¿Cuál es el panorama actual en Latinoamérica?
A nivel político, en los últimos 4 años presenta un cambio de orientación en los gobiernos y hay un contraste muy marcado en cuanto a la matriz de distribución de riquezas propuesta. Hay un alto contraste en la región respecto a lo que están ofreciendo los presidentes y las presidentas respecto a modelos productivos, de distribución de riquezas y de desarrollo.
El panorama va en ese sentido: hay un afianzamiento que todavía no es definitivo de lo que podemos definir como las nuevas derechas latinoamericanas. Así como hubo un proceso de ascenso de las nuevas izquierdas latinoamericanas, creo que este panorama se podría caracterizar como el ascenso de las nuevas derechas latinoamericanas.
¿Cómo analizás la llegada de esta nueva oleada de derecha luego de una serie de gobiernos progresistas?
Esta oleada responde primero a errores propios de los gobiernos progresistas porque ante una oportunidad de afianzar nuevos modelos de riqueza y de redistribución, y de establecer una alianza regional que perdure, no lograron crear una apropiación por parte de las poblaciones. Por eso este avance de la derecha por un lado parte de un error propio de las nuevas izquierdas latinoamericanas y de los presidentes que lideraron ese proceso, pero también hay un gran aparato dirigido a nivel internacional para que todo el aparato económico vuelva a estar en función de los intereses del neoliberalismo.
¿Cómo ves el avance del poder de la Iglesia evangélica sobre los partidos políticos?
Es un fenómeno raro pero no me resulta raro que en la región, la religión y la política estén profundamente ligadas a la hora de expresar sectores de poder. La Iglesia católica desde un principio en Latinoamérica, a pesar de la secularización del Estado, ha formado parte de las decisiones políticas y de la distribución de poder. Con la crisis de esta institución a nivel mundial, la Iglesia evangélica es solamente una expresión de los nuevos vínculos de poder que se generan a través de la religión en la región, que está muy forzada por los círculos empresariales y las fuentes de financiación de los partidos políticos.
En Latinoamérica, cada vez que se habla de justicia social parece que los intereses de la Iglesia no se contradicen con los de la política pero cuando empieza a entrar en juego un debate más relacionado con las libertades individuales o con la forma de desarrollarse de la sociedad, como el debate sobre el aborto, entra el conflicto entre la moral de la religión, los valores que persigue la política y el ejercicio del poder.
¿Existe la posibilidad de que surjan personajes con características similares a Jair Bolsonaro en otros países de la región?
Es factible que surjan porque el fenómeno de Bolsonaro es la creación de un liderazgo político que manipula sobre todo al votante medio que es donde uno se fija fundamentalmente para elaborar una campaña política. El discurso al que pudo recurrir el presidente de Brasil es apelar al trabajador desde el punto de vista de la propiedad privada, que es identificando una amenaza de un chivo expiatorio que viene a quitarte lo que vos conseguiste con tanto esfuerzo. Es un discurso que históricamente se utilizó en la política.
Para mí no es descabellado que surja en la región un personaje con un estilo similar que apele al mismo tipo de discurso.Hay que observar mucho el efecto Bolsonaro, porque realmente puede repercutir tanto en el discurso de los líderes políticos como en los votantes.
¿Cómo ves el panorama de la región para los próximos años?
Creo que en la región todavía no están derrotadas las conquistas sociales, no está todo dicho en términos electorales. Por más que haya habido un aparato internacional marcado apoyando estas nuevas iniciativas de derecha en la región, tanto las medidas económicas como sociales no dieron el efecto que ellos habían planificado, ya sea para bien o para mal.
Creo que hay un sector de la región en países como Brasil y Argentina, que se manifiesta a través de la lucha de las economías populares creadas por los gobiernos anteriores. Este es un nuevo sector emergente que sumado a la nueva ola feminista, son sectores que sí saben cuáles son las reivindicaciones que quieren mantener vivas.
El panorama del año que viene en nuestro país está bien, pero si ponemos el foco en Brasil, está complicado porque hay un fuerte conflicto sobre la integración regional. Hay una integración regional que está en crisis y eso hay que señalarlo como una diferencia rotunda respecto del proceso político anterior, que apostaba a la integración regional como una herramienta política y económica para hacer frente a otros mercados. Se crearon herramientas como la UNASUR y el movimiento del ALBA entre otras, para evitar la imposición de modelos económicos. Si miramos a futuro creo que también se puede analizar desde la clave de que los procesos de integración regional están en crisis, por no poner una fecha de defunción.