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Fútbol argentino: diez años sin hinchada visitante

Tras una década de prohibición, los funcionarios estatales no ven posible que el panorama se modifique. ¿Qué acciones se pueden tomar para cambiarlo?

El 11 de junio de 2013 la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y el Gobierno Nacional emitieron un comunicado conjunto en donde anunciaron que las últimas dos fechas del torneo Final de Primera división se jugarían sin hinchada visitante. 

La determinación llegó el día después de otra muerte más en el fútbol. Martín Javier Jerez, simpatizante de Lanús, había sido asesinado por la policía durante un partido entre su equipo y Estudiantes, en el Estadio Único de La Plata. 

Lo que primero fue una decisión provisoria terminó convirtiéndose en la norma, con la prohibición del ingreso de los visitantes hasta el día de hoy. A 10 años del hecho, la dirigencia política y deportiva, así como las organizaciones que buscan erradicar la violencia en el fútbol, no se han puesto de acuerdo en encontrar una forma de recuperar la costumbre de ir a la cancha

Una historia de violencia

Cuando se conoció el asesinato de Jerez, el listado de fallecidos en el fútbol ya tenía muchos antecedentes. De acuerdo a los datos de la ONG Salvemos al Fútbol, esa muerte fue la número 275 en la historia del deporte.

Peleas entre hinchadas, internas en las barras, violencia institucional y deficiencias de infraestructura son las principales causas de estos sucesos en el país. Según el registro que llevan adelante, desde el primer fallecido en 1922 se registraron unas 347 muertes.

El asesinato de Javier Jerez fue el que desató la prohibición.

La última contabilizada fue la de Pablo Serrano, quien cayó desde la tribuna Sívori Alta del Estadio Monumental el sábado pasado. Un dato a tener en cuenta es que el Estado no lleva un registro de estos hechos de manera sistematizada, por lo cual es necesario recurrir a la información en los medios para reconstruir el listado. 

Una década pérdida

Tras el cierre de ese Torneo Final 2013 que terminaría ganando Newell’s, la situación se sostuvo en el tiempo. Nunca más volvieron los visitantes a la Primera División, al menos de manera oficial. 

En estos 10 años sólo hubo presencia de otras hinchadas en la Copa Argentina, disputando los partidos en estadios neutrales con ambas parcialidades, o en torneos internacionales. Los pocos partidos de Primera al que pudieron acceder hinchas de otros equipos fueron sorteando la norma: con sectores para simpatizantes “neutrales” y en estadios del interior del país. 

El pedido de la hincha de All Boys es el de muchos simpatizantes.

Mariano Berges, exjuez y titular de Salvemos al Fútbol, destacó en diálogo con El Numeral que “hoy no están dadas las condiciones para que el público visitante vuelva a las canchas”. Según su visión, en estos años los clubes no llevaron adelante las obras o los proyectos necesarios para que eso suceda. 

“Nosotros estuvimos en contra de la prohibición desde el primer día, pero también vemos que no se hizo mucho para que la vuelta pueda suceder”, destacó. También señaló que el Estado entregó dinero a los clubes y éstos “no lo destinaron como correspondía a infraestructura”. 

La seguridad no lo es todo

Desde Salvemos al Fútbol señalan que hace años que la gestión de la violencia en el fútbol está concebida desde el Estado “como un problema de seguridad”, con una lógica meramente policial. De acuerdo a la ONG, se cree que la única razón del problema es el accionar de las barras bravas, pero que en realidad hay mucho más para trabajar. 

Un rasgo que hace diferente a estos grupos de hinchas argentinos con respecto a otros países son los vínculos con actores de poder, como dirigentes deportivos o funcionarios estatales y con algunos grupos empresarios. Para terminar con su accionar es necesario modificar esa estructura. 

También hay que entender que el resto de la cultura del fútbol alimenta la violencia en las canchas. Lo mal llamado “folclore” es en realidad una serie de prácticas que fomentan los ataques de manera discursiva, simbólica, machista, institucional y política. Un proyecto que busque limitar esos hechos podría ayudar a modificar la situación.

La respuesta oficial

A principios de 2023, el ministro de Turismo y Deporte de la Nación, Matias Lammens, dijo que su intención era que vuelvan los visitantes a la cancha. El expresidente de San Lorenzo, dijo que “no podemos resignarnos a la intolerancia y a no poder convivir en una cancha dos personas que tenemos una camiseta distinta”. 

Sin embargo, señaló que el tema no dependía de su cartera sino del Ministerio de Seguridad. Por eso, apelando nuevamente a la lógica policial, dijo que para que la situación se normalice “hay que empezar a tomar medidas serias con las barras desde los poderes del Estado”

Por su parte, desde la Provincia de Buenos Aires lo ven como algo lejano. Eduardo Aparicio, titular de la Agencia de Prevención contra la Violencia en el Deporte (Aprevide) consideró que “ya se instaló una estructura para no recibir hinchas de otros equipos”. De acuerdo a su visión, los clubes se acostumbraron y priorizan a sus propios socios, que incluso demandan más lugar. 

Y… ¿qué hacemos?

A nivel mundial existe un caso paradigmático: el modelo inglés. Tras reiterados incidentes fatales, a inicios de los años noventa el Estado y la dirigencia deportiva decidieron hacer cambios estructurales. 

Se hicieron reformas en la infraestructura de los estadios, que aportaron mayor seguridad a los espectadores, se prohibió la entrada a muchos hinchas con antecedentes y se capacitó a las fuerzas policiales que cuidaban los ingresos a los partidos. 

En el Reino Unido se tomaron medidas integrales para combatir la violencia.

Sin embargo, el aspecto negativo fue que para cambiar la situación se elevaron de manera exponencial los precios de las entradas, lo que hizo casi imposible que un trabajador pueda acceder a los partidos de su equipo. 

Según Berges, para encontrar una solución no se pueden tomar medidas de corte electoralista o a las apuradas. Tampoco apelar a políticas que hace 30 años no dan resultados: “Hay que modificar el paradigma y trabajar a largo plazo si queremos cambiarlo”.

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