El 24 de mayo del 2017 fue para Ecuador el final de un exitoso ciclo de diez años que llevó adelante Rafael Correa, uno de los personajes más influyentes de la política latinoamericana de las últimas décadas que modificó de lleno el panorama político y económico de su país gobernando de cara a las mayorías populares.
Uno de los aspectos sobresalientes de la Revolución Ciudadana, como el propio Correa llama al tiempo de su mandato, fue la política de integración regional. Junto a Cristina Fernandez de Kirchner, inauguró a fines del 2014 la sede de UNASUR en Quito que llevó el nombre del primer Secretario General del bloque: Nestor Kirchner. De esta manera, posiciona a Ecuador como voz decisiva e influyente en los temas referidos a la región. Durante el 2015, Correa fue presidente pro témpore de la CELAC y en enero de este año asumió la conducción del G77 + China.
Pero no todas fueron buenas. En el año 2010, una rebelión policial intentó un golpe de estado, reteniendo por horas al jefe de Estado. La rápida respuesta de la región, a través de la UNASUR, sumada al apoyo popular al mandatario pudo desactivar el intento golpista. “Lo que no te mata, te fortalece”, habría dicho por esas horas Rafael Correa.
En su último año como presidente, Correa tuvo que enfrentar un trágico terremoto en el mes de abril del 2016. Fue el propio mandatario que recorrió el país, megáfono en mano, explicando la gravedad de los hechos y las medidas a realizar para reactivar la economía en la zona afectada.
Podemos afirmar, que Rafael Correa se retira invicto. No solo porque no fue derrotado en una elección sino porque jamás renunció a los principios y valores que lo llevaron a presidir Ecuador.
“Ecuador no vivió una época de cambio, sino un verdadero cambio de época”, fueron siempre las palabras del mandatario, por eso, a fin de cuentas y con mucho orgullo entrega a quien fuera su primer vicepresidente, Lenín Moreno Garcés el destino de Ecuador.
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