Parto respetado | Tres relatos inspiradores para desafiar el miedo

En el marco de la Semana del Parto Respetado conversamos con tres mujeres que desafiaron la manera tradicional de parir o, mejor dicho, la manera que instaló la medicina para agilizar los partos y volverlos un trámite.

Durante los últimos días, los medios de comunicación nos sumamos a la Semana del Parto Respetado para visibilizar la manera en la que se abordan los partos no solo en el país, sino en el mundo, y exigir el cumplimiento de los derechos vinculados al nacimiento.

En la Argentina existe la Ley 25.929 sancionada y promulgada en 2004 y finalmente reglamentada en 2015, la cual defiende los derechos de las personas gestantes, los recién nacidos/as y sus familias antes, durante y después del parto, dónde están detallado los distintos derechos que deben garantizarse. Sin embargo, no es una novedad que la normativa no se cumple. Las personas gestantes suelen estar desinformadas, no decidir sobre sus cuerpos y atravesar situaciones de violencia obstétrica.

Para conocer y desmitificar otras maneras de parir conversamos con tres mujeres, quienes compartieron sus relatos inspiradores para animar a otras personas que estén gestando a desafiar sus miedos.

La historia de Ana Sol y el banco de parto

Ana está por cumplir 29 años y vive en la provincia de Buenos Aires. Hace cuatro meses se convirtió nuevamente en mamá. Ya tiene una hija de cinco años y, si bien parió en un Hospital Público, rompió la estructura convencional de los partos en hospitales.

“Ese día hacía mucho calor. Fue el 25 de enero y desde un primer momento me trataron con mucho respeto, ofreciéndome todo lo que podían para mí comodidad. Desde mi parto anterior me había instruido un poco acerca de las diferentes formas de traer un bebé al mundo. Sin embargo, en mi experiencia anterior no me ofrecieron otros métodos que no sea parir sobre la tradicional camilla”, afirmó.

Al conocer el Hospital Dr. Alberto Balestrini con anterioridad, Ana Sol ya sabía cuáles eran los diferentes métodos para parir, así que desde el curso de preparto decidió interiorizarse en uno: “El Banquito”. Entre los beneficios de este tipo de parto, se destaca la postura vertical, mucho más natural en comparación con la pose horizontal. El parto en banco brinda una forma de pujar más natural para la mujer ya que se agrega el peso de la gravedad. A su vez, se amplía el canal del parto lo que hace que sea más sencilla la salida y no es necesaria una preparación previa.

“Mucha gente no cuenta con la información porque los médicos no te la ofrecen. Llevan a cabo los partos más cómodos para ellos en vez de buscar la comodidad y el bienestar de la persona que está por parir”

ANA SOL

“Durante mi labor de parto me invitaron a una sala dilatante, donde tenía todas las comodidades al alcance de la mano: bola de yoga, camilla, banquito, ducha caliente, etc. Estuve sentada en la bola casi todo el tiempo, y ahí mismo decidí que cuando pasáramos a la sala de partos quería ir al banquito. Dejaron que mi marido participe tanto de la parte dilatante, como del parto mismo”, recuerda.

“Tenía miedos comunes tales como si no podía, o si era demasiado grande para mí. También temía terminar en cesárea. Sin embargo, todo salió bien. Tengo una experiencia súper positiva de mi parto, ya que respetaron cada decisión que tomé, no intentaron medicarme, ni hacerme prácticas que yo no aprobara”, destaca.

“Una vez que mi bebé nació, la lavaron, bañaron, vacunaron y cambiaron todo delante de mi marido, mientras a mí me sacaban la placenta y me cocían por un pequeño desgarro”, agrega.

Ana estuvo solamente dos días en el hospital, mientras su compañero la visitaba en los horarios permitidos. Rápidamente le dieron el alta y puso volver junto a su bebé al hogar.

“Considero que mucha gente no cuenta con la información porque los médicos no te la ofrecen. Llevan a cabo los partos más cómodos para ellos en vez de buscar la comodidad y el bienestar de la persona que está por parir”, concluye.

La historia de Valentina en su casa

Valentina tiene 31 años y vive en la ciudad de Buenos Aires. En plena pandemia, precisamente el 12 de noviembre de 2020, parió en su casa.

“Fue mi primer y único parto, hacía calor pero no me acuerdo mucho de las sensaciones externas, estaba como en otra dimensión”, recuerda.

Según relata, cinco años antes de transitar el embarazo vio el documental “Parir” y a partir de ahí empezó a dudar de la medicina en relación a los partos.

“Cuando supe que estaba embarazada ya había empezado a ser consciente del feminismo y enseguida me cuestioné cuál sería la implicancia del patriarcado en el tema, así que empecé a leer. El primer libro fue uno que andaba por las librerías medio bastante a la vista, por suerte, se llamaba: Mama Desobediente”, recuerda.

“En ese momento, además, mi prima estaba estudiando obstetricia y por suerte me preguntó si no pensaba parir en mi casa. Cuando me dijo eso, pensé: claro, esto es posible porque si me lo dice mi prima, tiene que ser seguro, o más seguro que la medicina hegemónica”, agrega.

Valentina contó con el apoyo de todo su círculo, desde el padre que desde el principio decidió ser padre, hasta su madre y amigos.

“Acudí a los médicos de mi obra social que no sirvieron más que para darme miedo y después empecé a buscar recomendaciones, sobre todo por Internet. En seguida apareció gente que discutía el tema y tenia recomendaciones.Como vivo en Capital Federal, obvio que todo lo tuve que pagar yo. Es cierto que el parto respetado es mucho más fácil para gente que pueda pagarlo de manera privada. De mi obra social solo pude acceder a hacerme los estudios y analisis”, explica.

El miedo

Valentina recuerda que tenía mucho miedo, más del que le hubiese gustado. Sin embargo, conocer a otras personas que habían parido de la misma manera la tranquilizaba. Además, según nos cuenta, en ese momento eran mínimos los casos que habían tenido alguna complicación.

“Siempre había una justificación. Es un poco enfrentarse a la idea de muerte, pero todos los días nos enfrentamos a eso y no a la idea. Es bueno también atravesarlo de vez en cuando. Fue una experiencia muy positiva para mi. Lo recomiendo siempre y cuando la persona sienta deseo de hacerlo”, sostiene. 

“Consiguieron el poder y el control, o mejor dicho, lograron que confiemos mas en otro que en nosotres mismes para acompañar a un otro al mundo”

VALENTINA

“Creo que está bueno que cuando se habla de parto respetado se tenga en cuenta de que no es un momento, sino un proceso. El tiempo no puede comprenderse de la misma manera. Creo que hablar del tema tiene que incluir la necesidad de que no se puede comprender con las reglas hegemónicas de orden que pide el sistema capitalista. Las personas no somos un producto. De repente estás embarazada y empezás a pensar en todas las cosas que tenés que hacer, como si fuera un tramite”, resalta.

“Hay muchísima información. Obvio que hay que saber diferenciar, pero la información está. Creo que las personas se someten a partos convencionales porque es algo que se instaló en la sociedad. Es parte de la cultura, y eso viene desde que empezó a pensarse al hombre como un engranaje de la cadena productiva. Desde hace mucho tiempo vienen instalando el miedo”, agrega

“Consiguieron el poder y el control, o mejor dicho, lograron que confiemos más en otro que en nosotres mismes para acompañar a un otro al mundo”, advierte.

La historia de Julieta

“Yo creo que más que cuestionar el parto tradicional, tuvo que ver con un impulso personal, una sensación de donde yo sentía el sí y donde me podía relajar, como algo más instintivo”, comienza el relato de Julieta. 

Si bien tenía casos cercanos, de hecho mi hermano había tenido a su hija en su casa y me habían llegado libros donde contaban distintas historias en relación a parir en la casa, tuvo mucho que ver con una sensación de donde yo me sentía cómoda”, agrega.

Según advierte, cuando supo que estaba embarazada, tanto ella como su compañero acudieron a un obstetra que hacía un trabajo de parto respetado en el Hospital Austral y estuvo durante ochos meses dudando entre parir en su hogar o en el hospital. Paralelamente, una partera la acompañó durante todo el proceso hasta que en un momento le “puso los puntos” sobre que era hora de decidir. 

“Para mí es importante tener un plan B seguro y cercano, porque si bien uno puede parir en casa y puede estar todo bien. Hay veces que es realmente necesaria la intervención”

“Mi compañero se sentía mucho más seguro y cómodo en el hospital. A él le parecía muy arriesgado y yo también quería que él se sienta cómodo, entonces durante el embarazo estábamos en la duda. Sin embargo, en un momento me bajó la certeza: en el lugar donde yo me sentía bien era en casa. A él le costó pero me apoyó”, relata. 

Además, un detalle no menor, fue que contemplaron un plan B, porque si bien el parto sucedió en su casa, tanto ella como su compañero vivían a 10 minutos de un hospital donde trabajaba un obstetra cercano a las parteras.

“Para mí es importante tener un plan B seguro y cercano, porque si bien uno puede parir en casa y puede estar todo bien. Hay veces que, en pocos casos, es realmente necesaria la intervención”, destaca.

Además, en cuanto al protocolo, Julieta relata que las parteras suelen llegar bastante equipadas, además de que en el hospital ya tenía una cama reservada.

El dolor

“En relación al dolor, se sabe que cuando uno pare tiene que atravesar esa intensidad de dolor. Una no elige ponerse epidural cuando es parto en casa, es sin intervención y yo así lo quería. Sin embargo, me sentía muy segura por tener el Plan B cerca, por estar acompañada por mi compa y estar con las parteras que yo conocía. Esos factores afianzaron mi decisión”, comienza a relatar.

“Si una está segura y si puede generar las hormonas que tiene que generar para parir, el parto va a ser más fácil. Yo creo que eso me alentó a seguir mi instinto y tenerlo donde yo me sienta segura, lo cual es muy particular para cada mujer. No creo que haya una manera de parir, creo que está bueno que cada mujer y cada núcleo familiar, cada pareja pueda elegir dónde es el lugar que se van a sentir mejor”, agrega.

El momento del parto lo vivió “como un viaje”. “Por lo general, cuando una mujer entra en trabajo de parto, más si está en su casa en donde no le inyectan oxitocina sintética que suele acelerar el trabajo de parto, se va generando la oxitocina natural y es un trabajo que lleva tiempo”, explica.

“Fue una experiencia muy íntima y muy emocionante a la vez”

“Yo trataba de relajarme. La sensación era ‘bueno, el cuerpo va a parir solo, pongo mi intención en poder relajarme’ y mi compa estaba muy ahí. Yo sentí que parimos juntos en cada contracción me abrazaba estuvo día y noche porque fueron varias horas ahí conmigo, abrazándome”, agrega.

“Siento que fue una experiencia muy positiva. Lo sentí intenso, sentí dolor, pero pude atravesarlo y estar ahí con mi cuerpo atravesando de alguna manera esa animalidad que somos. Eso fue muy hermoso. Además fue muy hermoso sentir la contención de mi pareja. Estábamos en nuestro cuarto y en la cama. Cuando la partera  llegó fue muy silenciosa, estaba en una esquina apenas mirando, me indicó muy pocas cosas y fue quién me dijo que ya estaba por nacer, que me ponga en cuclillas. Fue una experiencia muy íntima y muy emocionante a la vez”, concluyó.

La llegada de Milo al mundo

Según nos comparte Julieta, un grito muy fuerte y un abrazo con su compañero anunciaron el nacimiento de su bebé, Milo. “Me lo pusieron en el pecho, yo estaba arrodillada con un pie en el piso y ahí me acosté. Me lo pusieron en el pecho y nos quedamos un rato largo con el bebé sintiéndolo. Era de noche, estaba todo oscuro y tuvimos un rato de encuentro”, recuerda.

“Me preguntaron si quería acostarme en la cama, porque estaba acostada en el piso y dije que sí. Cuando me quise parar me di cuenta que ya casi no me podía mover, así que me ayudaron a acostarme en la cama y ahí Milo se agarró de la teta, salió la placenta y ahí me tuvieron que me cosieron un poquito. Después nos quedamos dormidos los tres en la cama, las parteras se fueron y al día siguiente volvió la partera y vio cómo estábamos, lo pesó al bebé y confirmó que todo estaba bien”, agrega.

“La situación para mí fue muy positiva. El hecho de estar en casa ese día, al día siguiente, esa semana.Tocó una puerta de una amiga que vía con nosotros, le mostré el bebé y vino después mi familia. Fue lo que yo quería”. 

¿Por qué son pocos los partos en casa?

Para Julieta, no solo tiene que ver con el deseo individual de cada persona gestante, sino que además depende de lo que nos inculcan.

“Lo importante es tener el valor de cuestionarnos qué queremos. Yo realmente no quería que haya muchas personas, no quería luces, ni intervenciones. Quería tener un espacio en donde poder generar todas las hormonas que mi cuerpo necesitaba generar y no activar la mente porque si venían los médicos y me preguntaban cosas me iba a jugar en contra. Por ahí, otras personas eligen el hospital porque es un lugar seguro y por miedo a cosas que pueden pasar. Todos tenemos miedo. Yo si iría a un hospital me daría miedo la cantidad de virus o bacterias, por ejemplo. Creo que todo es válido, lo importante es poder escucharse a una misma y informarse también y darse el espacio de ver qué necesita”, relata. 

“Lo importante es tener el valor de cuestionarnos qué queremos”

“Sería hermoso que en los hospitales pueda haber realmente parto respetado y que la intervención sea solo en casos necesarios. Lamentablemente termina habiendo mucha más intervención porque no se genera el espacio y el tiempo para que el proceso suceda de forma natural como puede suceder. Por otra parte, sería hermoso poder parir en casa y que sea algo avalado socialmente. Que una pueda tener siempre un plan B cercano o hasta una ambulancia en la puerta si lo necesita. Me parece hermosa la intimidad del hogar y poder tener la herramienta de acceder a una institución si se necesita. Algo que muchas veces es muy juzgado cuando uno ingresa a una institución habiendo querido tener su hija en su casa”, cierra.

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