Este lunes condenaron a prisión perpetua al hombre que asesinó a su expareja y a la hija de 7 años de ella en abril de 2020. Abel Alejandro Romero Lugo (27) fue hallado culpable del “homicidio calificado por el vínculo y por haber sido perpetrado por un hombre contra una mujer mediando violencia de género en concurso real con homicidio calificado por su comisión por alevosía».
El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 2 de Lomas de Zamora, encabezado por la jueza Mariela Gianina Aprile, avaló con este fallo el pedido realizado por la querella, integrada por los abogados Mariano Lizardo y Paula Ojeda.
En diálogo con Télam, Lizardo expresó que «la prisión perpetua es lo que se merece esta persona que cometió un crimen aberrante, aunque ningún tipo de condena devolverá la felicidad a la familia de Cristina y Ada”.
Antes de que se leyera la condena, Romero Lugo dijo sus «últimas palabras». Pidió «perdón» y aseguró estar «arrepentido». Previamente, había intentado incriminar a una vecinas de las víctimas y aseguró que se autoincriminó por «miedo».
En la misma línea, la defensa «consintió la autoría y responsabilidad de Romero Lugo en el doble crimen». Sin embargo, discutió los agravantes y solicitó que fuera condenado por el delito de «doble homicidio simple».
Finalmente, se declaró culpable, confesó el crimen y explicó que asesinó a su pareja cuando consumían pastillas y alcohol. Después mató a la niña de siete años, cavó un pozo en el fondo de la casa y enterró los cuerpos.
El doble femicidio
Según los investigadores, Cristina fue degollada en medio de una pelea mientras que su hija recibió cortes en el cuello. A dos días del lamentable hecho, Romero Lugo fue detenido y luego de una coartada que no fue creíble, confesó el doble femicidio.
Aseguró que asesinó a su novia cuando consumían pastillas y alcohol. Además, que luego mató a la niña, tras lo cual cavó el pozo en el fondo de la casa y enterró los cuerpos.
Tras los peritajes, los expertos determinaron que el imputado limpió con gran dedicación la escena principal. Lavando la sangre, girando uno de los colchones a fin que no sea visible el rastro hemático, lavando incluso en el lavarropas un oso de peluche y ropa de cama.
Además, Lugo se apoderó del teléfono celular de Cristina y respondió mensajes a la hija mayor de ésta, haciendo pasar por la victima.