En la madrugada del domingo, un joven de 27 años falleció en el boliche porteño Mandarine Park. Una de las principales hipótesis es que habría consumido una droga conocida como “Moncler verde” de la que mucho se habla y poco se sabe. Mientras especialistas y científicos investigan sobre la composición de esta pastilla, en los medios de comunicación se instala nuevamente una serie de temas que aspiran a llegar a un debate en el Congreso: prohibicismo, regulación, despenalización, reducción de daños y consumos recreativos.
En diálogo con El Numeral, Dalila Tealdi, licenciada en Comunicación Social e integrante de la ONG de políticas de drogas y derechos humanos RESET, nos explica desde cuándo se prohíben las drogas, por qué es un tema sobre el que se desinforma constantemente y cuál es la salida frente a este panorama de silencio y negación.
P: ¿Cuál es el panorama actual en la Argentina?
R: Hoy por hoy tenemos una ley de estupefacientes vetusta y retrógrada. Es la ley 23.737 de estupefacientes proclamada en el año 1989 a raíz de una modificación de la primera ley de drogas de 1974. La normativa nace en el Ministerio de Desarrollo de López Rega, siguiendo las lógicas de la guerra contra las drogas que había proclamado Nixon en 1971 en su campaña presidencial en los Estados Unidos.
Nosotros seguimos esa lógica que tiene mucho que ver con los intereses políticos de ese escenario: como no podían criminalizar a los enemigos que tenían sus gobiernos, lo más fácil era asociarlos a diversas sustancias. Si bien esto se hace históricamente, acá lo tomaron como una política de Estado. En el caso de Nixon su enemigo más grande era, por un lado, el movimiento hippie que estaba en contra de la guerra, los latinos, porque no quería saber nada con la inmigración (que obviamente no iban a ser sus votantes) y después los negros. Entonces, asociaron el consumo de diversas sustancias a estos grupos, a estas minorías.
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A los hippies y los latinos se lo relacionó con el consumo de marihuana. En el caso de los negros se lo vinculó a la cocaína y a los diversos grupos asiáticos, pero principalmente los chinos, se los relacionó con el consumo de opio. Con esa justificación o sea a partir de la ilegalización de estas sustancias ellos tenían el poder de generar allanar y perseguir a estas “personas consumidoras” supuestamente.
En Argentina se reprodujo esta lógica y lo que se plantea en esta primera ley de drogas fue la asociación a los movimientos de izquierda, que claro “consumían marihuana”, cosa que no era cierta, o no había tal generalidad.
En 1989 se modifica la ley y surge la ley de estupefacientes 23.737, que es la que rige actualmente.
P: ¿Desde RESET qué proponen frente a este panorama?
R: Lo que pedimos es tratar de regular las sustancias. Cuando hay una regulación, hay una aceptación por parte del Estado de que las personas consumen, entonces se van a hacer cargo de un mercado que hoy es clandestino. Además podríamos arrancar por despenalizar la tenencia.
La regulación implicaría cambiar completamente las lógicas del mercado, las lógicas de producción, todo. Uruguay y Canadá, por ejemplo, son países que legalizaron el consumo recreativo y medicinal del cannabis. Entonces se modificó toda la producción. Donde hay un Estado que se hace cargo, se modifica la distribución, la lógica para vender y se estipula como con el alcohol las edades, los espacios de consumo, los espacios de compra, etc.
Por otro lado, sobre la despenalización podemos poner de ejemplo a Portugal, que despenalizó la portación de todas las sustancias: heroína, cocaína, marihuana, todo. De esta manera dejaron de perseguir y de criminalizar.
Si ninguna de estas medidas se implementan en el país, lo que sucede es que se llenan las cárceles de personas consumidoras y, a su vez, el hecho de estar penalizado impide que las personas usuarias que necesitan una ayuda se acerquen a los sistemas de salud. Esta lógica que tenemos hoy en Argentina no va más.
P: ¿Por qué cuesta tanto romper con las lógicas prohibicionistas? ¿Qué rol tienen los medios de comunicación?
R: Al estar penalizado, los medios de comunicación hegemónicos y masivos continúan criminalizando, continúan estigmatizando, continúan marginando y la persona usuaria difícilmente se acerca a un sistema de salud en busca de ayuda o en busca de información, por ejemplo.
No es que no se hable. Se habla, pero sin evidencia científica en muchos casos. Se habla reproduciendo las lógicas prohibicionistas y abstencionistas del uso de drogas. Eso pasa porque tenemos estos paradigmas que se construyeron socialmente hace 100 años.
La historia del prohibicionismo arranca aproximadamente en 1859, pero podemos decir que en el año 1961 con la primera convención única de estupefacientes que realiza la ONU, las sustancias empiezan a tener condición de legal o ilegal. Ahí no importaba que existieran religiones, tribus, movimientos espirituales o rituales en los que se usaran determinadas sustancias.
Eso se fue afinando y en 1961 y 1971 empezaron a recalificar este régimen de sustancias. Ahí aparece una nueva categoría, la de las sustancias psicotrópicas. En ese momento fue tan fuerte la avanzada de la industria farmacéutica que habían algunas sustancias que habían sido fiscalizadas 10 años atrás, pero que ahora las estaban usando en la industria farmacéutica, entonces había que sacarlas de ese régimen tan cerrado que habían creado.
Eso da cuenta también que no es algo estático, no es algo que no se pueda cambiar. De hecho se puede y en 2020 el cannabis, fue recategorizado y dejó de estar en la categoría número uno de sustancias de mayor peligrosidad junto con la heroína por ejemplo.
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En este repaso lo que vemos es que son décadas y décadas de un discurso que atravesó todos los estratos, todos los factores sociales y que se instaló en el imaginario social. Por eso cuesta tanto romper con estas lógicas. Nos educaron desde el miedo a la sustancia, porque la sustancia estaba prohibida. Pero como era el régimen institucionalizado, fue muy difícil cuestionarlo y el aceptar que este régimen tuvo y tiene un montón de efectos sociales.
P: ¿Qué es una política de reducción de daños y por qué es necesaria?
R: Cuando hablamos de políticas de reducción de riesgos y daños nos referimos a prácticas, herramientas y políticas que se aplican cuando la prevención fracasó. Por ejemplo, cuando no pudiste evitar que la persona consuma o cuando no pudiste evitar que, lamentablemente y según un montón de condicionantes que atraviesan a esa persona, genere una dependencia.
Entonces aceptemos las personas consumen. Tenemos registros de hace más de 5.000 años que demuestran que las personas consumen distintas sustancias. ¿Por qué? Por lo que sea. Para vivir nuevas experiencias, para escaparse de la realidad, porque tienen ganas, por placer, por lo que sea. Podemos buscar condicionantes de justificaciones positivas y negativas pero las personas consumen.
Para evitar el riesgo los usuarios deben ver toda la información basada en evidencia científica, la que se puede porque como las sustancias están fiscalizadas no todas se pueden investigar libremente, o bien, en todo el conocimiento que se generó a partir de las personas usuarias que han sido las mejores informadoras en definitiva respecto al uso de sustancias.
P: ¿Cuáles son los efectos del prohibicionismo?
R: Cuando las sustancias están prohibidas se genera un mercado clandestino que habilita lo que es el efecto góndola, uno de los grandes efectivos del prohibicinismo.
Es fundamental informar a la sociedad de que se está expuesto a esto, los riesgos posibles ante las mezclas, y cómo te puede afectar si tenés tal o cual patología, entre otras cosas.
Todas esas cosas nos las pueden empezar a informar desde chicos y adolescentes. Así como tenemos una ESI, deberíamos tener también información sobre uso de sustancias porque van de la mano. Inevitablemente los riesgos que tenemos respecto a la sexualidad, si no sabemos cómo manejarnos con el uso de sustancias en la adolescencia, hace que se incrementen las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados, etcétera.
P: ¿Hay lugares donde la reducción de daños ya esté puesta en marcha?
R: Portugal, por ejemplo, tiene una comunidad de personas consumidoras y adictas a la heroína muy grande. Dentro de un programa de reducción de daños se les ofrece a los consumidores metadona, una sustancia que alivia esa sensación de necesitar cada vez más. De esta manera alivia el efecto de la abstinencia y disminuye el daño que produce la heroína. Además se les ofrece jeringas y un kit para consumo que busca evitar la propagación de enfermedades de transmisión sexual por el compartir jeringas. El Estado puede hacer todo esto y más.
Estudiando el consumo y haciendo una distinción de edades podríanmos tener una base científica, una base biológica, una base neurológica, una base de la sustancia. Podemos tener una base de distintos condicionantes que hacen a los riesgos y a los daños y atacarlos y abordarlos según la necesidad de la población.
P: ¿Quiénes son los que más necesitan este tipo de medidas?
R: Los adolescentes o las juventides son un foco muy importante porque si no se les habilita la información, el riesgo es inminente. Sabemos que tarde o temprano se van a cruzar con una sustancia legal o ilegalizada.
Sin embargo, también estaría bueno poder llegar a otros públicos, como las personas que están a cargo de esas adolecencias y que tienen que estar preparadas y formadas para responder inquietudes no desde el miedo, sino con la verdad y con herramientas principalmente.
Si los adultos no hablan, la o el adolescente se va a topar en cualquier momento con la sustancia, entonces tiene que estar toda la población informada en definitiva.
Además, los medios de comunicación son fundamentales. Las y los periodistas tienen que estar actualizados respecto a las políticas de drogas. Si no saben, tienen que citar a personas que sepan del tema, que estén empapadas. Sino replicamos las mismas logicas de las últimas décadas, donde las personas siguen consumiendo y muriendo con una pastilla que está adulterada y que no le dijeron cómo tenía que empezar a tomar.
Al mercado clandestino no le importa la salud de las personas, le importa la venta. Claro que también vas a tener la palabra del narcotraficante que dice “yo no quiero que mi comprador se muera”, pero la cadena no es lineal. Las sustancias pasan por muchas manos y no a todos les importa lo mismo. No todas las manos tienen las mismas necesidades.
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Las condiciones sociales hacen que muchas personas encuentren en el narcotráfico o en la venta de estupefacientes, una salida. Y es lógico. Si hay un Estado que no se hace cargo de garantizar laburo, vivienda, educación, comida, todas las necesidades básicas que necesita una persona para salir adelante y de pronto aparece un grupo que te ofrece un producto para vender ilegal pero que le está garantizando la comida de todos los días, se justifica.
En este último ejemplo uno puede ver que la política de drogas no sólo apunta a la sustancia, sino que está atravesada por un montón de condicionantes sociales, económicos, políticos, culturales y raciales. No es un tema chiquitito que podemos solucionar así de la nada y que se puede hablar así no más. Hay que estar formados y preparados para hacerle frente y para proponer el cambio.