Día Nacional Contra La Violencia Institucional: ¿piantavotos?
No fue la economía, ahora supeditada a los mandatos del FMI por enésima vez en la historia argentina. Tampoco la educación, ya que en diciembre se cumplirá un ciclo que cerro mas escuelas de las que abrió. No fue la salud, de la cual no quedo ni el ministerio.
Podemos enumerar la larga lista de promesas incumplidas y gestiones de mediocres para abajo dentro de las atribuciones del gobierno, y así perder el sentido original de estas líneas.
Desde la ultima vez que hablamos sobre lo que representa este día, desde El Numeral dijimos “podemos habernos equivocado, pero no estamos de acuerdo con esto, y no nos vamos a callar”. La firme sentencia se transformó en un triste vaticinio: hubo mucho que decir.
Fuimos testigos de cómo la policía reprimió cuanta protesta de descontento se convocó, nos acostumbramos a mirar a nuestras espaldas y protegernos de los famosos infiltrados -que estuvieron siempre, en rigor de verdad-, y a no quedarnos solos ni solas luego de una protesta.
Fueron tantas las violaciones y arbitrariedades de las fuerzas del Estado en este año que la propia CORREPI, por la falta de recursos y manos para la contabilización, debió posponer hasta marzo la presentación del Informe de Situación Represiva que todos los años ve la luz en diciembre.
En 2015 contábamos un muerto cada 29 horas, y a finales de 2018 pasó a uno cada 21 horas, lo cual nos obliga a alejarnos de todo tipo de cuestiones que pretendan ser ecuánimes e imparciales, ante la crudeza de los números: Cambiemos es el gobierno más represivo de los últimos 35 años.
Como sabemos, esta avanzada no es aleatoria, sino que acompaña el ajuste económico sobre la clase trabajadora y el pueblo. En estos últimos años hubo represiones a manifestaciones de trabajadores que se enfrentan al ajuste y despidos.
También hubo cambios legislativos de los códigos provinciales y penales, resoluciones ministeriales como por ejemplo la disolución de los Ministerios de Salud y Trabajo, decretos y declaraciones del Poder Ejecutivo, saturación de policías en los barrios pobres, avanzada descomunal de detenciones arbitrarias.
A esto se le suma la política judicial de persecución con el aval del Poder Ejecutivo, lo cual se vio reflejado en el visto bueno del gobierno al asesino Chocobar, la emblemática desaparición forzada de Santiago Maldonado, el fusilamiento de Rafael Nahuel, y los casos tan ocultos como dolorosos que ocurren todos los días: el fusilamiento diario contra pibas y pibes, y las condiciones inhumanas y crueles en la que sobreviven las personas privadas de su libertad y menores en conflicto con la ley.
Todos los gobiernos tienen muertos en el placard, incluso los más populares. Y en nuestro país la violencia policial vira entre la falta de control y su empleo voluntario como herramienta de “contención”, y esto perpetuó sistemáticamente la represión en todas sus aristas, tanto a la protesta social como en los barrios populares.
Parece sencillo definir que Cambiemos es un gobierno que hace uso y abuso de la represión de forma discrecional, pero el gran interrogante que debemos plantearnos es si realmente queremos vivir de soluciones provisorias y urgentes, aunque eso signifique la posibilidad de tener que elegir entre el presente y el pasado de una misma práctica.
Y es que la política más lograda del gobierno es la represiva, pero eso no tapa los agujeros económicos, y los descalabros sociales abren la posibilidad de que nuevas viejas figuritas pretendan legitimarse como adalides de la gestión y la concordancia, cuando llevan en sus manos la sangre de luchadores sociales.
Cambiemos no inventó la represión y la violencia para la gente que tiene hambre, y algunos de sus precursores hoy usan la imagen de una de las líderes más importantes de los últimos 50 años como trampolín para reinsertarse en el “juego” democrático.
Quizás sea conveniente correr el foco, y unirnos también con las familias de victimas de gatillo fácil, de violencia institucional y del aparato represivo del Estado. Plantear esa unidad de forma clara y sincera es algo que al día de hoy no se animó a hacer ningún dirigente con moderado nivel de representatividad, lo cual hace pensar si no entra en la categoría de “piantavotos”.
Nos puede pasar a todos y a todas. Ojalá algún día seamos capaces de construir como ciudadanos y ciudadanas dirigencias que puedan ser capaces de abordar con soluciones reales y tajantes una de las practicas mas turbias que nada tienen que ver con los procesos democráticos, para que nunca tengamos que llorar a algún familiar, y si sucede, que alguien nos de bola sin pensar electoralmente.
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