Convertir el hartazgo en combustible
Como cada 8 de marzo, millones de mujeres en el mundo movilizan para visibilizar la desigualdad y la violencia machista.
Abrís un portal de noticias y te encontrás con una nueva muerte, otra desapareción. En la televisión hurgan el pasado o el presente de aquella chica que buscan y no aparece.
Se formulan hipótesis, se persigue a la familia y, muchas veces, se la vulnera una y otra vez.
Al final del día te preguntas, una vez más, que habrá pasado. Pero no todas las preguntas hallan respuestas tan rápido.
Me pregunto qué habrá pasado con Guadalupe Lucero, una niña desaparecida en San Luis y de la que muy poco se sabe. Por no decir nada. ¿Dónde está? ¿Qué pasó?
¿Dónde está Vanina Rako? La mujer 43 años salió a realizar unas compras por el centro de Santa Fe el sábado 5 de marzo y no se supo más nada.
¿Y Belén Pérez? De 22 años, mamá de dos hijos, cursando a un embarazo de 6 meses. Desapareció el 14 de enero tras ser agredida por su pareja.
¿Dónde está Yolanda Natalia Peralta? Una mujer de Misiones que desapareció el 3 de marzo luego de ir a la peluquería de un amigo.
Y los nombres de las últimas desapariciones se pueden seguir enumerando: Camila Villalba, 17 años; María Soledad Machuca, 15 años; María Fernanda Lucero, 33 años; Carolina Chavarría, 43 años.
Podría seguir y demostrar que las cifras son contundentes y que el hartazgo por algo se hizo carne. De los femicidios, de los abusos sexuales. De ser objeto para el placer o satisfacción del deseo ajeno.
Como cada ocho de marzo pedimos por las desaparecidas y las víctimas de trata.
Exigimos políticas públicas reales, una justicia con perspectiva de género y terminar con la connivencia política ante circunstancias que nos exponen, invisibilizan y revictimizan.
Consignas que nos quedan cortas
La consigna del colectivo Ni Una Menos apunta directamente al acuerdo con el FMI. Plantea el impacto que va a tener no solo en las mujeres, sino en el país. Sin embargo, hay una situación inmediata y superadora: el abuso sexual, las violaciones grupales y la vulneración de nuestros cuerpos.
En las últimas semanas vivimos episodios violentos y organizados. En realidad no es una novedad, pero su visibilización admite problematizarlo.
¿Cómo podemos naturalizar la violencia machista? ¿Cómo podemos mirar para un costado y negarla? ¿Cómo podemos dejarlo sin prioridad, sin contundencia?
Exigimos los mismos derechos y una justicia que no nos deje al final de la fila.
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