Milena Placido tiene 33 años y nació en la ciudad de La Plata. Es cantante, periodista y profesora de canto y guitarra. Cuando no está haciendo música, Milena estudia para terminar el Profesorado en Comunicación Social.
A lo largo de su carrera participó de varios proyectos. Entre ellos el dúo HOLA, donde se ensamblaba música, teatro y humor; y también como sesionista de la orquestina Las Taradas.
Durante el 2020, Milena formó parte de Lamento Milenial, un proyecto humorístico apocalíptico, donde hablaban sobre nuevas tecnologías de una forma muy particular.
En diálogo con El Numeral, relata su recorrido en la música y los nuevos desafíos a los que se enfrenta actualmente.
Cuando crees que hiciste el primer click con la música
Siempre supe que quería hacerlo. Cantaba desde muy chiquita, y a los 8 o 9 años le dije a mis viejes que quería estudiar guitarra. Ahí empezó todo. Aunque pasé por la carrera de Periodismo, Artes Audiovisuales y profesorado de Comunicación Social. Siempre supe que la música me iba a acompañar, y que era algo que iba a hacer siempre. Ahora es mi refugio y siento que la disfruto cada vez más.
Mis referencias son muy variadas. Voy desde Natalia Lafourcade a Patty Smith sin escala. Ahora estoy escuchando mucho a Barbie Recanati, me gusta su rudeza y su sonido rockero grunge. Mismo con Marilina Bertoldi. Pero también me encanta la sutileza de la voz de la cantante de Men I Trust, Billie Eilish o Warpaint, que combinan un poco esas dos cosas.
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Mis primeras referentas fueron Shakira, Cristina Aguilera, Natalia Oreiro. En mi casa se escuchaba mucho rock nacional, mucha música hecha por hombres. A mi me interesaba la corista de Charly. Así fue como empecé a escuchar a Hilda Lizarazu, o Gabriela Epumer. Mujeres que marcaron el rock con su voz. Pero no había referencias disidentes. Gracias a grandes movilizaciones sociales, existen cada vez más, y hacen que muches puedan visibilizarse.
¿Cuál es tu formación académica?
Donde más aprendí es en la experiencia, en un garage, en un comentario que te hacen después de tocar, en un inesperado momento de una clase de canto, en una charla con un amigue, etc. Creo en la academia porque me parecen espacios riquísimos para organizar el conocimiento y poner en relación saberes que quizás resulta difícil ordenar. También es esencial para conocer personas, y expresar dudas, conocer dudas de tus compañerxs, trabajar en grupo, como si estuvieras ensayando para la vida.
Empecé a estudiar guitarra clásica a los 10 años, luego en la adolescencia empecé con la eléctrica, con un profe. En 2015 comencé la carrera de Música Popular de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, cursé unos años, donde aprendí muchísimo y conocí personas muy valiosas. También en esos momentos empecé a estudiar canto, con Giselle Attaguile, Facundo Cedeño, Grace Cosceri y Susana Rapoport. Todxs grandes maestros, a los cuales recuerdo siempre.
¿Cuáles son las diferencias más notables entre formar parte de un proyecto colectivo o presentarte solista?
La comunicación, la forma de trabajar, la ligereza o fuerza que toman las decisiones en cada aspecto que construye lo musical. Cuando toco sola, me gusta experimentar mucho con el vivo. Si bien tomo algunas decisiones estructurales, me siento libre de improvisar con el tiempo y los sonidos. Frasear distinto, alargar finales, quizás que canten las personas que están en el lugar, hablar un poco con el público, en ese sentido se convierte en algo colectivo también.
De todas maneras, cuando un proyecto se piensa en conjunto, la coordinación es clave, el comunicar las cosas, el expresar una idea, guste o no, dar cuenta de una opinión. Se aprende mucho,
descubrís de tu personalidad mientras te desenvolves en grupos.
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¿Tuviste malas experiencias formando parte de la escena musical actual?
Diría que no. Hay algunos espacios que están menos preparados para tocar, y donde terminas sintiéndote incomode con el sonido, por ejemplo. Puede pasar que no te escuchas cuando tocas, o que haya poca convocatoria. Pero en general siempre son experiencias de las que se aprende algo, y te impulsan a seguir trabajando y creciendo. Aunque haya una o dos personas, o mil, el concierto tiene que brindarse con la misma calidad. Pienso que la escucha y la atención son los bienes más preciados de esta época llena de vertiginosidad y pantallas alienantes.
¿Qué cambiarías en la industria de la música?
Mejorar los canales de difusión y distribución de la música independiente. Participar de espacios comunitarios y autogestivos. Estar en contacto, aprender de tus colegas, trabajar en equipo, apostar a lo interdisciplinario.
Hay mucha música circulando a escalas pequeñas, sería buenísimo alentar a esos artistas a que sigan trabajando, a que sus producciones tienen sentido y llegada. Lo que se puede hacer es compartir los trabajos que nos gustan y nos llegan. El mejor canal de difusión sigue siendo el boca en boca. aprovechemos las técnicas ancestrales de comunicación.
¿Cuáles son tus aspiraciones para el futuro?
Seguir encontrando cosas nuevas en la música, seguir profundizando en el estudio de la guitarra y la voz, donde siempre aparecen formas sorprendentes. Actualmente estoy tocando la guitarra en el proyecto de Silvana Dagna y el de Mica Cortese con quien tenemos una fecha de presentación de videoclip en Ciudad de Gates el 6 de noviembre. También estoy haciendo un proyecto sobre la guitarra en el tango y produciendo música ambiente, pensada para espacios de meditación, reiki, yoga, o cualquier práctica espiritual que le
oyente considere pertinente.
Tengo varios trabajos publicados en Spotify, bandcamp y youtube. El 5 de noviembre me presento en formato solista con mis canciones en Casa Laberinto, junto a otres cantautores de la ciudad.