El coronavirus está haciendo estragos en Brasil. Desde el principio de la pandemia, la enfermedad provocó 300.685 muertes en un país con una población de 212 millones de habitantes. La situación se agravó tanto que puso a Brasil en el segundo puesto del ranking de cantidad de fallecidos, superado solo por Estados Unidos.
La difícil situación provocó una preocupación a nivel mundial, principalmente por la falta de organización en cuanto a las políticas sanitarias. A ello debemos sumarle el surgimiento de una variante local del virus, denominada «P1», considerada mucho más contagiosa.
La vacunación
Hasta el momento casi 12 millones de brasileños recibieron la vacuna. Sin embargo, el estado de la campaña de vacunación no es la mejor. Avanza a pasos lentos, pese a tener gran cantidad de dosis de vacunas disponibles y pertenecientes a distintos laboratorios.
Pese a la difícil situación, el presidente Jair Bolsonaro se niega a imponer medidas de confinamiento. Según él, el impacto en la economía es demasiado.
La situación en los hospitales es aún peor. La mayoría están al borde del colapso y varios no poseen los insumos necesarios para atender a los pacientes.
La repercusión
En medio de todo esto, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió esta semana que “la terrible situación de Brasil está afectando a los países vecinos”.
Ante este escenario, Bolsonaro creó un comité de crisis. La decisión tardía llegó luego de que menospreciara la importancia del uso del barbijo, cuestionara la eficacia de las vacunas y negara la gravedad de la pandemia.
En su cuenta de Twitter, el presidente solicitó ayuda a los distintos Estados del país para combatir la pandemia y evitar el aumento de casos.
Brasil se encuentra al borde del barranco, con un pueblo pidiendo ayuda a gritos y un gobierno que hace oídos sordos. Quizás sean las elecciones de 2022 la oportunidad para empezar una nueva y mejor etapa.