Crónica de un festejo histórico e inolvidable
Más de cinco millones de hinchas recibieron a la selección argentina campeona del mundo. Las calles de la Ciudad de Buenos Aires se colmaron de amor y alegría popular.
Más de 30 copas de plástico se levantan junto al Obelisco, la mayoría sostenidas por nenes y nenas de no más de 10 años. A lo lejos, miles y miles de banderas que pintaban el festejo por la Copa del Mundo. Algunas flameaban con nombres de clubes de fútbol barriales, otras con la cara del Diego y de Lío.
Los cánticos se mezclan todo el tiempo. El sonido no es unísono, cambia metro a metro, cantito a cantito, como si cada metro cuadrado fuera una tribuna en sí misma. La alegría no permite coordinar ni una estrofa. Todos esperan ver el micro que pasea a la selección argentina por las calles de su país.
El tumulto se mueven de un lado al otro. Algunos rumores, muchos porque no había señal, sostienen que los jugadores pasan por el Obelisco en micro, otros que se suben a helicópteros para llegar a la Rosada.
Si bien la mayoría de las y los argentinos se congregan cerca del mediodía en las inmediaciones a Constitución a raíz de un tweet que asegura que el encuentro multitudinario será en Autopista 25 de mayo y Av. 9 de Julio, el resto parecería haber logrado su cometido: largar por fin el grito atragantado por 36 años en alguna calle de la ciudad, Argentina campeón del mundo.
Cualquier crónica de una movilización popular debe incluir al menos una aproximación de la gente que había, pero la concentración era tal, que era difícil asimilar algo así. Son incontables, miles, cientos de miles, millones. ¿Cuántos litros de agua arrastra una marea? ¿Cuántos argentinos esperaban salir a festejar? Creo que hay una certeza: este martes 20 de diciembre todo el pueblo salió a la calle.
Parecía que cuánto más alto estaba un fanático, más alegre se sentía. Argentinos y argentinas se asomaban y gritaban por los balcones. Se treparon a los semáforos, al techo del Metrobús, a las letras verdes de Buenos Aires, a los patrulleros, puestos de diarios, postes de luz, incluso hasta la punta del Obelisco mediante la escalera interna del monumento.
Sean eternos los laureles
Ramiro (31) llegó al punto más poblado de la autopista desde Quilmes, junto a su compañera de vida y sus amigos. Esperaba ver los jugadores para gritar ‘dale campeón’, pero también deseaba compartir el festejo popular con la multitud.
“El domingo vivimos el partido con muchos nervios y ansiedad. Tranquilo, porque teníamos nuestras cábalas preparadas y a nuestro Dios de nuestro lado: al Diego. Salimos campeones y rompimos en llanto, descargamos toda esa adrenalina que teníamos, ese grito ahogado de campeón que teníamos en la garganta y que no podíamos decir hace 36 años”, asegura.
“Estoy feliz no por mi, sino por la felicidad colectiva que tuvo el país. Ver a la gente feliz es lo que más feliz me puso. Ver a Leo con la copa fue lo mejor que nos pudo pasar”, concluye.
Miguel (64) llegó desde Federación, Entre Ríos, el lunes por la madrugada para poder saludar de lejos a Scaloni y a su equipo. “Terminó el partido y organizamos con mi hijo y mi nieto viajar hasta acá porque es un momento histórico. Tuve la suerte de haber visto las tres copas, pero venir con el más chiquito, la alegría de la casa es una emoción muy especial. Hoy más de una generación se enfrentó a algo nuevo”, relata.
Valentina (31) decidió ir directo a la Casa Rosada, es su cumpleaños y este es el primer año donde no llora en su día. “Me siento muy feliz no solo por haber ganado, sino por la manera en la que ganamos. Que hayan sido partidos así de difíciles le suma un montón de mística a este triunfo. Haber sufrido tanto y que hoy podamos estar festejando me pone feliz”, relata.
“Vengo de meses muy difíciles en lo personal. Sufrí pero aprendí y salí victoriosa, creo que con eso nos quedamos como sociedad. Lo que más me gusta de mi cumpleaños es que la gente esté contenta y hoy podemos decir que la gente está más que feliz”, concluye.
¡Al gran pueblo argentino, salud!
El amor por el fútbol, por la selección y por el Mundial se sintió de muchas maneras, pero siempre el arte estuvo y está presente. Muchos artistas salieron a la calle a cantar con la guitarra y a improvisar nuevas melodías victoriosas, algunos a vender pinturas con la cara de Messi o Maradona y otros a mostrar sus trapos pintados y obras de arte.
Este es el caso de Martina (21), estudiante de artes visuales, quién llevó la carta del 5 de copas messi en una pintura de más de un metro de altura en honor a Messi.
“Desde el principio yo tenía fe, jugué con eso de la intuición, con la magia y las cartas. No podía venir con las manos vacías. Así que pinté esto anoche con mucho amor y en honor a Messi, que antes era gigante pero ahora logró ser eterno”, explica.
Moli está desde temprano en la calle junto a sus amigas y compañeras. Se encuentran bien, pero presenciaron una escena de represión en el obelisco y tuvieron que correrse de la zona.
“Este momento es completamente increíble, no tanto por el mundial porque no entiendo nada de Qatar o lo que pasa allá sino que es hermoso ver al pueblo festejando. Sobre todo en unos años donde está todo muy mal, salimos de la pandemia en el 2020 y previo un gobierno que fue terrible”, dijo.
Y agregó: “Seguimos viviendo las consecuencias y parte de esas consecuencias son los dirigentes del Gobierno de la Ciudad que nos reprimieron y tuvimos que salir corriendo con mis amigas. El pueblo salió del Obelisco y siguió festejando. No estaba pasando nada, pero bueno, que el pueblo sea feliz en la calle les molesta. La pasamos increíble con mis amigas, fue completamente distinto a la canción contra Mbappé, obviamente fuimos completamente validadas por los chicos que estaban ahí locos por nosotras”, cuenta.
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