“Nosotras construimos redes desde el horror”
El Numeral habló con Lola Cufré que, junto a Valeria Donatto y Jazz Castello, crearon la Red de Autocuidados feminista. La organización ya cuenta con 4000 voluntarias.
Desde que arrancó la cuarentena ya son 34 los femicidios. Las cifras cambian constantemente. No queremos despertar. Nuestros teléfonos nos avisan lo peor. Aunque nosotras ya sepamos que la foto de esa chica que circula tiene el final más temido, o que la angustia por las que están encerradas con los violentos están pasando el peor momento.
Seguimos siendo un grupo aislado de locas, que odiamos a los “pobres” varones, que los perseguimos con nuestras armas letales de spray y glitter. Porque somos unas resentidas, radicales que ahora tenemos Ministerio. Pero las muertas se acumulan. Y a nadie le gusta que lo digamos, así fuerte, es la peor deuda de la democracia.
Todo el esfuerzo lo tiene que hacer la víctima, salir corriendo a la farmacia, llamar a una línea, huir de su verdugo. Pero, aunque con una fuerza titánica la víctima logre llamar y contar su historia, como sigue es otro cuento. Necesitan una vivienda. Comer. Cuidar a sus hijes. Entrar en un tratamiento para recuperar su autoestima. Necesitan un acompañamiento de dos años. Y ahí están las locas, armando redes para que esto pueda suceder. Las feminazis que quieren la muerte del macho. Las que quieren un mundo más justo e igualitario. Y arman las mejores redes. Y se ponen al hombro la tarea que nadie quiere hacer. Pero eso también tiene una consecuencia. Esas mismas mujeres tienen que poder sostener económicamente a sí mismas y a sus hijes. Además, poner el cuerpo. Terminar cansadas. Muy cansadas. Y todo esto genera un gran retroceso en todo sentido.
En los países donde existe la igualdad, donde no hay un patriarcado hegemónico, las ventajas son enormes. Desde el desarrollo económico al social. Los hijos son más felices, las mujeres también. Y todos pueden desarrollar su potencial.
No deberíamos apilarnos en el cementerio, ni cargar las tareas cotidianas y de cuidados solas, porque no deberían ser otras mujeres las que cumplan ese rol, porque no deberíamos ganar menos, ni ser las más pobres.
Lola Cufré, Valeria Donatto, y Jazz Castello son las coordinadoras de la Red de Autocuidado Feminista en Cuarentena. Las tres son feministas y por experiencias personales y de militancia saben que en las situaciones de crisis las más vulnerables son las mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries porque son las que tienen los trabajos más precarizados, generalmente cuidando a personas mayores o niñes, limpiando casas o incluso en la prostitución. La falta de ingresos, los hogares monoparentales fueron el motivo y el impulso para poder armar esta red.
Crearon un grupo privado en Facebook, para sumar a otras compañeras. Armaron una base de datos con las que se iban sumando. Solo ellas tres contactan por mensaje privado a las compañeras que se encuentran en una situación de violencia y ahí activan la red para que esta persona reciba lo que necesita.
Las problemáticas son variadas, desde atención médica, psicológica, apoyo escolar, asistencia legal, permisos de circulación, la visita de les niñes con padres/madres separadas, violencia de género, asistencia con trámites en la ANSES, AFIP, IFE y otros organismos estatales. Por supuesto que lo urgente como comida, leche, pañales y medicación se convierten en lo imprescindible. La Red es autogestionada y la atención es gratuita. Entienden que esto tiene un límite porque no se puede conseguir una cantidad considerable de comida o de pañales sino es con una gran donación. Hoy la Red tiene 4000 integrantes. Se formaron otras redes en Rosario, Córdoba, Tucumán y Provincia de Buenos Aires. A pesar de la angustia y la desesperación Lola dice que es muy gratificante ver la solidaridad y el apoyo feminista.
“Nosotras construimos redes que nos rescatan del horror. Somos parte de una fuerza que arrasa el mundo desde sus raíces y aprendimos desde la amorosidad a vencer fronteras culturales y a reconocernos en cada una de nuestras luchas”, concluye Lola con su sonrisa.
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