41 años de la ocupación de los soldados argentinos a las Islas Malvinas. La historia reciente de argentina está sesgada de odio, violencia y desidia. Hace cuarenta años, en el marco de una dictadura cívico-militar, la cosa era mucho peor. Y hay dos bastiones que siempre se llevan los golpes, los que reciben los golpes primeros: los jóvenes y los pobres.
Malvinas no fue una excepción, fue la regla. Los palos siempre llegan a los mismos lugares y la entrega de los pibes no solo fue absurda, sino banalizada. Hoy todavía están pidiendo que los reconozcan, que les dejen de pegar abajo.
La guerra de Malvinas es una herida latente en nuestro país. Ya pasaron 40 años y todavía hoy intentamos, al menos un poco, reparar. Sin embargo, la sociedad argentina le dio la espalda a los cientos de soldados que fueron a poner el pecho sin armas, ni formación y con una tecnología de antaño.
Los medios los bastardearon, los dieron por perdedores. Como si solo se tratara de ganar o perder. Como si las vidas no valieran, ni los recuerdos.
Durante la guerra fallecieron 649 soldados argentinos. Los cuerpos de 230 fueron enterrados en el campo de batalla que, concluido «el combate», fueron sepultados en el cementerio de Darwin, en las Islas Malvinas.
Sin embargo, aún hoy 122 argentinos no pudieron ser identificados. ¿Por qué? Porque las Fuerzas Armadas argentinas nunca les proporcionó una chapa con su nombre. En las lápidas, se alcanza a leer «Soldado Argentino Solo Conocido por Dios».
Tres décadas demoraron en identificar a la mayoría de los soldados enterrados como NN. Tres décadas de cruces diplomáticos y mucho esfuerzo y resistencia de las familias que lucharon por encontrar a los suyos, a los perdidos en el olvido.
Galtieri prometiendo batalla
«Si quieren venir, que vengan. Les presentaremos batalla», aseguró Leopoldo Fortunato Galtieri el 10 de abril de 1982. Lo hizo desde el balcón de la Casa Rosada, ante una multitud concentrada en Plaza de Mayo.
La desafortunada y para nada inocente frase, la pronunció ocho días después de la ocupación de las Islas Malvinas por parte de las tropas argentinas. Él mismo lo había ordenado.
A esas palabras, le siguieron el grito de alegría y euforia de miles de personas que creyeron que la recuperación era inminente. El inicio de la Guerra de las Malvinas era un hecho.
Esa euforia fue acompaña, hasta el último minuto, por la prensa. Los medios de comunicación acompañaron a la dictadura cívico militar con titulares que poco reflejaban la realidad.
El rol fundamental de los medios
Siempre utilizamos a la libertad de expresión como primer recurso para refugiarnos. Incluso hasta el 13 de junio, dos días antes del rendimiento, los medios aseguraban que sí, efectivamente íbamos ganando. ¿Curioso, no?
El poder se agotaba y el presidente de facto de ese entonces intentó retenerlo con una guerra que se prolongó durante 74 días. Uno de los recursos utilizados en ese entonces, fue un programa de TV que durante un día recaudó donaciones que nunca llegaron. «24 horas por Malvinas», se llamó.
El fervor patriótico inundaba los programas de televisión, los diarios y las radios. La Televisión Pública encabezaba, junto a los medios tradicionales aún más resonantes, la cruzada a favor de la guerra. Para ellos, íbamos ganando. Y se lo hacían creer a los televidentes, a los lectores.
Ellos no solo coincidían con los objetivos de la dictadura militar, sino también utilizaronla guerra con un instrumento de marketing. Tenía todos los condimentos que un medio amarillista requería: morbo, apelar a la lástima, al golpe bajo. Al dolor, pero a la euforia de ser argentinos.
«El combate de Puerto Argentino ha finalizado», expresó Galtieri el 15 de junio. Todos, los que tuvieron que viajar, los que quedaron en casa. Los que apoyaron, los que negaron, todos creyeron en los medios de comunicación. Y creyeron en la guerra.
Argentina perdió. Perdió porque 649 soldados murieron en las Islas Malvinas. También perdió porque entre 350 y 450 veteranos de guerra se quitaron la vida años después del conflicto.
Perdió porque todavía hoy nos pesan los muertos y nos duelen los vivos. Pero nadie repara, retribuye. Nadie, a lo largo de los años, pudo devolverles lo que perdieron en su juventud.
Los cómplices todavía tienen canales de televisión, revistas y cargos políticos. Todavía hoy, los diarios siguen a cargo de muchos que se mancharon con sangre en la dictadura cívico militar. Seguimos consumiendo esos mismos medios que ayer, apenas cuarenta años atrás, fingieron euforia, donde solo había muertos.
Las Malvinas son argentinas. Y los soldados fallecidos allá, los que sobrevivieron y los que no pudieron aguantar, también lo son. Por ellos, y para ellos, una reparación histórica.