A 69 años de un hito histórico
Más derechos, por favor. En 1951 las mujeres votaron y pudieron ser elegidas por primera vez en la historia argentina. El derecho a voto fue una demanda que demoró más de 70 años.
La historia de las mujeres y la lucha por obtener los mismos derechos y responsabilidades remite a tiempos desconocidos. Para que un día una mujer logre depositar su voto y ser elegida para un cargo público hubo que desandar la historia patriarcal, y cómo.
El derecho a ser escuchadas, a que nos consideren sujetas de derechos, devino de caminar mucho las calles. De gritar fuerte frente al poder impuesto y predominante. Para llegar a una Evita que gritó fuerte desde su balcón «el derecho de sufragio femenino consiste esencialmente en elevar a la mujer a la categoría de verdadera orientadora de la conciencia nacional”, tuvo que pasar Cecilia Grierson, Alicia de Moreau de Justo y Julieta Lanteri.
Gestando un derecho
En 1889 Grierson fue la primera mujer en graduarse en la carrera de medicina. Fundadora del Consejo Nacional, participó en Londres de Segundo Congreso Internacional de Mujeres.
18 años después, Alicia Moreau de Justo creó un Comité Pro-Sufragio Femenino. Comenzaba una gesta histórica. Ya para 1910, durante el primer centenario de la Revolución de Mayo, se realizó el Primer Congreso Femenino Internacional. ¿Dónde? En la provincia de Buenos Aires. Mujeres de la región, incluyendo chilenas, paraguayas y chilenas, reclamaron su derecho a votar.
Así llegamos a Julieta Lanteri, la primera mujer que participó de un sufragio, el 26 de noviembre de 1911. La italiana que se mudó a los seis años a Argentina, logró participar de los comicios municipales gracias a un amparo judicial. También fue la primera mujer en Sudamérica que se lanzó a una candidatura. Tras el hito, incómodo para los varones de la época, algunos cambios evitaron que ese accionar vuelva a ocurrir.
En 1919, Lanteri se lanzó como diputada nacional por la Unión Feminista Nacional con el apoyo de Moreau de Justo y Elvira Rawson. “En el Parlamento una banca me espera, llevadme a ella”, sostenía. Increíble, pero logró que 1730 varones la voten.
«Mis actos son una afirmación de mi conciencia que me dice que cumplo con mi deber: una afirmación de mi independencia que satisface mi espíritu y no se somete a falsas cadenas de esclavitud moral e intelectual, y una afirmación de mi sexo, del cual estoy orgullosa y para el cual quiero luchar», Julieta Lanteri.
Julieta murió tras ser atropellada por auto. Dato curioso ya que eran pocos y la velocidad era bastante reducida. La policía lo consideró «accidente», pero algunas cosas no cuadraban bien. El nombre de la persona que la atropelló era David Klapenbach, miembro de la Liga Patriótica Argentina. Conocido por un sinfín de asesinatos… ¿vos decís que fue un accidente?
Desde entonces, los proyectos de ley comenzaron a aparecer. Cajoneados, siempre. En 1932 se debatió en el Congreso. La cámara baja dio media sanción, pero el Senado ni lento ni perezoso, la rechazó. Una historia que se sigue repitiendo cuando las beneficiarias de los derechos somos las mujeres.
Recién en 1938 se impulsó el voto femenino en San Juan, provincia pionera.
A nivel nacional, se rechazaron 22 proyectos. Todos ellos, hasta llegar a la ley 13.010, en 1947. En su primer artículo decía: “Las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones argentinos”. Finalmente, fue un hecho.
Y un día sucedió: voto femenino
El 23 de septiembre de 1947, Juan Domingo Perón junto a Eva Duarte anunciaron finalmente una ley que incluía a la mitad de la población.
“Mujeres de mi Patria, recibo en este instante, de manos del Gobierno de la Nación, la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras, con la certeza de que lo hago, en nombre y representación de todas las mujeres argentinas. Sintiendo, jubilosamente, que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria”, indicó Evita.
La voluntad política estaba, faltaba que finalmente se aprobara. Y eso ocurrió. En 1951 el 90% de las mujeres que figuraban en el padrón concurrieron a votar. Del total, el 64% votó la fórmula Perón-Quijano.
El ejercicio de este derecho no significó simplemente la elección de un candidato, también significó romper con estructuras normadas, de silencio. Significó rebelarse a una historia patriarcal, de un poder ejercido por y para los varones. El derecho político puso en jaque las relaciones interpersonales, la forma de votar y la participación política. Y si, ocurrió por decisión de varones. Pero hasta entonces, la fuerza de choque la hicieron las mujeres, poderosas y altaneras. Para derribar todo lo que no las dejaba ser.
Arriba de un cajón o repartiendo folletos entre mujeres, la gesta histórica nace de las entrañas de un feminismo que fue por todo. Y que lo sigue haciendo.
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