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Seamos los adultos que necesitábamos cuando eramos niños

Frases cómo "los niños no saben lo que dicen" o "cuando seas grande vas a poder opinar sobre ese tema", son algunos ejemplos de lo que conocemos como adultocentrismo, una conducta que destaca la superioridad del adulto por sobre la niñez y la juventud. Sobre ello conversamos con Andrea Portomeñe, licenciada en Psicología.

En el marco del Día de las Infancias, aprovechamos la oportunidad para cuestionar ciertas prácticas violentas que suelen estar tan naturalizadas que se vuelven imperceptibles. Frases cómo «los niños no saben lo que dicen» o «cuando seas grande vas a poder opinar sobre ese tema», son algunos ejemplos de lo que conocemos como adultocentrismo, una conducta que destaca la superioridad del adulto por sobre la niñez y juventud.

«Este tipo de relación desigual afecta directamente en la vivencia de les niñes, pueden llegar a sentir el determinismo sobre ellos, el autoritarismo e invalidación», sostiene Andrea Portomeñe, Licenciada en Psicología en la Universidad de Buenos Aires.

Qué es el adultocentrismo y cuales son sus consecuencias

El adultocentrismo es una mirada crítica sobre una estructura de control y un entramado de relaciones sociales que se apoya en el patriarcado y se basa en la realidad del adulto. Básicamente es lo que conocemos y continuamos. Es una mirada critica, porque definirlo y observarlo es lo crítico de la practica.

Este entramado de relación social entra en la supremacía del adulto, en esa desigualdad entre las generaciones. Si bien tenemos normativas que hacen que la niñez sea mirada desde otro lugar, en la práctica, el adultocentrismo sigue estando en nuestro cotidiano. 

Las consecuencias de este tipo de relación desigual afectan directamente en la vivencia de les niñes. Ellos pueden llegar a sentir el determinismo, la invalidación y el autoristarismo.

El adultocentrismo esta acompañado de una enorme desigualdad de poder, de autoritarismo y de una fuerza que se imprime sobre ellos. Si vamos a pensarlo desde la biología, podemos tener una diferencia, al igual que si lo pensamos desde lo psíquico. Lo que recae en tener el control de las ideas de los infantes, la falta de poder que tienen a la hora de tomar decisiones y la invalidación de sus ideas constantemente.

Si bien fuimos creciendo normativamente, y a través de la conversión, apareció la posibilidad de que los chicos cocinen o sean escuchados a la hora de opinar, la realidad es que en las practicas seguimos definiendo de manera normativa.

Este accionar se reproduce sin ningún tipo de cuestionamiento, no es solamente dentro de las familias. 

El mayor conflicto es que las políticas públicas siguen negándole el espacio a las niñeces, quienes merecen ser escuchades y pueden tomar decisiones. Creo que es la mayor deuda que tenemos. 

¿Qué hay detrás del ‘pórtate bien’ y de qué manera incorporar limites desde una perspectiva más horizontal?

Los límites todavía son parte de las normativas, es decir, legalmente el adulto es el que tiene que proteger a las niñeces, pero bajo esa mirada los límites siempre fueron la representación de lo prohibido, de lo que no, de aquello que estaba vedado.

Incluso se imprimió de manera física, violenta, agresiva desde el autoritarismo, algo que tiene mucho que ver con esta mirada de que los niños no pueden pensar ni decidir. 

La realidad es que un límite no necesita de la fuerza, un límite no necesita del autoritarismo y un limite no significa una prohibición. Los límites tiene que ver con el cuidado, con el «te protejo de eso que aun no estás pudiendo ver», desde la confianza incluso. 

La idea es que el límite no tenga que ver con la fuerza, el poder, la violencia y agresividad. Tiene que ver con a la ternura.

Cuando le estas poniendo un límite a algo, estás en tratando de entender el daño que eso te hace y a veces estas dejando de hacer algo que no querés dejar de hacer y que no resulta fácil entender por que no podes hacerlo. Desde la empatía es posible poner limites con ternura. 

¿Cuáles son los daños más frecuentes en tus consultantes?

En las consultas aparecen muchos niñes frustrades, niños que no entienden lo que se les pide o lo que se quiere de ellos. Incluso hay niños que no quieren crecer, que no quieren parecerse a los adultos para nada.

En mayor medida, los ves reproduciendo violencias que para nosotros son imperceptibles, como «no quiero ponerme esta ropa» o los ves resistiendo «no quiero comer esta comida», «no quiero ir a este lugar». Por otro lado, en menor medida, me encuentro con niños que no han podido revelarse y que aceptan todo lo que les digas o les des. 

Hay una consideración que aparece siempre en los papás y en la sociedad y es que los niñes tiene que ser obedientes, lo que comúnmente llamamos «portarse bien». El conflicto está en que los papás quieren que sus hijos sean obedientes solo con ellos, no con otros adultos. Enfatizo mucho en cómo enseñarles a que más allá de la obediencia, si otro adulto les pide que lo obedezca le tienen que saber decir que no.

¿Hay manera de revertir los errores que los adultos pueden tener a la hora e criar?

Muchas veces es mas difícil a la edad de les niñes revertir esa negación a convertirse en adulto, sobre todo porque les niñes vienen al consultorio porque les trae alguien y por lo general les trae alguien porque tienen un problema.

Es muy difícil que vengan las madres o los padres a revisar lo que puede estar fallando. Suele ser mas fácil traer al niño porque lo mandó el pediatra o la escuela porque se sale de lo «normal». Es en la adultez, donde habitualmente uno consulta con un psicólogo sobre traumas o dolencias. Pero confío que casi todo se puede revertir, en la niñeces hay un problema de conducta y también en la adultez. 

¿Cuál es el rol de las instituciones educativas a la hora de repensar el adultocentrismo?

Desde la experiencia te puedo decir que las escuelas no están preparadas para pensar en niñes libres. Las escuelas siguen siendo normativas. Debería cambiar la perspectiva desde la estructura social, la educación es política y es partidaria.

La escuela no decide como es su normativa, la escuela cumple con esa normativa legal. Lo que podemos llegar a encontrar son voluntades individualidades que empiezan a tener esta mirada crítica. De todas maneras no hay una bajada gubernamental para que empecemos a ver las cosas de otra manera, el patriarcado es un sistema aún vigente.

Desde tu experiencia como psicóloga infantil, ¿Cómo se puede modificar esta conducta social?

Muchas veces ligando la crianza a la ternura, a poder alojar al otro, al poder escucharlo y no avasallarlo. A veces darle el lugar a la decisión es más difícil, pero si es importante escucharlos, darle lugar a sus palabras.

La única manera que tenemos que cambiar estas practicas, es desde una mirada mas respetuosa. La diferencia la hace el respeto, es la medida en la que el respeto es democrático, no importa la edad que tengas. Hay posibilidades de enseñar, educar y criar de otra manera. 

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