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¿Qué está pasando realmente con el hielo de la Antártida?

El supuesto desprendimiento de hielo con una superficie mayor al tamaño de Argentina prendió las alarmas. Sin embargo, especialistas advierten que “en realidad no se desprendió nada porque ni siquiera se formó, sino que tiene valores más bajos al promedio”.

En los últimos días se conoció un supuesto desprendimiento de hielo con una superficie mayor al tamaño de Argentina, algo que generó preocupación dada la cantidad de noticias que describen las consecuencias del cambio climático. Para conocer de primera mano cómo es la situación, la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes dialogó con Juan Manuel Lirio, geólogo del Instituto Antártico Argentino desde hace casi 40 años.

“No es que desapareció una superficie de hielo de la Antártida, sino que viene retrasada la formación. Cada verano el hielo marino parte casi de cero kilómetros cuadrados hasta tener cerca de 18 millones en pleno invierno. Al siguiente verano vuelve al mínimo y se destruye la mayoría del hielo marino. Se trata de un ciclo anual de formación y destrucción”, sostiene el investigador.

Durante el verano, la cantidad de hielo marino en la Antártida es ínfima. A medida que entra el invierno, el frío hace que el mar empiece a congelarse y alcance su pico máximo entre septiembre y octubre. A partir de noviembre, ya empieza a disminuir hasta desaparecer casi por completo.

Por debajo de lo normal

Desde hace 30 años se realizan mediciones satelitales diarias para comparar el crecimiento del hielo marino, que tiene alrededor de un metro de espesor. Sin embargo, el área es muy grande y en el pico máximo puede alcanzar los 18 millones de kilómetros cuadrados, superficie equivalente a América del Sur.

Ese hielo marino, que se forma cerca de las costas y después se va alejando cada vez más hacia el mar abierto, suele tener una vida de entre uno y dos años. “Cuando vos seguís la curva promedio de los 30 años que se toma como referencia, este año se observa que el hielo marino está por debajo de su formación normal. En realidad no se desprendió nada porque ni siquiera se formó, sino que tiene valores más bajos al promedio”, advierte Olmos.

Si se compara con los últimos 30 años, la curva de crecimiento de formación del hielo marino viene retrasada. Sin embargo, todavía puede seguir creciendo ya que no terminaron los meses de frío. Por ahora, la cantidad de hielo marino es más baja que el promedio y a fin de ciclo podría alcanzar su mínimo histórico.

Cuando calienta el sol

El retraso en la formación de hielo podría tener varios motivos: porque la temperatura del aire no es tan fría este invierno, porque el agua del océano está más caliente, porque hay más viento y las olas pueden rompen el hielo marino, sobre todo en los sectores de mar abierto.

A propósito, el científico destaca el rol que juega el Sol. “Cuando hay hielo marino, el Sol calienta menos porque los rayos rebotan en la superficie blanca y reflejan el espacio exterior. En cambio, cuando ese hielo no está, el Sol directamente pega en el agua que sí absorbe la radiación y se calienta. Entonces, al tener menos hielo marino podés esperar que la temperatura del agua alrededor de la Antártida se caliente un poquito más”. De esta manera, menos hielo marino significa que más superficie de agua de mar absorbe el calor y calienta las aguas antárticas.

A su vez, el aumento de temperatura de casi 3 grados en los últimos 50 años en el norte de la península Antártica impacta de lleno en el ambiente. El hielo se descongela más rápido y se extiende la temporada de mar con olas activas que antes no se formaban. Aunque parece un detalle anecdótico, el aumento del oleaje ralentiza la formación de hielo y erosiona las costas, lugar donde se instalan las bases donde habitan los investigadores.

En este sentido, el geólogo resalta que otro problema es la lluvia, algo que hasta hace poco tiempo no era común en la Antártida. “Cuando cae en un lugar donde no hay vegetación, el golpe de la lluvia erosiona mucho. No es lo mismo que caiga en un bosque con hojas, árboles y raíces, a que caiga acá. Entonces tenemos erosión fluvial y erosión costera, lugar donde hay muchas obras de infraestructura. Tenemos la lupa puesta allí porque el incremento del oleaje en tiempo y el descongelamiento de la costa hace que sea más fácil de erosionar”, concluyó.

 

 

Nicolás Retamar para la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ

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