“Hay varios factores cuando hablamos de la corta expectativa de vida de las chicas trans. Primero está la prostitución, después el acceso a la salud y a la educación; y después obviamente las intervenciones quirúrgicas. No sólo con silicona, también accedemos a cirujanos de segunda mano que te operan en tu casa, te cobran dos chirolas y que después terminas internada cuatro meses”, sostiene Maita Pueblas al comenzar a hablar sobre como afecta a la población travesti trans este tipo de intervenciones.
Maita es activista trans, tiene 38 años y casi cinco litros de silicona en el cuerpo. Según relata en diálogo con el medio, esta sustancia es sumamente peligrosa, porque se expande a la espalda, rodillas y talones. “Si te inyectan mal se te va a los músculos y es algo que tarde o temprano el cuerpo rechaza”, sostiene.
“En mi caso me inyectaron en los glúteos y en las mamas. Tengo casi cinco litros de silicona medicinal. Solo quería ser más más linda o más femenina. En ese momento, con otras chicas trans grandes nos juntábamos en una casa comprábamos un bidón de 5 litros en una química en Flores y nos llenábamos ahí nomás”, explica.
“Comprábamos un bidón de 5 litros en una química en Flores y nos llenábamos ahí nomás”
MAITA PUEBLAS
“Primero te ponía xilocaína y de ahí te clavaba una aguja que era para pinchar chanchos, eso fue lo peor que sentí en mi vida, es como una puñalada. Sentís como algo caliente está entrando en tu cuerpo y al principio queda todo una cosa deforme, pero después se va desparramando y va tomando forma”, agrega.
Según relata la activista, en ese momento no se sabía el riesgo que traía la silicona líquida, y aquellas que algo habían escuchado, lo subestimaban frente al gran deseo que tener un cuerpo hegemónico para el mercado.
“Sabíamos que si que se te corría, podías terminar con una sola teta, que se te iba a los tobillos, a las rodillas, pata de elefante como le decían, pero no se tenían en cuenta los riesgos, sino el hecho de estar femenina o tener un cuerpo agradable a la vista”, relata.
“No se tenían en cuenta los riesgos, sino el hecho de estar femenina o tener un cuerpo agradable a la vista”
MAITA PUEBLAS
Después de varios años, Maita se tuvo que someter a un raspaje, ya que pretendía sacarse la silicona y ponerse prótesis mamarias. Sin embargo, mediante una serie de estudios, el cirujano descubrió que se estaba desarrollando un parasito y que la silicona ya estaba dentro de los músculos.
“El cirujano me dijo que era mi decisión. Tenía que decidir entre sacar todo y someterme a un raspaje porque la silicona ya estaba en el músculo y si se sacaba el músculo quedaba la piel hundida o ponerme las prótesis y que dios me guarde en la gloria. Accedí a que me saquen las glándulas mamarias y que me hagan raspaje en todo lo que es el pecho y la espalda, porque la silicona también se corrió hacia la espalda”, relata.
“La silicona mata, mató a mis amigas y me estaba pudriendo a mi”
MAITA PUEBLAS
Para Maita, la decisión fue difícil, ya que estar sin pechos “no es lo mismo”. “Yo creo que saber que me saque algo del cuerpo que tarde o temprano iba a ser para peor me lo vale”, sostiene y agrega “le diría a las chicas trans, travestis, transgéneros que se acepten como son, que no se dejen llevar por el estereotipo sociales, hay otras alternativas para sentirse conforme con una misma. No se inyecten nada en el cuerpo, al cuerpo hay que cuidarlo porque es el que te acompaña toda la vida. La silicona mata. La silicona mató a mis amigas y me estaba pudriendo a mi”.
El sistema prostituyente
“La mayoría de las compañeras, travestis, transexuales y transgénero acceden a la silicona líquida. Son sustancias de fácil acceso, rápido y muy económico que responden rápidamente a la demanda dentro del sistema, y sobre todo dentro del sistema prostibulario. Niñas de muy poca edad, muchas veces acceden a estos métodos clandestinos en la marginalidad, para poder tener una respuesta rápida al acceso a la demanda que existe dentro del sistema prostituyente”.
Además, explicó que no es “solo para poder ejercer de determinadas formas la prostitución, sino poder también solventar los gastos dentro del mismo sistema. Por estar parada en una esquina, hay personas que viene y te cobran esa parada. Muchas veces le tenes que pagar a la policía, tenes que pagar un alquiler doble, solo por el hecho de ser ser travestis y muchas veces quienes viven en barrios populares, viven entre tres o cuatro compañeras y tienen que trabajar para poder solventar la olla”, explica Sher Lescano (37) militante feminista y activista en derechos humanos.
“Niñas de muy poca edad, muchas veces acceden a estos métodos clandestinos en la marginalidad, para poder tener una respuesta rápida al acceso a la demanda que existe dentro del sistema prostituyente”
SHER LESCANO
A pesar de que la Ley de Identidad de Género debería cubrir estas prácticas, son muy pocos los profesionales que acceden a realizar las intervenciones. Además, según relata la activista, hay cientos de compañeras que viven en extrema vulnerabilidad, que no saben leer ni escribir y que encuentran una solución rápida y accesible, a la hora de inyectarse con una amiga, vecina y mismo, en su propio hogar.
“Muchas compañeras quedan recluidas en una casillita, en los kilómetros de la ruta y nadie se hace cargo a no ser que venga otra compañera. A veces hablamos sobre los derechos que tiene la población, pero nadie camina en una villa o en un barrio popular y conoce la realidad de las compañeras que viven ahí. Muchas compañeras ni siquiera conocen de la ley de identidad de género porque muchas de ellas ni siquiera saben leer o escribir”, agrega.
La presión de las y los proxenetas en primera persona
“Yo soy una sobreviviente de siete años de una red de trata en donde la proxeneta ejercía constante violencia psicológica, más allá de la física que era todo el tiempo, y estética sobre nuestras corporalidades”, relata. “Ni siquiera tienen un cuarto de silicona en su cuerpo como para venir a hablarme y decirme que son trans o travestis”, eran las palabras que escuchaba Sher de su proxeneta.
“Hay que discutir un poco sobre las pedagogías prostibularias que muchas de las personas invisibilizan y que son parte de esta violencia estética que existe porque en eso se basa también el capitalismo”
SHER LESCANO
Cuando tenía 19 años, y tras dos años de violencia psicológica por parte de su proxeneta, Sher decidió intervenirse. “En un principio iba a hacerme el aumento mamario con siliconas líquidas hasta que empecé a ahorrar y esta persona (que tenía un trato con un cirujano en Rosario) me dijo que me iba a ayudar para que pueda hacerme las prótesis mamarias”, relata.
“Tal era la violencia, que decidí intervenirme en las caderas y los glúteos con aceites de siliconas. Luego de eso, me hice el aumento mamario en donde también la proxeneta me dijo yo te presto el dinero para completarlo”, agrega.
Luego, según relata la activista, la violencia aumentó porque su proxeneta, todo el tiempo le descontaba el dinero para poder revertir el gasto de las intervenciones, que a su vez, no era una decisión personal.
“Más adelante me intervine el rostro con silicona. Ambas veces fueron travestis quienes me inyectaron. La primera que me hizo cola y caderas. Después con otra muy conocida en el ambiente, que era la que iba aplicándonos a la mayoría porque era la que mejor cuerpos hacía, fue la que me rellenó los pómulos y labios”, explica.
“Es una deuda. El Estado debe realizar campañas de prevención, debe visibilizar esta problemática dentro de nuestra población y no hacer oídos sordos o derivar esto para cualquier otro lado. El Ministerio de Salud de la Nación debe responsabilizarse”, concluye.
El mercado de los cuerpos
¿Qué es la belleza? ¿Ser mujer, Miss Universo y modelo? ¿Cuál es el costo?, se pregunta Gala Olimpia, militante trans y artista en diálogo con el medio, al comenzar a hablar sobre la estética del mercado de los cuerpos, impuesto y hegemónico, claro.
“Nos venden el físico para ser aceptadas, para ser deseadas, aprobadas por el otro. Primero tenemos que ser conscientes de que en el pasado no teníamos acceso a la salud pública ni privada porque siempre éramos excluidas y discriminadas, y en muchos casos, fuimos victimas de abondo, de travesticidios sociales y más con el tema del aceite de avión porque es una bomba de tiempo”, relata.
“He visto a muchas de mi generación morir por culpa de ese veneno en el cuerpo. Sin embargo, el sistema sigue exigiendo y reproduciendo lo mismo”
GALA OLIMPIA
“El sistema prostituyente nos inculca desde muy chicas que tenemos que tener el cuerpo intervenido para ser aceptadas dentro del mundo del consumo, para el prostituyente, que vas a ganar más si tienes el cuerpo de tal manera y es popular en la población travesti trans a nivel mundial el bajo costo para poder acceder a los cambios físicos más rápido, sin ser conscientes de los daños colaterales que repercuten con el tiempo”, agrega.
“Las secuelas que quedan son el dolor, el ardor como si quemara por dentro, la inflamación que no se va, las manchas, la necrosis en algunos casos y en muchos otros, afecta a los órganos del cuerpo”, alerta.
“Tenemos que cuestionarnos cómo, a lo largo de los años, nos impusieron una forma hegemónica de belleza irreal en el mundo con una mirada eurocentrista de belleza. Tenemos que cuestionar la mercantilización de los cuerpos para el patriarcado capitalista, como una fábrica de muñecas desechables, como una mercancía del cuerpo y del descarte, como una idea de propiedad de consumo”, sostiene.
“Pude decidir no inyectarme y salir del sistema prostituyente gracias a la lucha del feminismo y del transfeminismo”
“Lo personal es político. Yo pude decidir no inyectarme y salir del sistema prostituyente gracias a la lucha del feminismo y del transfeminismo. Hay que seguir luchando para que las nuevas generaciones de infancias travestis trans no pasen por lo mismo”, concluye.
El Estado tiene que hacerse cargo y es urgente
En la misma línea que el resto de las entrevistadas, la militante y activista Luly Arias relata que también se inyectó silicona liquida en los glúteos en 2019 porque estaba en situación de prostitución. “En ese momento no existía ley de identidad de género, ni de cupo laboral travesti trans, casi el 80% nos dedicábamos a la prostitución y trabajábamos más si teníamos cuerpos hegemónicos, entonces lo hacíamos para poder pagar el alquiler, poder comer y poder llegar a fin de mes. Muchas veces contra nuestra voluntad y algunas sabiendo los perjuicios que traía eso para nuestra salud”, relata.
“El ideal era pasar por concha, tener lo que hoy llamamos el cispassing, entonces era muy fuerte la presión de verte femenina, a tal punto de poner en riesgo nuestra salud. No solo por las inyecciones de silicona líquida, sino por las dietas extremas, la hormonización, la automedicación para verse lo más femenina posible. Todo eso repercutía en nuestro organismo, nuestro hígado”, agrega.
“Acceder a una cirugía no es fácil. Hay compañeras que viven en provincias donde no hay quirófanos ni cirujanos, por ejemplo. Hay listas de espera muy largas y no hay muchos cirujanos que operen a la comunidad travesti trans. De manera privada, son cirugías muy costosas. El implante mamario, más económico, lo pagué alrededor de dos mil dólares. Yo tengo obra social, pero no me cubría esa cirugía. Qué pasa con las compañeras que quieren acceder a un implante y no tienen obra social. Cómo hacen para obtener dos mil dólares. Ahí es cuando llegan a inyectarse silicona líquida, no solo por una cuestión estética, sino también psicológica”, explica.
“Necesitamos campañas de concientización para que los médicos nos puedan extraer la silicona líquida y no que sea una práctica desconocida o que lo nieguen”
LULY ARIAS
“Necesitamos que las malas praxis, legalmente hablando, sean sancionadas como corresponde. Que sean sancionados los médicos que no presentan el consentimiento informado como corresponde, con todos los efectos adversos que traen estas prácticas. Necesitamos campañas de concientización a nivel nacional de que estas inyecciones, capacitación al personal de salud, a los médicos, que nos puedan extraer la silicona líquida y no que sea una práctica desconocida o que lo nieguen”, agrega.
“Hoy en día vos vas a un médico y te dicen: yo no sé nada del tema, nadie te mandó a inyectarte eso, no es nuestro problema. A veces las compañeras van con fiebre, con infecciones y las mandan a la casa. Eso se tiene que acabar. Es una cuestión de salud integral, si nosotras llegamos a aplicarnos este tipo de aceites, de polímeros, de sustancias a nuestros cuerpos, es también culpa de la sociedad y de su imposición. Si nos hubieran dado trabajo en cualquier lugar como corresponde y no hubiésemos sido víctimas de prostitución, seguramente no nos hubiésemos inyectado estas cosas”, destaca.
“Es una cuestión de salud integral, si nosotras llegamos a aplicarnos este tipo de aceites, de polímeros, de sustancias a nuestros cuerpos, es también culpa de la sociedad y de su imposición”
LULY ARIAS
“En el caso de Silvina Luna, la silicona emigró a los riñones, pero a muchas compañeras se les trasladó a los pulmones. Hay otras que les migra al corazón, al cerebro. Entonces, pueden tener embolias, infartos, infecciones, necrosis, parálisis en miembros del cuerpo, miles de problemas. Esto tienen que empezar a tratar urgentemente en el sistema de salud”, concluye.