“El amor con amor se paga”, reza una remera que un puestero vende sobre la esquina de Avenida de Mayo, de cara a las miles de personas que se movilizan para despedir a Hebe de Bonafini.
Son las tres de la tarde del jueves y una columna de Barrios de Pie con bombos y redoblantes se viene replegando entre la plaza y el ancho de la avenida. El sol repiquetea entre los cuerpos y el pavimento. Hay un calor sofocante, pero la energía no se morigera entre quienes se acercan al homenaje. De cara al firmamento, el celeste y blanco se entrevera con una enorme pancarta de “30.000 veces gracias”. Banderas de Néstor, Perón y Madres de Plaza de Mayo se ondulan con la poca brisa que se filtra en la multitud, como una síntesis de un legado histórico que la referente de los derechos humanos supo defender, incansablemente, hasta el último de sus días.
En el aire que se transmite clima de celebración, no hay congoja, pero sí un sentimiento abrumador que rebalsa entre grandes y jóvenes. La voz de lucha de Hebe aún resuena, como cada jueves en las rondas que las Madres han venido dando desde hace 45 años. Es un eco que se filtra en los rostros, en cada cuerpo que se moviliza.
“El día que me muera tienen que hacer una fiesta en la plaza”, había dicho, como quien sabe que el amor del pueblo está estrechamente vinculado con el encuentro y lo festivo; aún con el dolor a cuestas de saber que esa madre de los humildes, se despide para inmortalizarse.
Hebe se fue el domingo, en el Día Nacional de la Soberanía, a sus 93 años. Una fecha que bien podría ilustrar el compromiso que la presidenta de Madres de Plaza de Mayo tuvo en cada aparición pública con la patria, el territorio y los trabajadores. Guerrera, tenaz, auténtica y sensible. Los calificativos se multiplican. Es que Hebe siempre dijo e hizo aquello de lo que estaba convencida, que era parte de sus convicciones, y esa fortaleza fue el motor para contagiar a que nuestra sociedad reconstruyera su identidad, su memoria, y esa capacidad de mirar críticamente el pasado para así pensar su realidad presente.
Josefina Riveira está a un costado de la plaza con la bandera argentina sobre su espalda. Cuenta que viene de Lomas de Zamora. Es jubilada y siempre acompañó la lucha que las Madres forjaron por la memoria, verdad y justicia. “Hoy tenía que estar para darle un último abrazo a Hebe por todo lo que hizo por nosotros. Tenemos mucho que agradecerle a las Madres, y a Hebe en especial por todo el coraje que tuvo en esos años oscuros, donde nadie se animaba a hacerle frente a los militares”.
«Tenemos mucho que agradecerle a las Madres, y a Hebe en especial por todo el coraje que tuvo en esos años oscuros, donde nadie se animaba a hacerle frente a los militares”
Al interior de la plaza, los dejos de sombra de los árboles ofician de bálsamo a los que deciden sentarse a tomar un poco de impulso en medio de las altas temperaturas. La densidad de la gente se engrosa a metros de la Pirámide de la plaza, donde ya descansan las cenizas de Hebe junto al rosario enviado por el Papa Francisco. Alrededor de las rejas que la cubren, cientos de cartas y fotos son dejadas por quienes se acercan para conformar un abrazo simbólico, para quedarse junto a ella.
“Gracias por tu bondad, sabiduría, autenticidad, solidaridad, valentía, resistencia”. Los mensajes nos hablan de ella, construyen el perfil de una mujer que supo dar su vida por sus ideales. Muchos están firmados por agrupaciones. Pero otrxs solo por nombres, personas que únicamente necesitan transmitir la emoción del momento.
Algunxs de ellxs se sacan selfies con las imágenes allí colgadas. Todo es parte de un ritual de afecto, de anécdotas compartidas, de fotografías que guardan el recuerdo de un momento histórico, de una lucha en conjunto que parece nunca fuera a terminarse. También están las tomas de conciencia, los que empiezan a resignificar toda la gesta que Hebe supo encarnar. Muchos pibes y pibas que deciden plasmarlo en la afirmación de que “Sin Hebe no habría 1985”.
“Sin Hebe no habría 1985”
Pablo tiene 45 años. Viene de La Boca y es parte de la Federación de Trabajadores de la Economía Social (FETRAES). Cuenta que si bien no conoció a Hebe en persona, ni ha formado parte de la lucha que hizo por los derechos humanos, empezó a acercarse a su figura a partir de un discurso, cuando la escuchó rechazar el plan económico del entonces presidente Fernando De la Rúa en una de las históricas “marchas de la resistencia”. La Hebe combativa de los poderosos y de las injusticias también ha hecho mella en quienes rápidamente la identificaron como una voz de resistencia en medio de la crisis social, económica y judicial que padecen millones de argentinxs a lo largo del territorio.
En las inmediaciones, la fuente de agua, el símbolo histórico del peronismo, sirve de oasis en medio del vapor que se extiende en el núcleo central de la plaza. Un hombre está en medio de ella mojándose la cabeza y el torso. Otros atinan a empaparse las piernas. Pero no tarda mucho hasta que dos chicos, animados, se sacan la remera y se tiran en palomita al agua. Todos forman parte de una panorámica que retrata una jornada celebratoria. Una despedida que no es, porque los lazos de unión que Hebe forjó todavía perviven en los rostros de los pibes y familias que creen en un pueblo con justicia social, que son felices, sin opulencias, que ríen y cantan: “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”.
Ya son casi las cuatro. Desde el micrófono del escenario ubicado en Rivadavia y Reconquista, donde las Madres cada semana se organizan para marchar, se informa que empezará a dar comienzo la ronda, la número 2328. Esta vez desde la calle, por el alto número de personas que deben movilizarse.
Las columnas avanzan desde los extremos de la plaza. En Hipólito Yrigoyen, sindicatos y organizaciones sociales se mueven lentamente, encaramándose hacia la Pirámide. Muchos de ellos llevan claveles rojos y blancos. “Los que tengan claveles, enfilémonos para dejarlos en la reja”, se escucha una voz desde adelante.
Elsa es de Burzaco y militante de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Dice que Hebe siempre estuvo del lado del pueblo, de la gente que sufre y que labura todos los días para llegar a fin de mes. “Yo elijo recordarla como una luchadora que nos guio a nosotros para salir adelante y no dejarnos vencer”, asegura.
“Yo elijo recordarla como una luchadora que nos guio a nosotros para salir adelante y no dejarnos vencer”
Con el pasar de los minutos, las filas se dispersan y todo se concentra en el escenario, donde las madres Josefa de Fiore, Visitación de Loyola, Irene de Chueque, Sara Mrad y Carmen Aria, únicas oradoras del homenaje, se preparan para sentarse de cara a las miles de personas congregadas y dejarse llevar por aquello que Hebe supo proyectar adentro suyo.
“Es muy difícil para nosotros esta marcha”, son las primeras palabras de la voz de Demetrio Iramain. El Poeta, periodista y militante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo que da pie al inicio del acto. Alrededor del escenario, un círculo se forma. Militantes de los derechos humanos, prensa, y autoridades políticas en un costado, entre ellas, el gobernador Axel Kicillof y los ministros Andrés “Cuervo” Larroque y Victoria Tolosa Paz. Una representación de la virgen se hace paso entre la gente y logra llegar hacia el embudo.
Las palabras de Iramain contagian la pasión con la que la presidenta de Plaza de Mayo exponía su posición frente a los embates del sector económico y judicial. “Por Hebe, por todas las que cayeron y por las que están por suerte con nosotros. Ahora nos toca a nosotros estar a la altura de ese ejemplo extraordinario de Hebe, de su lucha, de su cualidad revolucionaria, de siempre decir las verdaderas más duras, en los momentos que parecían más difíciles. Ahí estaba la valentía, el coraje, la generosidad”, exclama emocionado desde el micrófono.
«Ahora nos toca a nosotros estar a la altura de ese ejemplo extraordinario de Hebe. Ahí estaba la valentía, el coraje, la generosidad»
“Alerta, alerta, alerta el estallido, todos los ideales de los desaparecidos”, se aviva un canto sobre el costado de las bayas que es arengado por el Padre “Paco” Oliveira, que hace unas horas supo bendecir las cenizas de Hebe en la Pirámide de la plaza.
La palabra que reflota es “vida”. Aplausos. Abrazos de gente que se reconoce entre el público. Las manifestaciones de amor son el efecto que se recorre entre los que están ahí reunidos, escuchando a las forjadoras de la lucha por la recuperación de la democracia y la identidad del pueblo argentino.
“Hebe no se fue, Hebe está con nosotros”, confirma la madre Visitación de Loyola sobre esa premisa que se repite como un mantra que se siente muy profundo por dentro. De hecho, también saca algunas lágrimas cuando atina a comentar que le “hizo una jugadita fea” al irse antes que ella.
Esta marcha 2328 por supuesto que no es solo un número más. Tampoco podría implicar un punto y aparte. Una discontinuidad. Es que la memoria de Hebe de Bonafini, la “madre de todos”, no puede conservarse con otra cosa que no sea la continuación de la lucha.
En una plaza que fue, es y será el lugar histórico de la resistencia del campo popular, será un desafío que siempre esté llena, rebalsando democracia, como lo está este jueves para homenajear a quien hizo posible su recuperación. A quien no quería ser recordada como “la mujer maravilla”, pero cuyo combate contra los poderosos, frente a los que han querido borrar nuestra historia y nuestros derechos adquiridos, trascenderá a lo largo de la historia cualquier parámetro de la realidad.