Marielle Franco era una mujer, lesbiana, negra, afrodescendiente, militante feminista y defensora de los derechos humanos. Nació y se crió en Maré, un complejo de favelas en Río de Janeiro, particularmente conocido como uno de los más violentos.
Franco era conocida por sus duras críticas a la gestión del gobierno brasileño contra la violencia. En concreto, se posicionó contra la intervención del Ejército en la seguridad de Río de Janeiro.
La militante jamás dudo sobre sus acciones. Denunció la política de Estado que llevaba adelante Michel Temer, acusándolo de militarizar los barrios más pobres.
Hace 4 años, un 14 de marzo de 2018, Marielle, concejala en ese entonces, fue asesinada de cuatro disparos en la cabeza en la ciudad de Río de Janeiro. Todavía hoy se sigue exigiendo justicia, ya que aún no se conoce al autor intelectual del crimen.
El asesinato
La muerte de Marielle no fue producto de un asalto, ni fue culpa de la inseguridad de Brasil. No se llevaron ninguna de sus pertenencias, tiraron a matar.
Dos autos la esperaron en la puerta del espacio donde realizaba su última actividad política del día, la siguieron más de cuarenta cuadras hasta que uno de los vehículos la encerró. Casualmente, en un lugar oscuro, sin cámaras de seguridad, ni movimiento de gente por la zona.
El otro auto paró al lado y, en una fracción de segundos, dispararon trece tiros a dos metros de distancia. Lo hicieron con armas 9 milímetros, en dirección a la ventanilla de su asiento.
Cuatro tiros acertaron a la cabeza y el cuello de Marielle, otros tres mataron por la espalda al chofer. Los sicarios escaparon y las patentes de los autos desaparecieron.
Las municiones eran parte de un lote comprado por la Policía Federal. Asimismo, ese mismo lote fue identificado en casos de gatillo fácil por los que condenaron a algunos policías militares de San Pablo.
Hay dos detenidos, pero seguimos sin saber quién dio la orden
La planificación logística del lugar del hecho y la inteligencia para el crimen fue demasiado profesional para haber sido casualidad. Fueron tiradores de élite y no caben dudas de que fue una ejecución, un asesinato político y muy probablemente un crimen de odio.
Actualmente dos expolicías pertenecientes a las mafias policiales en Río están detenidos acusados de haber perpetrado el homicidio. Pero todavía, ni el Ministerio Público ni la policía han determinado quién mandó a matar a Franco y por qué.
Los acusados, Ronnie Lessa y Elcio de Queiroz, salieron en un automóvil a perpetrar el homicidio de Franco y su chofer, Anderson Gomes. Lo hicieron desde el barrio cerrado de Barra de Tijuca, donde vivía el actual presidente Jair Bolsonaro, entonces diputado federal que preparaba su campaña a la presidencia en 2018.
En una entrevista, Lessa dijo la semana pasada desde su prisión de máxima seguridad que fue ayudado por Bolsonaro en 2009. Fue en una campaña para la institución que se encarga de la salud de los policías heridos en servicio. También aseguró que después nunca más tuvo relación, solo un vínculo de vecinos.
Lo cierto es que la muerte de Franco levantó en 2018 la alfombra donde se escondía la violencia política brasileña. Sobre todo porque en ese momento Río de Janeiro estaba bajo intervención militar decretada por Michel Temer.
La causa sufrió tropiezos y se transformó en un escándalo cuando se supo que los homicidas partieron de donde residía Bolsonaro para cometer el delito.
A cuatro años de su muerte, seguimos preguntándonos qué paso con Marielle Franco y exigiendo justicia para que casos como este no se repitan nunca más.