Desde hace un tiempo, tal vez desde el día que nos alcanzó una pandemia, la desesperanza me atropelló. No por el virus desconocido que nos obligó a atravesar una aislamiento obligatorio, sino porque la violencia creció. Nos desencontramos en las calles, nos alejamos dos años. La militancia siguió, pero se desvaneció cuando el hartazgo nos atravesó.
Culpé a la pandemia, pero muchas otras cosas fueron responsables del hartazgo. Y este 8 de marzo, finalmente, me volví a ilusionar como en marzo de 2020. Volví a ver la Ciudad colmada, pese al horario de convocatoria y al calor agobiante. También a pesar de los cuestionamientos y la decisión de dividir a la gente y desarrollar dos movilizaciones.
Mientras organizaciones de izquierda decidieron marchar hacia Plaza de Mayo, organizaciones feministas y transfeministas, sociales, políticas y sindicales, entre otras, movilizaron desde 9 de Julio a Congreso.
Las consignas fueron diversas. Desde exigir división de tareas de cuidado o reconocimiento de las tareas no remuneradas a retomar, como siempre, un pedido de justicia y reclamar políticas para erradicar la violencia de género y los femicidios.
También se unieron otras luchas. Otras que años anteriores no estaban atravesadas por el 8M. En esta oportunidad no se pensaba solo en las violencias que nos atraviesan a las mujeres, sino también a las disidencias. El trabajo precarizado, una brecha salarial que nos atraviesa por igual, el desempleo y el trabajo no remunerado. Las tareas del hogar, los roles que nos imponen y la violencia estructural.
242 femicidios en 2022, 40 en lo que va del 2023
En 2022 se contabilizaron 242 femicidios y en 2023 ya van más de 40. El panorama es desalentador. Tenemos un promedio de 22 crímenes mensuales.
La violencia de género más extrema no cesa y parece que nada alcanza. Justicia por Micaela, Karen, Marcela. Los carteles eran cientos y a muchas las esperaron mucho tiempo, pero nunca pudieron llegar. Les arrebataron la vida. Muchas pidieron ayuda, hicieron denuncias, solicitaron acciones judiciales. De nada sirvió.
Para 2023, Mumalá detalló que el 13% había denunciado al agresor, de las cuales todas tenían orden de restricción de contacto y el 25% contaba con un botón antipánico. Según Ahora que sí nos ven, casi el 16% había realizado al menos una denuncia y el 9% tenía medidas de protección.
Contra la violencia sexual y la complicidad patriarcal
Nos miramos a la cara y nos entendemos. Entendemos lo que es temer cuando salís en la calle y buscas, entre la gente, alguien que te haga sentir segura y acompañada. Mientras eso pasa, hay cientos de miles que no tuvieron la oportunidad de buscarse o de encontrar una compañera.
La violencia sexual es, como sostiene Rita Segato, una de las violencias más difícil de caracterizar la comprender porque no te arrebatan algo material y desconocemos la motivación o el impulso que empuja a que eso suceda. ¿A quién complace un violador? ¿Cuál es su horizonte mental?
Hay discursos mucho más punitivistas que otros en este punto. No lo entendemos, pero nos atraviesa. Nos enoja y llena de ira. Nos empuja a las calles a pedir respuestas y exigir justicia.
Según el Programa Nacional Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia de la Nación, desde 2017 a octubre de 2022 hubo 14.424 niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual (el 77,6% femeninas, y un 21,2% masculinas): 1335 en 2017, 2255 en 2018, 2745 en 2019, 2763 en 2020, 3064 en 2021 y 2242 a octubre de 2022.
Entre 2017 y 2021 (último año completo), el incremento fue de 126%
Del registro de casos también surge que entre 2020 y 2021 casi la mitad de las víctimas de violencias registradas (48,7%) eran niños, niñas y adolescentes y 6 de cada 10 víctimas registradas de violencia sexual (58,7 %) eran niñas, niños y adolescentes.