Estamos pasando un estado crítico en cuanto a las prestaciones de personas con discapacidad. El sector sindical advirtió que “el sistema de obras sociales está al borde de la quiebra” después del ajuste que se instrumentó en el presupuesto del Ministerio de Salud, limitando desde el próximo octubre la compensación de reintegros de las prestaciones de alta complejidad y medicamentos, por parte de la Superintendencia del Servicios de Salud.
Sin embargo, semejante recorte a los derechos humanos quedaría sin efecto y el tan difundido borrador de DNU -que traspasaba las coberturas en las prestaciones al sistema público y generaba afiliados de primera y de segunda categoría- no saldría a la luz. Esto implica que el actual ministro de Economía dejaría sin efecto el recorte en el área. ¿Por qué las obras sociales estuvieron limitantes este año y no aprobaban prestaciones? ¿Por qué empezaron a recortar y dejar de pagar ahora, si el desfase de dinero recién impacta desde octubre de 2022?
El verdadero negocio de la Discapacidad
Estamos ante el verdadero negocio de la discapacidad. Hace una semanas un reconocido periodista habló del “negocio de la discapacidad”, criticando pensiones no contributivas y permisos de estacionamiento. Habló de la cantidad de altas de certificados, usando a la discapacidad como bandera política y relacionando al populismo con el reconocimiento de derechos consagrados en la Convención sobre los Derechos de las Personas con discapacidad.
Pero el verdadero negocio esta en las obras sociales y empresas de medicina prepaga, en las que no autorizan prestaciones y empiezan a «bicicletear» pagos; o está en la famosa prepaga mas cara del país, que funciona a viva voz con un nomenclador paralelo, por debajo del oficial, cuando de seguro recupera los fondos al 100% del Sistema Único de Reintegros. Y en el medio la gente: la persona con discapacidad y su familia, las escuelas, los prestadores y trabajadores, que sin su colaboración sería imposible vivir y darles calidad de vida.
Si “de acuerdo con las proyecciones, no habría mas saldo para reintegros de octubre en adelante”, ¿por qué no pagan en agosto? ¿Por qué no pagaron en julio? ¿Por qué no lo hacen desde enero del año 2022? ¿Qué impedían los pagos en esas fechas? ¿Por qué limitaban las autorizaciones o llegaron todas después de mitad de año o siguen sin llegar? ¿Cómo controlamos las familias lo que realmente les reintegran a las obras sociales de parte de la Superintendencia?
Son muchas las preguntas que tenemos los particulares, los verdaderos titulares de derechos, que en esta situación somos rehenes de la coyuntura socioeconómica y del negocio que tienen los gremios y obras sociales y de sus pretensiones o aprietes.
No nos la cuentan
A nosotros no nos la cuentan, la vivimos desde adentro. Mi hijo está en crisis desde enero de este 2022. El Covid afectó su perfil sensorial y todo se hizo cuesta arriba. Sus terapeutas cada vez más presentes, sus médicos pendientes, modificando medicamentos buscando la mejor combinación y tranquilidad para Genaro. Y vamos por el segundo amparo por prestaciones de este año, todavía tenemos varias sin autorizar y esos profesionales al pie del cañón con mi hijo.
No cobraron, no les autorizaron todavía, y están.
Existe un compromiso con mi niño, que hoy no está bien, que sigue entrando en crisis por cada bomba de las manifestaciones o de los partidos de fútbol (ante la falta de decisión política, que sólo busca consensos económicos antes que limitar el uso de la pirotecnia). Su perfil auditivo se agudizó, llegando al punto de que el canto de un pájaro o el ladrido de un perro lo desregula. Noches en vela de nuevo, crisis constantes, y encima una acción de amparo y una ejecución de sentencia, porque su prepaga tampoco cumple con lo que decidió el juez y la Cámara Federal confirmó en el año 2018.
Empatía
Sigo con la misma duda: ¿Quién es la persona con discapacidad?
¿La persona que tiene una disminución o limitación biológica o neurobiológica y que todos los días trabaja en contra de ese impedimento para tratar de pertenecer a esta sociedad o el resto, que no tiene certificado de discapacidad y que pretende afectar a los que lo necesitan, dejando de lado la empatía y la sensibilidad en sus decisiones? No esperemos a que nos toque de cerca para sentir y comprometernos.
Yo sueño con una Argentina inclusiva y espero que el ajuste económico no toque a los más vulnerables, a los que no tienen voz como mi hijo, aunque él sí tiene la capacidad de darse cuenta cuando las cosas están mal.
Porque lo último que elijo perder, es la fe en las personas.