Lo que el 8M dejó | Demandas desde el agotamiento

Pasó otra jornada de lucha llena de sentimientos encontrados. La fuerza sigue en las calles, pero el cansancio de pedir y repetir una y otra vez lo mismo se siente en el aire.

Este martes 8 de marzo movimientos sociales, feministas, de género y personas autoconvocadas se acercaron al Congreso para decirle basta a la violencia patriarcal.

Pero esta vez el clima fue distinto a las marchas que recordamos de aquel 2018, 2019 y 2020. En ese entonces, el feminismo hora tras hora pesaba más fuerte, llegábamos a la calle enfurecides y con mucha esperanza.

Recordemos que teníamos una meta muy importante para el colectivo: el aborto seguro, legal y gratuito en la Argentina.

Gracias a la perseverancia de la militancia, el feminismo y quienes nos representaron dentro del Congreso, la ley se aprobó. Automáticamente dejamos de formar parte de aquellos multitudinarios pañuelazos y de jornadas nocturnas para debatir y escuchar propuestas.

Tras la aprobación de la ley, la situación sanitaria en nuestro país, y a nivel mundial, afectó mucho al feminismo.

Por un lado, se vivió un momento de calma en las calles, donde los encuentros pasaron a ser virtuales y las banderas flyers. Por el otro, la violencia dentro de los hogares se incrementó mucho más a raíz del aislamiento social y obligatorio.

En estos últimos dos años, mataron a más de mil travestis-trans, mujeres, niñas y adolescentes. Desaparecieron cientos de mujeres por lapsos muy largos de tiempo, algunas no volvieron aún y la búsqueda continúa. No nos olvidemos que, además, desapareció Tehuel de la Torre hace un año y el caso está parado, vaya a saber por qué.

Venimos de dos años muy difíciles, en la calle se pide justicia pero convivimos con un poder judicial sumamente patriarcal que nos prefiere sumisas antes que reaccionarias.

La fuerza policial es la que debería defendernos y cuidarnos, pero más del 30% de los femicidios fue en manos de ex policías o policías con armas reglamentarias.

Y las conquistas del colectivo transfeminista no sirven de nada si no se aplican correctamente.

Indignación, cansancio y hartazgo

La convocatoria fue diversa, no solo había una gran variedad en quienes se acercaron al Congreso, sino también en los motivos por que lo hacían. De todas maneras, todes tenían algo en común: la indignación, el cansancio y el hartazgo.

En diálogo con El Numeral, Rocio (29 años) nos contaba que como abogada debía estar trabajando, sin embargo se adhirió al paro y a la convocatoria porque se siente agotada.

«Necesitamos una reforma judicial con perspectiva de género. Tenemos un poder judicial sin reformas hace muchisimos años, es el poder más rígido que hay. Ninguna construcción que el feminismo pueda lograr va a poder ser sin que el poder judicial garantice los derechos», aseguró.

Mariana (59 años) es planificadora de ciudades y nos comentó si bien tendría que estar en su trabajo y posteriormente cuidado a sus dos hijas, decidió asistir a la marcha y asegurar de que sus empleadas a cargo también lo puedan hacer.

«El mundo no se mueve sin nosotras, ni los barrios, ni las ciudades, ni los hogares. Pero no basta con que se sepa que nada se mueve sin nosotras. El mundo tiene que ser parte, tiene que contemplar nuestras necesidades cotidianas. No como un reclamo sino como parte de la transformación de la realidad» , advirtió.

Como todos las movilizaciones feministas, hubo gran cantidad de niñas/os/es presentes. En diálogo con Laura (25 años), quien tenía a su hija de la mano, de no más de 8 años, nos relataba situaciones sumamente violentas que vivió hace algunos años atrás.

«Yo me hago presente esta tarde por mi historia personal, mi historia de vida. Porque quiero que a ella no le pase y lucho por eso, porque ella no tenga que vivir esto que vivimos nosotros». 

Carolina (37 años) es docente y asistió a la concentración por primera vez con sus dos mejores amigas y las bebés de ambas. Cuando le preguntamos que la movilizaba a estar presente ella aseguró: «Lo que esta pasando está llegando a limites que no se soportan, no es por mi, es por mis hijas, hermanas, amigas, es por todas». 

La mujer cis no es el único sujeto político oprimido por el patriarcado

Anahí, forma parte de la Asociación Hotel Gondolín. Se trata de un espacio organizado entre las mismas inquilinas donde alojan a chicas trans. Muy amablemente nos relató un poco de la cruel vivencia de su colectivo: «Estamos acá luchando por nuestros derechos, somos expulsadas de nuestro hogar, somos maltratadas en todos los colegios, no tenemos una educación digna. Más allá de la aprobación de la ley de cupo laboral travesti-trans, todavía nos cuesta mucho conseguir trabajo. Estamos acá porque nos merecemos una vida digna». 

Valen tiene 22 años y se identifica como no binarie y cóntó por qué no dudó en formar parte de la concentración.

«Creo que al feminismo le hace falta más contemplación con las diversidades y las disidencias. Estoy acá para visibilizar nuestra identidad. A pesar de no ser una mujer cis-heterosexual la opresión es la misma y a veces hasta peor. El patriarcado no solo condena a las mujeres, sino que lo hace con todo aquello que no es hegemónico».

«Por la aparición con vida de Tehuel, por la absolución de Higui, por un cupo laboral real y un dni no binarie más accesible, porque estoy cansade de vivir con miedo», sentenció.

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