Trabajo doméstico | Lo que llamas amor, es trabajo no pago
En el marco del Día Internacional del Trabajo Doméstico problematizamos la situación de las trabajadoras domésticas y la división de tareas.
El trabajo doméstico remunerado continúa siendo una de las principales fuentes de trabajo para las mujeres de menores ingresos en nuestro país. En el último Censo se registraron más de un millón de trabajadoras domesticas y los resultados del relevamiento de este año pueden ser alarmantes.
En 2016, alrededor del 16% de las mujeres asalariadas se dedicaban a realizar tareas domésticas en al ámbito laboral. A pesar de estos números, y de la importancia que tuvo el sector en nuestra historia, los estudios sobre el tema han sido postergados por completo.
La falta de investigaciones históricas sobre el sector no ha sido exclusiva de nuestro país. En América Latina su reconocimiento e investigación ha sido limitado y fragmentario.
La falta de producción de datos oficiales, la inconsistencia de las estadísticas disponibles actuales, la indiferencia del movimiento obrero y del feminismo en sus orígenes explican por qué este sector durante muchísimo tiempo no recibió atención.
Además, la invisibilización histórica hacia las mujeres y la subestimación del ámbito doméstico son dos factores claves para comprender la falta de interés en el tema.
Día Internacional de Trabajo Doméstico
En el marco del Día Internacional del Trabajo Doméstico paramos la agenda para cuestionarnos que rol ocupa este en nuestra historia y en nuestros días.
¿Por qué visibilizar la fecha? Es importante visibilizar el universo del trabajo doméstico porque normalmente queda encerrado en los hogares. Además no tiene reconocimiento social y hasta muchas veces, no cuenta con remuneración.
¿Pero cómo se trabaja sin tener un sueldo? Frases como «no trabaja, es ama de casa» la habrás escuchado más de una vez. Según una encuesta del INDEC, las tareas del hogar y del cuidado recaen sobre las mujeres en el 76% de los casos.
A trabajar dentro del hogar, estas mujeres son completamente invisibilizadas para la sociedad. Al no percibir una remuneración, no son consideradas trabajadoras.
Las consecuencias de sostener una socialización que divide sexualmente las tareas que deben ser remuneradas de las que no, producen fenómenos como la feminización de la pobreza, brecha salarial y poca participación de las mujeres en la toma de decisiones.
Según datos de Naciones Unidas, el 60% de las personas que pasan hambre en el mundo de forma crónica son mujeres y niñas. Además, actualmente las mujeres ganan casi un 30% menos que los varones. Además, según la revista Fortune en 2019, las ejecutivas dirigen tan sólo 14 de las 500 compañías más grandes del mundo.
¿Pero cómo ponderar lo que sucede puertas adentro? Es fundamental generar políticas públicas y educativas que rompan la complicidad de una sociedad patriarcal que posiciona a los varones como acompañantes.
Una medida que apunta a modificar esto es la Educación Sexual Integral. Sin embargo, pese a ser sancionada en el 2006, aún no se aplica plenamente en las instituciones educativas.
Las masculinidades y su rol pasivo dentro del doméstico
Según una encuesta de GROW, una organización especializada en género y trabajo, los varones con menores a cargo dedican de 3 a 6 horas de su tiempo para sus hijos. En el caso de las mujeres, el tiempo dedicado suele ser de 10 a 12 horas.
Bajo el habitual comentario «¿Te ayudo?» suelen esconderse varios conceptos que reflejan el mundo en el que vivimos. Si los varones consideran que en las tareas del hogar o en la crianza de un hijo tienen el rol de asistente, se desligan por completo de la responsabilidad compartida. Las mujeres, además, en caso de aceptar esa participación esporádica, suelen festejar y agradecer, alimentando aún más la desigualdad intrafamiliar.
Es momento de transformar nuestras actitudes y pensar la casa como un espacio de coparticipación, y a quienes viven en ella como un equipo que divide democráticamente las tareas para tener una convivencia lo más armoniosa que se pueda. No es ayuda lo que se tiene que brindar, sino compartir los privilegios.
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El uso del tiempo libre
En un informe la antropóloga Rita Segato explica por qué es tan difícil resolver el problema de la desigualdad de género: porque hay que desmontar dos estructuras.
Por un lado, la asimetría binaria entre los temas de interés general, lo netamente político y aquéllos de interés particular, su resto, su margen, lo no plenamente político. Por el otro, el mandato de masculinidad que sustenta esta asimetría.
Asimismo, el uso del tiempo libre también es una categoría que condiciona la vida de las mujeres por ascender profesionalmente o acceder a trabajos mejor remunerados.
Los hombres se benefician más por el simple hecho de que las actividades domésticas como preparar la comida y cuidar de los chicos es destinado a las mujeres. En cambio, para ellos el trabajo formal tenía un límite de horario.
De esta manera, posiblemente, los hombres suelen utilizar este tiempo de ocio para desarrollar nuevos oficios, estudiar, ejercitarse y así conseguir nuevos puestos de trabajo.
¿Qué sucedería si todos los temas que rodean a las mujeres fuesen tan importantes como la figura del hombre en nuestra cultura? Es solo cuestión de imaginar, pero para ello se necesita tiempo y, probablemente, no nos sobre.
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