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A 25 años de la muerte de Gilda, un corazón valiente

Su inmortalidad se selló el 7 de septiembre de 1996. Aquel día perdió la vida en un accidente de tránsito junto a su madre, su hija y tres músicos.

Figura icónica de la música tropical, recordada por aquellos que ni siquiera la vivieron. Gilda se impuso en un ambiente hostil, dominada por varones. Su corta vida le alcanzó para hacer ruido, pero su muerte la hizo florecer entre los escombro.

Miriam Alejandra Bianchi, más conocida como Gilda, murió a los 35 años. El 7 de septiembre de 1996, mientras viajaba a Chajarí, Entre Ríos, un accidente fatal se llevó su vida junto a la de Mariela Magnin, su hija de 10 años; Isabel Scioli, madre de la cantante; y Gustavo Babini, Raúl Larrosa, Elbio Mazzuco y Enrique Toloza, músicos de la banda.

 

Según se pudo determinar, el accidente lo causó un camión. El vehículo se fue a la banquina y cuando intentó volver al camino, terminó en desastre. Golpeó al colectivo de la víctima y a dos coches particulares.

El colectivo que transportaba a la banda y familia de la cantante hoy es un santuario. Gilda se encontraba en la cumbre de su corta carrera lo que avivó el fuego popular que hoy la santifica.

Sus restos descansan en el Cementerio de la Chacarita.

Corazón valiente

Miriam Alejandra Bianchi nació el 11 de octubre de 1961 en Entre Ríos, pero se crío en Villa Devoto. Comenzó a estudiar para maestra jardinera y profesora de Educación Física. Sin embargo, el fallecimiento de su padre en 1977, cuando ella tenía 16 años, cambió los planes.

En la música empezó por un aviso que buscaba vocalistas para una banda de cumbia tropical. Su rostro y voz no eran lo que predominaban en la época que apestaba a hormonas masculinas y las pocas mujeres que habían, eran voluptuosas. Sin embargo, supo hacer revolución donde todo parecía dicho. Incluso cuando su entorno no estaba seguro de que ese sea el mejor camino.

Adoptó «Gilda» como tributo al personaje de una película. Y comenzó a grabar discos en estudio. El primero fue «De corazón a corazón» en 1992; lo siguió «La única» en 1993; «Pasito a pasito», 1994; y «Corazón valiente» en 1995. En 1996, reeditaron «De corazón a corazón» y lo llamaron «Si hay alguien en tu vida».

Después de fallecer, las ventas se dispararon y sus canciones empezaron a rodar por varios géneros musicales. Desde Attaque 77 con «No me arrepiento de este amor» a «Corazón Valiente» en francés, interpretada por Pablo Krantz.

A las múltiples versiones de sus canciones, también llegó un homenaje audiovisual. El 15 de septiembre de 2016 se estrenó «Gilda, no me arrepiento de este amor», protagonizado por la uruguaya más conocida del país, Natalia Oreiro.

No es mi despedida

Con la partida física de la cantante, se abrieron varias puertas mágicas. En la desesperación nos aferramos a lo que tengamos a mano, aunque no haya ciencia cierta. Y a Gilda siempre la creyeron mágica, elevada en espíritu. Fue santificada en vida, y aún más después de su muerte.

El galpón ubicado en el kilómetro 129 de la Ruta Nacional 12 está cargado de estampitas, rosarios, flores y velas. Algunos peluches y cartas de sus fanáticos y fieles.

El surgimiento del santuario nació, en realidad, como un lugar para recordarla. Sin embargo, se transformó con las ofrendas de sus seguidores. Cada día que pasaba, habían más adornos, imágenes y flores.

Gilda
El santuario ubicado en el kilómetro 129 de la ruta nacional 12.

El dueño del predio contó a Telam: «Mi segundo hijo nació con cáncer y pocos días antes de la cuarta operación, veo en la tele a una nena llorando que contaba que su madre se había curado con Gilda. En ese momento pensé: ¿Por qué no a mí?» Y agregó: «No tengo una explicación. Simplemente me aferré a eso, a prometerle que si mi hijo salía bien yo me iba a encargar de que su lugar estuviera siempre lindo. Hoy pienso que todos tenemos una misión».

La santificación de Gilda

¿Cómo llegó a ser una santa pagana? Fue antes de morir, en 1994. Según cuentan y retoma la película, Gilda vio durante un show a una nena llorar. Cuando terminó el espectáculo, la buscó y le preguntó qué pasaba. La nena le contó que su mamá casi muere, pero que sus canciones la habían salvado. Y le hizo un pedido especial: que le toque la cabeza para curarla de la diabetes.

«No es mi despedida» es, según los creyentes, el anticipo del destino de Gilda. Según rumorean, fue la última canción que hizo y se encontró en una cinta casera en la ruta el día de su accidente.

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