El trayecto de Avellaneda a Morón cada vez es más largo. Al tránsito, se le suman las pocas horas de descanso y el bolso cada vez más pesado. Ahí sentado en el 85, y con casi cuatro horas para pensar, Braian Verón va proponiéndose metas. La primera, la de practicar boxeo y estar entre los 10 mejores amateurs de Argentina, ya la cumplió.
La infancia de Braian no estuvo colmada de privilegios ni lujos. Nació en Avellaneda y creció en Wilde. Sus padres no contaban con trabajo estable, así que salía todos los días a juntar cartones con su madre para que a sus tres hermanas no les falte el plato de comida por la noche. Fue en la calle donde aprendió códigos que en otro lado no aprendería.
Un día, un compañero lo hizo conocer un gimnasio que había abierto en su barrio. “Me invitó gratis y me metió en el mundo del boxeo”, recuerda. Tiempo después, le recomendó otro dónde los entrenaba Delfino Pérez, y finalmente allí fue donde creció y empezó a participar de las exhibiciones.
Posteriormente, Delfino Pérez cerró y conoció a Juan Manuel Parrao, quien acompañó su carrera. En el gimnasio “Canguro Box” logró conseguir la licencia para poder pelear amateur, empezar a competir y finalmente acercarse a cumplir su sueño. A sus 19 años ya estaba pisando por primera vez un ring.
“Mi familia no es muy deportista y no me apoya mucho en mi carrera, pero como siempre fui terco, nadie puede apagar el sueño de alguien que nunca tuvo nada y lo quiere todo”, relata el joven.
Actualmente, Braian trabaja en un kiosco ubicado en El Palomar, Morón, y busca trabajo cerca de su casa para poder continuar entrenando.
“Salgo de casa con el bolso ya preparado para salir de trabajar e ir al club donde entreno de 18 a 22. Nadie me ayuda y comprar unas botas, un pantalón o unos guantes es imposible para mi. No pido nada más que un trabajo en Avellaneda, barrer un cordón o cambiar unas bolsas, cuento con registro, es solo para poder entrenar”, relata.
“En el boxeo encontrás una familia que te apoya. Mi sueño es ser profesor y enseñar, si es posible gratis, a pibes que les guste el deporte. Creo a hay que incentivar el amor por el deporte”, agrega.
“Soy un pibe humilde que creció sin nada. Estoy donde estoy porque la vida me dio una oportunidad de cambiar y la aproveché, creo que a otros les puede pasar lo mismo. Ojalá Dios nos ayude tanto a mi, como a mis compañeros”, concluye.