Pacífico ecuatorial. Asimismo, produce otros cambios en la circulación atmosférica, contribuyendo a generar condiciones más propicias para el desarrollo de un evento como este.
Sin embargo, que el árbol no tape el bosque. Las olas de calor también son cada vez más fuerte producto de modificaciones propias del ser humano. Un claro ejemplo son las consecuencias de la deforestación.
La deforestación
En primer lugar, cuando se tala un bosque el carbono guardado en la madera se libera. Esto incrementa la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Pero eso no es todo: la deforestación también tiene efectos físicos que impactan en el clima, especialmente local. La pérdida de cubierta vegetal, por ejemplo, cambia cuánta agua de vapor fresca es emitida por las plantas en la atmósfera y varia la cantidad de luz que la tierra refleja.
Es decir, las superficies tienen la capacidad de reflejar más o menos radiación solar, es decir, devolver más o menos calor al espacio. La nieve, por ejemplo, refleja un 90% de la radiación incidente, mientras que un bosque rondaría entre el 8% y el 10%.
Cada modificación en el uso de la tierra tiene un impacto diferente. No es lo mismo deforestar una selva para cultivar soja que usar el terreno como pastizal para el ganado o quemar una reserva ecológica para tener terrenos donde edificar torres multimillonarias.
Aún deforestando para plantar y cosechar, seguimos teniendo un suelo verde, que reducirá su capacidad de evapotranspiración, pero seguirá resguardándonos de posibles catástrofes climáticas.
¿Qué pasa después de una ola de calor?
Las olas de calor pueden provocar graves daños en el medio ambiente. El aire caliente, si no tiene un 100% de humedad, actúa como una esponja sedienta. Es decir, absorbe el agua de todo lo que toca, plantas, tierra, lagos y ríos.
Cuanto más caliente y seco es el aire, más succiona y la cantidad de agua que puede contener aumenta exponencialmente a medida que aumenta la temperatura.
Un pequeño aumento en el calor del aire puede significar un gran aumento en la intensidad con la que absorbe agua. Además puede secar la vegetación más pequeña o la que ya está muerta.
Las olas de calor intensas y sin precedentes como las que estamos viviendo probablemente vayan a provocar una enorme cantidad de material combustible. Es decir, la posibilidad de volver a sufrir más incendios forestales.
Si seguimos explotando la tierra, incendiando y talando bosques, nos esperan un futuro con temperaturas cada vez mas altas. Ya no podemos mirar para otro lado. Debemos prepararnos para escenarios de fenómenos extremos como este y lo que pueda venir en el futuro.