La Cámara de Casación de la provincia de Buenos Aires confirmó la absolución de Higui de Jesús y redobló la respuesta. En el último párrafo de la sentencia, el tribunal afirmó que sufrió un ataque grupal basado en “una intolerable y repudiable cuestión de odio por sus preferencias sexuales”. De esta manera, la cámara asumió que Higui actuó en legítima defensa ante un ataque de lesboodio.
“Te voy a hacer mujer, forra, lesbiana”
El tribunal de Casación consideró que la fiscal Liliana Tricarico seleccionó algunas pruebas de manera sesgada y no valoró el conjunto. Advierten que tomó solamente las pruebas que le servían para condenar a Higui, basadas en testimonios incongruentes entre sí y en un testigo que relató una mecánica del hecho imposible para una persona de 1,50 de estatura, como es Higui.
Todas las pruebas, excepto los testimonios verbales que eligió la fiscal, afirmaban lo que declaró inicialmente Higui: que un conjunto de hombres, familiares de las amigas que había pasado a visitar el Día de la Madre de 2016, la rodearon, le pegaron, la patearon mientras su cuerpo se hacía una bolita para defenderse contra el alambrado de un pasillo, mientras escuchaba que gritaban “palo, palo, palo” y el individuo al que tuvo que matar para defenderse se le iba encima y le decía “te voy a hacer mujer, forra, lesbiana”.
Pero la tarea de armado de causa sobre la lesbiana visible, negra y pobre por habitar un barrio asentado sobre tierras contaminadas donde la mayoría de los habitantes se ganan la vida cirujeando, no la inició la fiscal Liliana Tricarico sino el fiscal de instrucción Germán Weigel Muñoz.
Ambos sostuvieron el mismo mecanismo que se repite en todas las fiscalías de la provincia de Buenos Aires: la competencia a ver quién logra más condenas sin importar cómo.
Cuando la justicia falla, la lucha nos salva
En el caso de Higui, el accionar de estos dos fiscales bonaerenses fue muy grosero. Sin embargo, el pueblo movilizado y la organización de todo el activismo lésbico logró que se haga justicia finalmente. Si el caso no hubiera sido observado por la militancia feminista, el colectivo LGTB y las organizaciones sociales y populares, a Higui la condenaban.
La absolución llega para darnos la certeza de que la lucha colectiva y, en las calles, por nuestros derechos, como el de defendernos, nos salva frente a las inumerables injusticias que vivimos las mujeres y las diversidades todos los días frente a la violencia machista apañada por un cis-tema judicial sumamente heteropatriarcal.
A Higui ni la policía ni la justicia le creyeron en un primer momento, a pesar de haberla encontrado desmayada. Fueron las redes quienes levantaron su bandera de lesbiana, villera e inocente.
Por eso, el resultado de la absolvieron, nos abraza, nos da esperanza y fuerza para seguir reclamando por una reforma judicial. Luchar sirve, hoy y siempre.
Las cárceles están llenas de casos como el de Higui
Si bien Higui ahora duerme de corrido porque los jueces confirmaron su absolución, no olvidamos que las cárceles aún están llenas de casos cuyas causas se tapan mediáticamente.
Fiscales como Liliana Tricarico hay miles, más allá de que esta fiscal en particular sea hoy un emblema de la persecución, el odio y la violencia institucional contra las lesbianas visibles negras y pobres.
Un caso que reúne a la Autodefensa Colectiva (ex Asamblea por la absolución de Higui) es el caso de Estefano, un varón trans chileno que lleva más de nueve meses por defender su vida ante un ataque de odio.
Durante todo el tratamiento judicial, no se respetó la identidad de género de Estefano, no se tomó en cuenta el carácter transodiante del ataque y se omiten los gritos y declaraciones que demuestran el odio detrás de la violencia. En resumidas cuentas, no ha existido perspectiva disidente, y al contrario, se lo revictimiza a Estefano, a su familia y a todas las personas que lo defienden.
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