“Lo que se está jugando en Chile es un cambio de paradigma”
En medio de la crisis chilena y a días del plebiscito constitucional, el Doctor en Filosofía y politólogo Pablo Martín Méndez analizó la situación social del país.
A días del plebiscito constitucional y en el marco de una crisis política que golpea a Chile, El Numeral conversó con Pablo Martín Méndez para analizar la situación social del país.
Pablo Méndez es politólogo, doctor en Filosofía, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Lanús y la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo. De cara al plebiscito constitucional, analizó la situación social del país.
Si lo queremos analizar desde una perspectiva política, ¿Cómo está afectando la pandemia de covid-19 a Chile?
En un principio, la reacción del gobierno chileno fue parecida a la de Brasil o los Estados Unidos. Se negó la gravedad de la pandemia. El Ministro de Salud Jaime Mañalich (que hoy ya no ocupa este cargo) dijo que no valía la pena avanzar con el confinamiento y la restricción de la circulación, porque el virus “podía mutar a buena persona”. Lo que ocurrió en cambio fue que el sistema de salud chileno llegó al borde del colapso y se debió aplicar la cuarentena en varias ciudades. Santiago de Chile, la ciudad capital del país, estuvo varios meses con una cuarentena estricta que recién comenzó a levantarse en agosto.
En medio de todo esto, la economía chilena tuvo una caída del 14% para el segundo trimestre de 2020. Es la caída más grave de los últimos 35 años. Ahora, no habría que quedarse en el contexto inmediato de la pandemia del COVID-19.
Es necesario considerar que la política y la sociedad chilena están atravesando un escenario sumamente excepcional desde octubre de 2019. No sólo me refiero a la magnitud y la duración de las manifestaciones, que sin duda fueron impresionantes. Tampoco me refiero únicamente a la violencia policial, que no puede entenderse como un mero exceso de autoridad, sino como una violencia calculada y sistemática. Cuando hablo sobre la excepcionalidad de la situación política que atraviesa Chile, me refiero también a que, desde la Concertación hasta acá, la democracia chilena se caracterizaba (o algunos pretendían caracterizarla) por su bajo grado de conflictividad política y social. Tan era así que la democracia chilena solía ser puesta como un modelo a seguir para el resto de los países de la región, incluyendo el nuestro.
La economía chilena tuvo una caída del 14% para el segundo trimestre de 2020. Es la caída más grave de los últimos 35 años.
Sería un error creer que la pandemia es una vuelta de página. La conflictividad persiste y seguramente se extienda por mucho tiempo más, con o sin pandemia.
¿Cómo ve la comunidad internacional la situación actual de Chile?
Chile fue durante mucho tiempo en modelo de estabilidad económica, política y social. En 2019 ese modelo estalló por los aires y es difícil suponer que pueda volver a recomponerse. Entonces, tenemos que considerar que nos encontramos ante el fin de un modelo.
Ya no es tan fácil poner a Chile como ejemplo a seguir. No puede ser puesto como ejemplo por la dirigencia política de nuestra región que se identifica con los proyectos de liberalización económica. Aquí incluyo, ciertamente, a un sector importante de la dirigencia argentina. Chile tampoco puede ser puesto como ejemplo por organismos tales como el FMI o el Banco Mundial. De hecho, ni siquiera puede ser un ejemplo para los think tanks o usinas de pensamiento que desde hace décadas venían presentando a Chile como la demostración de que las políticas de desregulación económica pueden dar buenos resultados en América Latina. Todo eso se acabó o, por lo menos, no puede plantearse sin generar enormes discusiones.
Algunos intelectuales suelen definir a Chile como un “laboratorio” del neoliberalismo. Yo creo que esa metáfora no alcanza a abarcar toda la complejidad del problema, porque puede dar a entender que Chile es producto de la manipulación de países y organismos externos, dejando de lado iniciativa de los actores locales. Todo parece indicar que el experimento fracasó rotundamente.
¿Qué salida puede darse para solucionar la crisis social y política que se viene dando desde fines de 2019?
No creo que me sea posible contestar. La situación es muy compleja y multifacética. No podemos pensarla desde una sola perspectiva, menos hacer pronósticos. Las situaciones de efervescencia social y política como las que atraviesa Chile tienen quizá una característica en común, y esta es justamente la imprevisibilidad. Todo puede pasar.
Lo único que podría decirte es que, para dar alguna respuesta a la crisis que actualmente atraviesa Chile, se requiere de mucha imaginación política y, sobre todo, de un enorme esfuerzo colectivo.
Las situaciones de efervescencia social y política como las que atraviesa Chile tienen quizá una característica en común, y esta es justamente la imprevisibilidad.
El horizonte político
¿Podría surgir en Chile un líder de ideología más de centro o de izquierda que se presente como una oposición firme a Piñera?
Evidentemente, ni la dirigencia política, ni las elites económicas de Chile alcanzaron a percibir el descontento social acumulado durante varios años. Cecilia Morel, la esposa del presidente Sebastián Piñera, llegó a decir que las protestas se parecían a una “invasión alienígena”. Esto nos da una idea del grado de desconexión que la elite chilena tenía con gran parte de la población. No lo vieron venir…
Puede que surja una oposición firme al gobierno de Piñera, y tal vez sea una necesidad lógica generada por el próximo proceso electoral. Ahora, la dinámica que adoptó la crisis política chilena también podría dificultar la construcción de un líder o una líder con capacidad de canalizar no sólo el descontento existente, sino también las diversas demandas y expresiones de la población que sale a protestar.
Hay un fenómeno que es muy propio de las democracias contemporáneas y que en Chile parece manifestarse en toda su magnitud. Me refiero a la dificultad para movilizar a la ciudadanía a través de las estructuras clásicas de la democracia representativa, sobre todo en lo que respecta a los partidos políticos. No creo que el sistema político chileno, incluyendo su sistema de partidos, pueda canalizar este tipo de protestas. Son protestas llevadas adelante por agrupaciones sumamente heterogéneas; protestas que se dan “desde abajo” y que se organizan horizontalmente. En una situación así, es difícil que emerja un líder carismático, capaz de unificar la diversidad de expresiones y encarnar en su figura un proceso de transformación tan complejo como éste.
La dinámica que adoptó la crisis política chilena también podría dificultar la construcción de un líder o una líder con capacidad de canalizar no sólo el descontento existente, sino también las diversas demandas y expresiones de la población que sale a protestar.
Después de todo, para eso está la política. Para construir la unidad y el consenso en la diversidad.
¿Cuánto de la política actual chilena se puede considerar una herencia de la dictadura de Augusto Pinochet?
La Constitución chilena fue promulgada en 1980 por la dictadura militar de Pinochet y aprobada en 1989 a través de un referéndum. Ya de por sí, esto nos da una idea de la impronta que el pinochetismo ha dejado en la política chilena.
También, habría que considerar las particularidades de la salida de la dictadura y transición democrática que se dio en Chile entre fines de los años 80’ y principios de los 90’. No fue como en Argentina. Aquí la salida de la última dictadura cívico-militar fue por ruptura, mientras que en Chile se trató de una transición pactada. La misma permitió que el pinochetismo imponga varios condicionamientos sobre la democracia naciente. Como te decía, una de ellos fue la Constitución, contando además que el mismo Pinochet fue Senador vitalicio entre 1998 y 2002.
Otro aspecto que deberíamos considerar es la herencia de un modelo económico y cultural que hasta hoy continúa vigente. En Chile la educación, la salud y la seguridad social están mucho más sujetas a las variables del mercado que en otros países de la región. Ni hablar si lo comparamos con Argentina.
Creo que el gran desafío que enfrenta la sociedad chilena es… no voy a decir superar la herencia pinochetista, porque el daño hecho no puede simplemente encasillarse en el pasado y quedar ahí, como si fuese algo estático. El desafío que tiene Chile es el mismo que tienen otros países latinoamericanos. Me refiero a la necesidad de avanzar hacia un orden más justo, que garantice tanto la inclusión como la igualdad social. Se suele caracterizar al modelo chileno por su crecimiento económico desigual, es decir: la economía crece, pero la riqueza generada se concentra en pocas manos.
Se suele caracterizar al modelo chileno por su crecimiento económico desigual, es decir: la economía crece, pero la riqueza generada se concentra en pocas manos.
¿Qué puertas crees que abre el plebiscito que se va a dar el 25 de octubre?
Es muy difícil de prever. Lo más probable es que se apruebe la Reforma Constitucional a través de una Asamblea Constituyente conformada especialmente para crear la nueva Constitución. También se discute la posibilidad de realizar la Reforma mediante una Convención Mixta Constitucional que estaría conformada mitad por constituyentes elegidos en forma directa y mitad por integrantes del actual Congreso.
Por cierto, la primera opción se ajusta más a la figura de un pueblo soberano dándose su propia constitución, porque hablamos de legisladores y legisladoras que son elegidos exclusivamente para esa misión. De todas formas, creo que la Reforma Constitucional es un paso necesario y sumamente importante pero no suficiente, sobre todo si no está acompañado por un profundo cambio cultural, social y económico.
¿Hacia qué horizonte marcha Chile?
No va a faltar quien diga que la crisis chilena es producto del fracaso de la dirigencia política, cuando en verdad se trata de algo mucho más profundo que eso. Lo que fracasó no es sólo la dirigencia política, sino un modelo de país.
Lo que sucede en Chile tiene que ser una enseñanza para las democracias de nuestra región, caracterizadas por un alto grado de personalización de la política. A veces creemos que una crisis se soluciona sacando a los dirigentes que tenemos y poniendo otros. Entonces, parece que el problema está en la llamada “clase política”, y no tanto en los modelos sociales y económicos que los dirigentes de turno llevan adelante.
No es difícil ver que en Chile se está jugando algo más que la renovación de la clase política. Lo que se está jugando en Chile es un cambio de paradigma. Este cambio no sólo puede tener enormes efectos a nivel nacional, sino también en toda nuestra región. Hasta ayer, Chile era presentado como el modelo a seguir para el resto de los países latinoamericanos. Hoy Chile nos está mostrando una realidad cuyos alcances son difíciles de prever. Quizá la crisis que atraviesa este país sea el esbozo de un modelo alternativo a su propia historia reciente. Lo que se está disputando es eso. Vale decir, que no todo está dicho y que la política, sobre todo cuando es impulsada desde abajo y por el pueblo, puede ser una enorme herramienta de transformación.
la política, sobre todo cuando es impulsada desde abajo y por el pueblo, puede ser una enorme herramienta de transformación.
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