Abuso de poder, prácticas irregulares y excesiva violencia de las fuerzas. El policía de la Ciudad asegura que el hombre de 40 años amenazaba con un arma blanca. La situación quedó grabada en una cámara de seguridad: el policía se acerca, le pega una patada en el pecho y el hombre cae desplomado.
La funcionaria sostuvo, en una entrevista en la Red, que el hombre era una amenaza para los transeúntes y que el agente actuó en consecuencia. “Evidentemente la metodología no fue la mejor. Lo mejor hubiera sido que el policía tuviera un arma adecuada para esa circunstancia, una Tasser.”
Recordó el caso Chocobar, respaldó la violencia institucional y responzabilizó, una vez más, a la víctima. De alguna manera, deja entrever que hay crímenes buenos y crímenes malos. Y las fuerzas de seguridad entran, según su criterio, en el primer grupo. El accionar fue desmedido, superador. En cuestión de segundos, mala suerte.
A Juan Martín Gómez, 41 años, lo interceptaron tras una llamada al 911 que denunciaba la posesión de arma blanca. Tres policías se acercaron para reducirlo cuando Ramirez decidió hacerlo con una patada en el pecho. La cabeza impactó contra el asfalto y le causó un traumatismo de cráneo. El hombre murió, pero la mala suerte la tuvo el inspector que no supo resolver la situación de otra forma.
El resultado de la mala suerte lo conocimos. Hay un hombre muerto y cientos impunes. Hay pobres dignos de ser asesinados y otros, varios más, protegidos por la autoridad.